El silencio de Cristina Kirchner había desorientado a una oposición con pocas ideas. Hubo un analista tan cansado de insistir en que ella es el verdadero gobierno que cuando vio el resultado de las elecciones en Bolivia, volvió a la carga: “ganó Arce, pero todos sabemos quién va a gobernar”.
Sabía que por poco que hiciera, iban a decir eso. Así que asumió un perfil ultrabajo, volcado sobre todo a su responsabilidad en el Senado. Otra referente cultural del universo opositor afirmó que “Cristina administra su silencio como Greta Garbo”. Es gracioso.
Como no podían hablar sobre lo que decía, hablaban de lo que no decía. La mayoría de las veces, lo que no se dice es insondable, lo cual no fue obstáculo para que aparecieran analistas políticos muy serios especializados en los diversos significados y significantes del silencio de la ex presidenta.
El silencio quería decir que estaba conspirando contra la Justicia. El silencio de Cristina le hacía daño a Alberto Fernández porque --decían-- ponía en evidencia que era ella la que realmente gobernaba. Cómo sería si hubiera hablado. El silencio de Cristina le daba “centralidad política”.
Otro analista, mucho más serio que Piñón Fijo, tituló su columna “El sospechoso silencio de Cristina Kirchner”. Reconocía que él solamente tenía tres ideas: “Una, es la siguiente. ¿Sabés por qué Cristina Kirchner no habla?” Otra es: “¿Sabés por qué su silencio es cada vez es más estruendoso?” Y la tercera: “¿Sabés por qué no apoyó ni una vez públicamente, a su jefe institucional, el Presidente de la Nación, Alberto Fernández?"
Es como darle mil vueltas a la misma situación y escribir libros enteros sobre ella sin anotar lo que está a la vista, lo más importante. Si la ex presidenta no apoyara al gobierno, se hubiera producido una crisis política de proporciones, lo cual no ocurrió, sino más bien todo lo contrario. El fuerte de este gobierno ha sido poder mantener la unidad de las fuerzas que lo respaldan.
En cambio, la crisis política la tiene la oposición. Y no precisamente por el silencio de Mauricio Macri. Cada vez que habla se dan codazos para aclarar que no están de acuerdo, ni tienen nada que ver con él. El hombre aparece queriendo recuperar un liderazgo irremediablemente resquebrajado.
Cristina Kirchner eligió un lugar cuando convocó a Alberto Fernández a encabezar la fórmula del Frente de Todos. Y lo asumió con enorme madurez política, al igual que Alberto Fernández. Es la diferencia entre políticos que asumen su responsabilidad como tales y políticos cuya mayor viveza es decir que no lo son.
En este décimo aniversario del fallecimiento de Néstor Kirchner, la expresidenta asumió el protagonismo que le reclama la fecha a través de una serie de reflexiones que difundió por las redes y recordó que no asiste a los homenajes que se realizan todos los años este día.
Hay bastante más de tres ideas, así que los especialistas en silencio tendrán que hacer un esfuerzo extra.
Cada quien hará la reflexión que le parezca sobre el escrito que hizo circular la expresidenta. Es lógico que lo haga en esta fecha, no hay lugar para conspiraciones, ni segundos sentidos, ni entrelíneas envenenadas. Son las reflexiones de una protagonista destacada sobre temas que la involucran. “Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella podemos hacer cualquier cosa, menos ignorarla” dice casi al final, al referirse a la problemática económica. La oposición, sobre todo los más antiperonistas, tendrían que seguir ese consejo.