El trailer del nuevo videoclip de Calenna adelanta una historia misteriosa con ambientación de época en Villa Ocampo. Perlas, encaje, ventanas soleadas, tazas de té, gotas de ¿veneno? y una pianista enrulada de espaldas, aparentemente al acecho. Hay expectativa por el cortometraje a estrenarse esta noche en la vuelta a cartelera del espectáculo revelación de la temporada, luego de funciones a sala llena. La música “ligera”, con sus emotivos y cinematográficos climas musicales, es la categoría donde Calenna prefiere ubicar sus composiciones. Madre docente, padre bandoneonista, un disco en su haber (Demoliendo años), muchos años en Buenos Aires y una nueva etapa en su vida a menos de cincuenta metros de la costa.
Calenna: El invierno es muy hostil. Hay tormentas, sopla mucho. Abrís la puerta del departamento y tenés en frente un mar agresivo, gris, que está como enojado y, al mismo tiempo, es pacificador. En los balnearios chicos tenés que tener un espíritu fuerte, porque no es fácil. Es bravo pasar del ruido al silencio absoluto.
¿Sos un poco ermitaña?
–Soy sociable pero me gusta estar en la tranquilidad de mi casa. Acepto las visitas pero hay un momento en el que ya quiero que se vayan. Compongo acá.
¿Por qué elegiste esta ciudad para vivir?
–Me vine para no sofocarme. Es un cambio muy fuerte que va más allá de una ciudad. Te preguntás si realmente es una locura dejar una vida de seguridad laboral. Pero las ganas de vivir como querés en algún momento se van a abrir paso, a los cuarenta, a los sesenta... en el último minuto de agonía. Claro, es más lindo que sea cuanto antes pero siempre hay tiempo.
¿Está cambiando la sociedad para recibir a las identidades trans?
–Soy una apasionada de la Historia y eso me lleva a pensar que los comportamientos son cíclicos. Estamos en un momento de apertura cultural como lo estuvieron los griegos hace dos mil años y después pasaron a un conservadurismo. Se han conseguido leyes pero se sienten impuestas. Piensan “ok, está la ley pero a mí igual no me caés”. Por otro lado hay una gran comunidad trans de muy pocos recursos culturales que no puede penetrar en las pequeñas fisuras de una sociedad artificial y navegar sin ser cuestionada. Se necesita mostrar otros modelos de identidad. Trans en guardapolvo, contadoras, abogadas, maestras.
¿Cómo es trabajar con una propuesta musical como la tuya en medio de la temporada?
–Mar del Plata está acostumbrada a recibir todo envasado y me parece que está bueno que los marplatenses se den cuenta de que pueden autogestionar producciones de calidad y salir del estereotipo típico de música. No es fácil dar ese paso. No es fácil ahora ni lo fue en la época de Mozart, que era un cráneo pero en ese entonces el apellido italiano ya te daba una posibilidad mayor de conseguir trabajo. Esto de abrirse paso adentro de la cultura va más allá de la identidad sexual. Mar del Plata tiene en teatro independiente con obras del carajo, hechas por gente de acá pero el turista cuando viene se compra churros, pizza, harina (antes se venía a comer mariscos) y va a mirar las caras que conocen. ¿Cómo hacés para decirle a esa persona que Fulano, que no sabe quién es, hace buen teatro? Es difícil.
Tu equipo es grande... percusión, cuerdas, guitarra, bajo, vientos, bronces.
–Ensayamos una vez por semana. No creo que sea ideal ensayar más que eso. El ensayo es el resultado de lo que vos hayas estudiado. No venís a estudiar sino a ensamblar. El espectáculo recrea el estilo de grandes orquestaciones con cambios rítmicos constantes. Después de cada pieza de música cuento una breve historia de por qué se llama así y en qué me puse a pensar para componerla. l
Viernes 7, a las 21, en Sala Melany, San Luis 1750, Mar del Plata.