Escribir poesía es una forma de vida. Diane di Prima, que murió el domingo 25 de octubre en San Francisco, a los 86 años, como consecuencia del Parkinson que padecía hace unos años, fue una gran poeta feminista de la generación beat desplazada a la sombra de los patriarcas, como si fuera un apéndice de Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William Burroughs y Lawrence Ferlinghetti, entre otros. Los vagabundos del dharma, los desencantados y fugitivos, pioneros de la contracultura zen y la libertad sexual, se olvidaron de nombrar a las mujeres. Di Prima, que publicó más de cuarenta libros, luchó para visibilizar la obra de los poetas de vanguardia en la modesta editorial Poets Press, como la de su amiga la poeta y activista afro-queer Audre Lorde (1934-1992); y escribió poemas sobre el aborto, sobre la menstruación o la crianza de sus cinco hijos: “Soy una mujer y mis poemas/ son los de una mujer: fácil de decir/ esto. La hembra es dúctil/ y/ (golpe tras golpe)/ construida para masoquista/ calma”, se lee en uno de los poemas traducido por Juan Arabia en Buenos Aires Poetry.
Di Prima –que nació el 6 de agosto de 1934 en Brooklyn- siempre recordaba la importancia que tuvo su abuelo materno, Domenico Mallozzi, un activo anarquista que le hablaba en italiano. A los 14 años, después de leer a John Keats, supo que quería ser poeta. Llegar después a Ezra Pound le permitió completar su formación inicial. Solía decir que había estudiado poesía con Keats y Pound. “Las cartas de Keats me dijeron todo lo que necesitaba saber hasta que encontré el ABC de la lectura (de Pound)”. Ella aprendió un poco más cómo dominar “los componentes básicos de la poesía: la imagen, la danza del lenguaje y la música de las palabras”. Su primer libro de poesía, This Kind of Bird Flies Backward (Esta especie de pájaro vuela hacia atrás), lo publicó en 1958. Una noche de fines de la década del 50, Di Prima, que ya era madre, estaba en una fiesta en la casa de Ginsberg. Antes de la medianoche, la poeta anunció que se iba a su casa para relevar a su niñera. Kerouac, que también estaba invitado, gritó: “A menos que te olvides de tu niñera, nunca serás escritora”. Quizá en ese momento comprendió cabalmente el lema anti patriarcal de Lorde: “No se puede desmontar la casa del amo con las herramientas del amo”.
Antes de mudarse a California, vivió en la comunidad psicodélica de Timothy Leary en Millbrook (Nueva York) durante seis meses, entre 1966 y 1967. Di Prima estudió budismo, sánscrito y alquimia y se dedicó a la enseñanza de técnicas de escritura durante más de cuarenta años. En Memorias de una Beatnik (1969) repasa sus experiencias como parte de la generación beat; Revolutionary Letters (Cartas revolucionarias, 1971), libro dedicado a Bob Dylan, se despliega como una serie de poemas sobre sus ideas políticas y sociales, y Loba (entre 1978 y 1998), su proyecto poético más ambicioso, es considerado el Aullido femenino. En la tradición de la narración oral estadounidense, la loba representa a la Madre Tierra que deambula recolectando huesos. Cuando logra reunirlos, canta para resucitar al lobo. Cuanto más intenso es el canto, cuanto más se prologa en el tiempo, más fuerte se vuelve el lobo, que finalmente corre hacia el horizonte.
Excepto Memorias de una beatnik, ninguno de sus libros de poemas está traducido al castellano. Hay algunas traducciones parciales en antologías como Beat Attitude, una edición bilingüe de Annalisa Martí Pegrum que recoge la voz de diez poetas beat, entre las que se destacan Leonore Kandel, Denise Levertov y Elise Cowen, entre otras; y Contéstame, baila mi danza (1984), 13 poetas norteamericanas, reeditada y ampliada en 2019, con traducción y prólogo de la poeta Diana Bellessi: “¿Puedes poseer tierra/ puedes tener casa/ poseer derechos sobre el trabajo de otros/ (acciones o fábricas o dinero prestado a interés)/ Y qué piensas del producto de lo mismo,/ cosechas, autos/ aviones arrojando bombas,/ puedes poseer propiedades/ para que otros te paguen una renta/ A quién pertenece el agua/ A quién pertenecerá el aire/ cuando enrarezca?/ Los indios americanos dicen que un hombre/ no puede tener más de lo que logre/ cargar sobre su caballo”, dice la loba más indómita que logró desmontar la casa del amo.