“Cuando veo cómo utilizan el poder, cómo la Iglesia encubre a los responsables, siento que estoy luchando contra algo muy grande”, señaló a Página/12 Ingrid Figueroa Cruz, denunciante contra el cura Moisés Pachado, imputado por los delitos de “abuso sexual con acceso carnal” y “abuso sexual simple”. Este martes la Cámara de Apelaciones en lo Penal de San Fernando del Valle de Catamarca debía expedirse respecto de la solicitud de prescripción de la causa, presentada por la defensa de Pachado, pero postergó la audiencia para el 9 de noviembre. “Si el Tribunal establece la prescripción de la causa, vamos a recurrir a la Corte de Justicia de Catamarca”, señaló Sebastián Ibáñez, abogado querellante. Previo a la fecha de la audiencia, la denunciante junto a distintos colectivos feministas y junto a la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos, se manifestaron en la ciudad de Belén.
“Yo sé que en términos legales esto recién empieza, pero mi lucha viene desde hace muchísimos años”, afirmó Figueroa Cruz. Los hechos que la mujer relató en la denuncia contra Pachado sucedieron en 1997, cuando ella tenía nueve años y vivía junto a su madre y sus abuelos en la localidad de Hualfín, en la provincia de Catamarca. “El cura Pachado era parte de la familia. Usaba el auto de mi mamá, se quedaba a cenar, entraba a mi casa sin tocar la puerta. Mi familia siempre fue muy creyente”, señaló Figueroa Cruz. Un domingo, después de misa, Pachado le pidió que se quedara en la capilla para ayudarlo a ordenar. “Cuando todos se fueron me llevó a la sacristía, me besó y empezó a tocarme. Después me obligó a que le practicara sexo oral. Yo no conocía ese lugar pero me acuerdo --porque esa imagen volvió a aparecerme en pesadillas-- de una cruz con un Cristo que había ahí y que me pareció que era enorme”, relató la denunciante y explicó que “no entendía lo que estaba pasando, no había tenido ningún tipo de educación sexual, ni siquiera sabía lo que eran las relaciones sexuales, pero sabía que algo estaba mal”.
Desde ese domingo Figueroa Cruz tuvo que cargar con lo que había pasado. “Apenas volví le conté a mi mamá pero no me creyó. Hoy pienso que hizo lo que pudo, pero durante muchos años estuve enojada con ella”, señaló la mujer y relató que Pachado siguió visitando a su familia: “Cuando él venía yo me escondía o intentaba irme. A veces me pasaba a buscar una amiga, a la que le había contado lo que había pasado. Si estaba en casa me obligaban a saludarlo, porque se consideraba irrespetuoso no saludar a un cura. Él me abrazaba muy fuerte, era impresionante la fuerza que tenía, y después me hacía sentarme sobre sus piernas. Era cuestión de minutos, de que alguien nos dejara solos, y ya aprovechaba para manosearme”.
Las visitas del Pachado en la casa de Figueroa Cruz se repitieron durante dos años, hasta que el sacerdote se trasladó a la capital provincial y llegó a Hualfín un nuevo cura, Dardo Olivera. “Como pensaba que era yo la que había hecho algo mal, me confesé y le conté al nuevo cura todo lo que había pasado. Estaba muy arraigado el tema de los pecados y la culpa, y necesitaba alguien que me ayudara, que me escuchara”, relató la mujer.
A pesar de que el sacerdote la escuchó y fue con él con quien habló sobre el tema durante más de diez años, cuando en 2018 ella denunció penalmente a Pachado, Olivera no se presentó a declarar. “Dijo que no se acordaba de nada. Cuando me enteré, entré en un estado de nervios, de desilusión, porque él era la persona que me acompañaba siempre”, señaló Figueroa Cruz.
“A los quince años volví a encontrarme con Pachado. Me había mudado a la ciudad y vivía en un colegio pupilo, donde también vivía una familiar suya. Una vez vino de visita y me vio. Cuando se acercó a abrazarme, y me abrazó de la misma manera en que lo hacía cuando era chica, volví a sentir todo lo que había pasado ese día en la Iglesia”, explicó la denunciante, que empezó a desmayarse en las clases, a tener pesadillas y a sufrir de insomnio. Llamaron a la madre y le hicieron estudios, pero su cuerpo estaba bien, “los médicos dijeron que era algo psicológico, y ahí mi mamá entendió, y por primera vez me creyó”.
Sanar de a poco
“Empecé a sanar tanto dolor cuando hice la denuncia”, señaló Figueroa Cruz. La posibilidad surgió en una movilización, cuando escuchó “una canción que hablaba de curas abusadores”. “Apenas escuché me largué a llorar. Una amiga, con la que estaba en ese momento, sabía lo que me había pasado y me abrazó, y ahí se acercaron un montón de otras compañeras a contenerme”, relató la mujer y explicó que “empezamos a averiguar cómo podíamos hacer la denuncia, pero los abogados nos decían que había pasado mucho tiempo, que iba a ser un proceso desgastante, así que me rendí”.
Pasaron los años, y en diciembre del 2018, al escuchar a la actriz Thelma Fardín cuando denunció a Juan Darthés, Ingrid sintió que debía hablar y publicó un texto en sus redes sociales. “Lo decidí sola. Pensé: esto tiene que saberse, no puedo taparlo más, y me puse a escribir casi sin leer lo que ponía. Después publiqué las fotos del cura, y entonces empezaron a hablarme otras personas que habían pasado por lo mismo que yo”, relató Figueroa Cruz.
Con la publicación, su caso llegó a la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos, quienes se pusieron en contacto con ella, y a través de la organización se encontró con Silvia Barrientos, la abogada que la acompañó durante la denuncia. “Tuve que volver a vivir todo otra vez. Fue muy fuerte pero cuando terminé de declarar me sentí aliviada. Ahora tiene que actuar la Justicia, no sólo por mi caso, sino para demostrarle a las demás víctimas que hay alguna esperanza”, señaló Figueroa Cruz. En Catamarca otros dos curas, José Renato Rasguido, ex párroco de Andalgalá, y Juan de Dios Gutiérrez, a cargo de la parroquia de Belén, están imputados por delitos de abuso sexual.
Un jerarca de la Iglesia catamarqueña
Moisés Pachado tiene el título de Monseñor y es Vicario general y Rector de Santuario de la Catedral Basílica de San Fernando del Valle de Catamarca. “Pachado es un jerarca de la Iglesia, que pertenece a una familia terrateniente del departamento de Belén”, señaló Ibáñez y advirtió que “cuando estaba en Hualfín presionó para que lo trasladaran a la capital, donde escaló hasta una de las posiciones más altas dentro de la Catedral. Ahora lo resguarda el Obispado, pero sus abogados no tienen pruebas para defenderlo”.
En noviembre de 2019, el fiscal de Belén Jorge Alberto Flores imputó al cura Pachado por los delitos de “abuso sexual con acceso carnal” y “abuso sexual simple”, sucedidos en 1997 y agravados por ser “ministro de culto religioso”, tras lo cual la defensa apeló, solicitando la prescripción de la causa. El próximo 9 de noviembre el Tribunal de la Cámara de Apelaciones en lo Penal, compuesto por los jueces Edgardo Rubén Álvarez, Marcelo Soria y Mauricio Navarro Foressi, deberá expedirse sobre si da lugar a la solicitud de la defensa del cura Pachado, ante la cual ya se había pronunciado el juez de Garantías de Belén, Oreste Piovano, en un fallo en el que consideró que “el abuso en los niños y niñas es imprescriptible”.
Informe: Lorena Bermejo