Caminaba por Avenida de Mayo una calurosa mañana a inicios de 2015 cuando me topé con una vidriera llena de carteles coloridos, fileteados, pintados a mano. Bien ubicado uno en el centro lucía uno con el refrán popular: “Si la mujer fuera buena Dios tendría una”. 

No pude evitar detenerme… Otra vez el desprecio disimulado en un intento de humorada. Esta vez me impactó más, tal vez, porque esa misma mañana una joven había subido a Facebook una foto con su cara desfigurada por los golpes que le dio su novio, un fortachón atlético con músculos agrandados por las pesas y los anabólicos. Una semana antes, una jovencita de 15 había sido asesinada en una playa tranquila de Uruguay. 

A pesar de esas noticias y del aumento de mujeres que denuncian estar sometidas a diferentes expresiones de violencias se insiste en nuestra sociedad -y en otras- en la idea de que mujeres y varones hemos llegado ya a la igualdad y que, entonces, las argumentaciones acerca del valor de los feminismos y el periodismo especializado en derechos humanos de las mujeres ha perdido razón de ser. Renovadas las mentiras del heteropatriarcado logran que otra vez compremos espejitos de colores. 

La frase de Aristóteles: “El amo es superior al esclavo, el adulto es superior al niño, el varón es superior a la mujer” acompaña mis presentaciones y clases desde siempre, tanto que ya me acostumbre a verla y ya no me sorprende. Eso nos sucede. Nos acostumbramos tanto que no nos sorprende porque la costumbre anestesia. 

Aquellas máximas aristotélicas, que parecen tan lejanas, mantienen su potente eficacia en la actualidad, solo que nos es difícil darnos cuenta porque, si fuéramos conscientes de la vigencia de esas ideas que señalan superioridades, esa manera orgullosa de mirarnos como se mira a sí misma una sociedad que ha logrado romper las cadenas se haría añicos. 

Vivimos en un espejismo de igualdades que apoyándose en logros reales y avances inequívocos desmienten que están vivas la cultura androcéntrica, la mirada machista y la valoración estereotipada de roles a los que se hace aparecer como determinados por la naturaleza. Así, el sistema logra que también nosotras sostengamos las mentiras del patriarcado a pesar de la intuición del daño. 

El informe del Banco Mundial presentado en Washington en 2014 le pone cifras a estas cuestiones: más de setecientas millones de mujeres son víctimas de diferentes formas de violencia de género en el mundo. Si la tendencia actual se mantiene, en el próximo decenio, más de ciento cuarenta y dos millones de mujeres serán casadas, sin su consentimiento, antes de los 18 años. Sobre un grupo de treinta y tres países en desarrollo el 41 por ciento de las mujeres aseguran que no se animarían a pedirle a su pareja masculina que use preservativos. La igualdad es todavía un concepto lejano para ese 41 por ciento que, sin embargo, diría que goza de libertad sexual. 

* La autora es psicóloga y periodista feminista. Autora del libro Violencias de género. Las mentiras del patriarcado, de Editorial Paidós, del que se toma un fragmento de la introducción.