¿Sobre qué cuerpos recaen el castigo, el descarte y la precarización? ¿Sobre los que algunxs prefieren leer como vulnerables o sobre cuerpos en lucha? La trabajadora de apps y activista Laura Cáceres está bloqueada y castigada desde el 11 de septiembre por la empresa Pedidos Ya, aduciendo que dos días antes de esa fecha no había realizado las entregas de locales gastronómicos en Pilar, “en tiempo y condiciones”. Ella respondió a la amonestación virtual con otro correo electrónico, tratando de explicar que los pedidos habían llegado a sus compradoras, y éstas a su vez se solidarizaron y también dieron cuenta de la conformidad en mensajes virtuales. Nadie en esta cadena de sororidad y alegatos cibernéticos obtuvo alguna respuesta de quien quiera que sea el o la que apreta las teclas de eso que se anuncia como la profesión del momento, cuando definida con más justeza podría llamarse la nueva esclavitud del siglo veintiuno. Pero en la Argentina de los 34 Encuentros Plurinacionales hay tradición de lucha feminista y sindical, y Laura es una referenta de la Red de Trabajadores Precarizados y de la Asamblea Nacional de Trabajadores de Reparto, que pelea por condiciones de trabajo dignas. En un telegrama laboral que envió a la empresa remarca que su despido es persecutorio y antisindical, porque hace tiempo se organiza junto con trabajadorxs de otras aplicaciones para exigir además el aumento del pago por pedido. “Estamxs cansadxs de tener trabajos donde nos vulneran, nos despiden todo el tiempo y nos precarizan”, advierte. “Pedidos Ya me despide por organizarme con los repartidores, con las familias de Guernica que pelan por vivienda y por todxs lxs que luchan por sus derechos.”

Cuando en junio comenzó a debatirse la regulación del sector en la Ciudad, legisladorxs de la oposición hablaron de “fraude laboral”, del incumplimiento de requisitos básicos, de la ausencia de un registro para la habilitación de las plataformas y de la falta de garantías de derechos para consumidores y trabajadores. Las apps forman parte de esa clase financiera desterritorializada y virtual de la que habla Bifo Berardi, porque escapa a la identificación física y acumula ganancias, mientras derrama precarización sobre un cuerpo social agotado, que fallece a diario en las calles. “Así como a mí, a un montón de gente le pasa lo mismo, porque las aplicaciones se manejan así y nos dejan en la calle sin poder siquiera hablar con algún jefe, ni oficina, nada. Porque no figuramos en ningún lado, nos descartan como si nada. Por eso peleo para que me devuelvan mi cuenta”, dice Laura, que intenta recuperar derechos y construye memoria urgente. “Soy de Corrientes y vine a Buenos Aires con mi familia a los 12 años, porque allá nos estábamos cagando de hambre. Pude terminar el colegio a la noche porque trabajo desde piba limpiando casas, cuidando chicos, de mesera o en las cocinas, y vendí tortillas en la ruta para llegar a fin de mes. Como todos, siempre me la rebusco, y esta vez no me voy a quedar callada. De chica me enseñaron que cuando algo es injusto hay que pelear por que no sea así y que no pase más.”