“Nuestro peor momento llegó con los Kichner”. La frase fue tapa de la edición de Página/12 del 16 de febrero de 2012. La pronunció Jorge Rafael Videla, en una entrevista que dio desde Campo de Mayo a una revista española, junto a otras linduras: agradeció los servicios prestados a la Iglesia católica, admitió que el gobierno de facto también tuvo colaboración del empresariado, justificó el golpe y la represión y se presentó como víctima de “la venganza” de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Pasadas las lisonjas momentáneas del poder, un gobernante podrá llevarse muchas cocardas a eso que queda guardado como “la Historia”. La de sus enemigos declarados es una posible, con todo su peso definitorio.
El repaso de los años de gobierno de Néstor Kirchner impresiona por lo veloz de las transformaciones, por lo osado de los enfrentamientos, por los logros en un rumbo que en muy poco tiempo se planteó claro. “O inventamos, o erramos”, recuerda Alicia Castro que se citaba en los comienzos al caraqueño Simón Rodríguez, con la certeza de que no sólo restaba todo por hacer, también de que había formas nuevas y, por qué no, creativas, de hacerlo.
Así fue a solo dos meses de gestión. Kirchner inauguró su estilo de gobierno, sintetizaba la tapa de Página/12 del 28 de mayo de 2003. “Se fue con su ministro de Educación a Entre Ríos para destrabar el larguísimo paro docente”. La foto mostraba a NK firmando el acuerdo, flanqueado por Daniel Filmus y la entonces titular de Ctera, Marta Maffei. El hito se suele mencionar pero sus detalles merecen ser repasados: Los docentes entrerrianos no cobraban sus salarios desde hacía tres meses. En la provincia las clases prácticamente no habían terminado el año anterior y mucho menos habían empezado en 2003. Tras el acuerdo la Nación pagó toda la deuda con los maestros, la provincia se comprometió a respetar en adelante los salarios de sus docentes, se pensó en modos de recuperar contenidos.
Hugo Yasky recuerda en el libro Néstor, el hombre que cambió todo cómo conoció la famosa “libretita negra” en la que NK anotaba los números de la economía. Que lo había invitado a juntarse con “el Pálido” (así llamaba a Lavagna). Que le había preguntado “qué es eso de la ley de financiamiento que ustedes proponen para la educación”. Que tiempo después, citado a la Rosada con Tito Nenna, le mostró el plan que apostaba a aumentar la inversión educativa 20% por año, durante un quinquenio, llegando así a duplicarla. Los fondos surgirían del excedente del PBI. “Yo tragué saliva y le dije: ‘Néstor, si vamos con esto a la Ctera nos sacan cagando’, recuerda el dirigente que le dijo. Y recuerda también cómo el Presidente lo convenció, con esa vehemencia militante que quienes lo conocieron destacan en él. Cómo luego “sacándole punta al lápiz” surgió la idea del fondo de financiamiento con blindaje y asignación directa para la educación, para impedir que se destinara a otros rubros.
“Llegamos sin rencores y con memoria”, recogía la crónica de Página/12 el discurso de asunción del 25 de mayo de 2003. “Kirchner asumió criticando ‘las ganancias de los grupos más concentrados de la economía’. Con un tono socialdemócrata, de peronista laico, prometió mantener el equilibrio fiscal, ubicó el Mercosur como proyecto estratégico. Reivindicó la generación de los ‘70, la épica de la inmigración y la escuela pública”, repasaba Martín Granovsky. Luego está la frase recordada: “Formo parte de una generación diezmada. Castigada con dolorosas ausencias. Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada.”
La tapa de Página del 25 de marzo de 2004 recoge otra frase que hoy es histórica: “Vengo a pedir perdón en nombre del Estado”. Fue el día que bajó los cuadros, esa bisagra. Allí firmó el traspaso de la Esma a los organismos de derechos humanos para transformar al más emblemático centro de detención ilegal, tortura y muerte, también maternidad clandestina, en un espacio de memoria, y para sentar las bases de una política de derechos humanos que fue una marca de gobierno. Hoy parece hasta lógico; el gobierno de Menem había intentado demoler el edificio y volverlo “parque de la reconciliación”, pruebas de juicio incluidas.
Están también los enfrentamientos, que leídos desde el presente suenan tan “de otra época”: “Ni una lata de aceite”, aparece citado el entonces Presidente en la edición del 11 de marzo de 2005. “Kirchner le subió la apuesta a Shell y llamó a un boicot contra sus productos”. Al día siguiente se destacaba que el entonces titular del FMI, el español Rodrigo Rato, había salido a pedir “respeto por la iniciativa privada”. Dios los cría, titulaba Página. En las fechas siguientes abundan los cantos de sirena al “cuco de los mercados”, casualmente agitado por estos días por otro expresidente. Pronósticos errados que giraron de rumbo tras la noticia del 4 de enero de 2006: “Se canceló toda la deuda con el FMI”, incluida la aclaración de Martín Redrado: “ahora hay más reservas que a fines de 2004”.
En el repaso de la historia es posible ubicar la irrupción de Néstor Kirchner, en aquellos turbulentos días posteriores a la cuasi disolución del país, como un error de cálculo. Muchos de quienes fueron sus más cercanos, al mismo tiempo, relatan el modo en que tanto él como CFK tenían muy bien planificada la “refundación” del peronismo como movimiento capaz de llegar al poder para transformar; el tiempo y las etapas que debían darse para lograrlo. Entre el error de cálculo ajeno y el cálculo político que este militante trajo desde un sur que muchos no podían ubicar en el mapa, surge el “hecho maldito” que son los Kirchner.
Los restos de Néstor Kirchner descansan en Río Gallegos, su ciudad natal, junto a los de sus padres. Visitar su panteón es acceder a una intimidad que de algún modo también lo define, en la que se adivina además la mano de Cristina Fernández de Kirchner. Aparecen recuerdos del tipo llano y simple que todos evocan. Otros del hombre que, junto a sus pares, cambió el mapa regional. Se relata la historia argentina. Sobre el cajón de Néstor alguien acomodó amorosamente los objetos elegidos en la despedida final: la camiseta de Racing, la de H.I.J.O.S., el pañuelo de las Madres. Y, doblado como si recién llegase del kiosco, un ejemplar de Página/12. “Nuestro peor momento llegó con los Kirchner”, se lee en la tipografía que identifica al diario, junto a la foto del genocida. El premio que se lleva este error de cálculo.