Desde Brasilia
"Jesús ampara a nuestro presidente Jair Messias Bolsonaro (..) envía ángeles para protegerlo y bendice a las naciones aliadas como Estados Unidos". Después de escuchar la oración de un pastor evangélico Bolsonaro saludó al grupo de simpatizantes que lo despidieron con aleluyas en la mañana de este lunes en el ingreso a la residencia oficial, el Palacio de Alvorada.
A una semana de las elecciones norteamericanas el bolsonarismo más acendrado, que tiene su núcleo en el clan familiar formado por el gobernante y sus hijos, secundado por un grupo de evangélicos sionistas y activistas de ultraderecha, está entregado en cuerpo y alma a la victoria de Donald Trump a pesar de que éste no aparezca como favorito en las encuestas y haya tenido un desempeño modesto en su último debate frente a Joe Biden el jueves pasado.
Poco antes del duelo de los candidatos presidenciales norteamericanos en Nashville, en Brasilia Bolsonaro anunciaba su voto apasionado por Trump. "Desde el primer instante que tomé contacto con el señor presidente Donald Trump nació entre nosotros un sentimiento de cooperación, espero comparecer a la posesión del presidente que en breve será reelecto, no puedo esconder esto, lo digo de corazón, pero no quiero interferir" en la campaña electoral.
Lo afirmó en el Palacio Itarmaray, sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, un par de horas depués de recibir al consejero de Seguridad Nacional norteamericano, Robert O´Brien con quien analizó algunos "temas reservados" de la agenda bilateral acerca de los cuales no brindó detalles. Pero se infiere que en ese temario puede estar relacionado con la seguridad y defensa sudamericanas, con sus fronteras cada vez más calientes desde que Bolsonaro llegó al Planalto.
La semana pasada el presidente y el funcionario estadounidense, que visitó Brasilia y San Pablo, dispararon críticas contra China y la empresa de ese país Huawei, líder en tecnología para transmisión de datos 5G.
Bolsonaro llegó a decir en esos días que no permitirá la inmunización en masa con la vacuna Coronavac, contra el coronavirus porque procede de China, el país donde se habría engendrado la dolencia, una fake news calcada del discurso electoral trumpista.
El respaldo explícito dado a la reelección de Trump no tomó a nadie por sorpresa ( lo había manifestado varias veces en los últimos meses) , pero al parecer incomodó a algunos diplomáticos de carrera respetuosos de valores arraigados en la política externa brasileña, como el principio de la no injerencia en asuntos internos de terceros países.
No hay registro, al menos en la historia reciente, de un presidente brasileño deslumbrado por un ocupante de la Casa Blanca al punto de ponerse él y su familia al servicio de la campaña electoral desde hace casi dos años.
El diputado Eduardo Bolsonaro, operador internacional de su padre, se paseó por Washington luciendo un gorrito con la frase "Trump 2020" a fines de 2018.
Este alineamiento incondicional será un pasivo nada fácil de revertir en caso de que Joe Biden sea electo dentro de ocho días. Prácticamente no existe interlocución con el Partido Demócrata desde donde suelen dispararse críticas contra Bolsonaro por su política de derechos humanos y ambiental, como lo hizo el propio Biden en el anterior debate frente a Trump.
La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, demócrata, no tuvo un hueco en su agenda para recibir a Bolsonaro en su primera visita oficial a Washington marzo de 2019.
Poco después , en abril del año pasado, el también demócrata alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, definió al brasileño como una persona "peligrosa" y "no grata", repudio al que se sumaron activistas de la comunidad LGBT y defensores de la Amazonia.
Es verdad que cada presidente tuvo sus preferencias en los comicios norteamericanos: en los neoliberales años 90 Fernando Henrique Cardoso simpatizaba con Bill Clinton. Y en la década pasada Luiz Inácio Lula da Silva expresó, con sobriedad, su inclinación por el candidato demócrata Barack Obama frente al general republicano John McCain. Pero nadie derrapó en la devoción que Bolsonaro cultiva por Trump.
Se trata de una actitud censurada por los excancilleres Celso Lafer y Francisco Rezek, que sirvieron a los gobiernos derechistas de Cardoso y Fernando Collor de Mello y Celso Amorim, el diplomático responsable de la política externa " altiva y activa" durante los dos mandatos lulistas , entre enero de 2003 y diciembre de 2010.
Lula declaró a fines de octubre de 2018 , cuatro días antes de los comicios norteamericanos, que "de la misma forma que Brasil eligió a un metalúrgico, que Bolivia eligió a un indígena (Evo Morales) y Venezuela a Hugo Chávez (..) creo que sería extraordinario que en la economía más grande del mundo un negro fuera electo presidente". Fue durante una visita a La Habana, donde repudió el bloqueo estadounidense contra Cuba, firmó con Raúl Castro un contrato para que Petrobras busque petróleo en el Golfo de México y conversó largo con Fidel.
El comportamiento del actual presidente está en las antípodas de Lula: convirtió a Brasil en un gendarme a través del cual Washington hostiliza tanto a Cuba como a Venezuela, y es posible que en breve haya lo propio contra el inminente gobierno del presidente boliviano Luis Arce.
El mes pasado el secretario de Estado, Mike Pompeo, aterrizó en el estado amazónico de Roraima, en la frontera con Venezuela, donde el funcionario se pronunció por deposición del presidente Nicolás Maduro.
La actitud de Pompeo y el gobierno brasileño, por darle cobertura, motivaron una reunión extraordinaria en el Senado donde parlamentarios reprobaron que Roraima se haya convertido en una tribuna al servicio de la "campaña" electoral de Trump, destinada al estado de Florida, donde hay un electorado antichavista.