Las películas de pupilos en escuelas exigentes, rigurosas en la consecución de la currícula –en sus múltiples variedades, que van de El joven Törless a la saga Harry Potter y de Mädchen in Uniform a If…–, atraviesan la historia y entierran sus raíces en la literatura. Pero el segundo largometraje del italiano Davide Maldi, estrenado mundialmente en la competencia Cineasti del Presente del Festival de Locarno, no se asemeja a ninguno de esos títulos. A tal punto que podría afirmarse, sin temor a equivocaciones, que se trata de un film de una raza única. Con un pie firmemente apoyado en la observación de la realidad, The Young Observant (L'apprendistato en el original italiano) describe las tribulaciones del joven Luca, un estudiante de catorce años recientemente ingresado a una prestigiosa institución dedicada a la enseñanza de la hotelería y la gastronomía en su más alto nivel. La película acaba de ser incorporada a la plataforma Mubi, excelente ocasión para acercarse a un relato que se nutre en partes iguales de la ficción y el documentalismo, entendido este último como registro de la realidad que acontece delante de la cámara.

Luca (el actor no profesional Luca Tufano) es tímido y algo nervioso, un chico dispuesto a seguir los estudios pero un tanto disperso. Más de una vez los profesores se ven obligados a pedirle que deje de moverse o de mirar hacia los costados y se concentren en la clase que se está dictando en ese momento. Relato de crecimiento al tiempo que descripción de un estadio en la vida de todo ser humano, la adolescencia, L'apprendistato (ver crítica aparte) fue filmada en una escuela dedicada a esos menesteres y el reparto –profesores y alumnos– está integrado en su totalidad por miembros del staff y estudiantes de diversos años del lugar. “No me considero un documentalista y no quiero serlo. Sin embargo, en todo lo que hago, intento hallar una colaboración con la realidad”, afirma Davide Maldi en comunicación exclusiva con Página/12 desde Italia. Nacido en Roma, Maldi no estudió la carrera de cine, pero comenzó a trabajar –ya durante el último año de la secundaria– junto a un director, simplemente quedándose en el set. En esa etapa de apprendistato, Maldi también pintaba y su sueño era dedicarse al arte del storyboard. “Pero me encanta el cine y quería encontrar un método que fuera solamente mío”.

La conversación comienza con una breve aclaración sobre el título en italiano y el nombre elegido para la circulación internacional del film. Según el director, el título original, que podría traducirse sencillamente como “El aprendiz” remite al pasado, “al concepto de una persona joven que aprende un oficio junto a su maestro. En el caso del internacional, me interesaba que pudiera tener otras lecturas. En la palabra observant (observador, pero también aplicado o perceptivo) está incluida la palabra servant (sirviente) que remite a otros significados”. Luca observa e intenta seguir las reglas de la escuela, como así también las indicaciones respecto de cómo doblar una servilleta, acomodar las sillas alrededor de la mesa o llevar dos docenas de copas en una única bandeja sin conjurar el desastre. “Como en mi película anterior, Frastuono (2014), comencé el trabajo con un esquema similar al de un guion convencional, pero sin los diálogos. Me sucede que, si no encuentro en la vida real la historia que plasmé en el papel, no puedo hacer la película. Luego de escribir el relato básico de The Young Observant comencé a buscarlo en la realidad pero, antes que nada, debía encontrar a un muchacho joven en una escuela donde se aprendiera un trabajo similar al que había imaginado. La conexión con la realidad comienza por allí”.

-Durante la presentación en Locarno, dijo que uno de los gérmenes o apoyos esenciales del film fue el libro Instrucciones a los sirvientes, escrito por Jonathan Swift y publicado en 1745 luego de su muerte.

-Leí muchos libros de antropología, algunas novelas, cosas que me acompañaron durante el armado de la estructura. El libro de Swift es un pequeño manual de sugerencias para jóvenes sirvientes. Intenté comprender cómo podía trasladarse ese viejo libro a una historia contemporánea.

-¿Era importante encontrar una escuela real dedicada a la educación de los futuros empleados de restaurantes?

-Así es. Es todo real: una escuela que educa a los alumnos para poder servir en lugares de categoría, por lo que el nivel de exigencia hacia los estudiantes es muy alto. Intenté mostrar la escuela desde los ojos del protagonista. Para ello, creé una atmósfera un poco más claustrofóbica de lo que es en realidad. Eso forma parte del proceso de crear una película y en el montaje final es evidente que se trata de una ficción. Hay un diseño de sonido que crea una atmósfera específica, la música también apoya eso. De todas formas, la escuela real es tal y como se la ve, aunque sin mi filtro, por llamarlo de alguna manera.

-Seguramente la elección del reparto tuvo que ver precisamente con esa preferencia por lo real.

-Todos ellos son estudiantes reales. Hubo un largo proceso para hallar el lugar ideal, ya que buscaba una escuela que tuviera un aspecto particular. En el comienzo, el “casting” fue el de la escuela. Tuve mucha suerte de hallar ahí mismo al protagonista, porque para mí la conexión con la realidad también tiene que ver con no alterarla. Quería entrar en esa realidad para poder crear una colaboración. Y si no hallaba a todos los personajes en esa escuela de Domodossola, el Istituto Alberghiero Mellerio Rosmini, probablemente hubiera cambiado de locación. Pero allí encontré a Luca y cuando vi sus ojos, que transmitían timidez pero también algo salvaje, entendí que si trataba de formar una amistad, una conexión, podía llegar a descubrir algo que los maestros no podían ver en la vida cotidiana. Al mismo tiempo, Luca es pelirrojo y era como mirarme a mí mismo en un espejo. Fue una afortunada acumulación de cosas. Me gusta mucho trabajar sin actores y mantenerse cerca de la realidad para contar algo sobre la vida contemporánea. Uno de los maestros contemporáneos en ese sentido es Pedro Costa.

-Hay algo salvaje, precisamente, en Luca, un nerviosismo que los docentes lo logran controlar o atemperar.

-Entre otras razones, quise hacer esta película para saber cómo se le puede enseñar a un joven a permanecer quieto, a domesticarlo a los catorce años. Pude haber sido yo quien llevó la historia del film al lugar, pero ese aspecto es la realidad. ¿Cómo acercarse a ese tipo de trabajo a esa edad? Es muy difícil.

-En su película anterior el protagonista también era un adolescente ¿Por qué le interesa esa etapa de la vida?

Es un período que me gustaría volver a vivir. Siento que perdí muchas oportunidades de aprender cosas a esa edad. Tampoco tuve un guía que me dijera la verdad. Por eso decidí crear una suerte de trilogía que hablara sobre tres etapas distintas de la adolescencia. Frastuono trata sobre un personaje que ingresa a un lugar desconocido y no sabe cómo moverse; esa percepción tan humana, que nosotros llamamos spaesamento en italiano. The Young Observant, en cambio, es un film sobre el camino que se le impone a un joven de catorce años. La tercera película debería ser sobre una adolescente que se ve obligada a resolver los problemas de toda su familia. De alguna manera, el recorrido va desde alguien que no sabe moverse en la vida hasta alguien que debe hacerse cargo de muchas cosas.

-¿Hubo improvisación durante el rodaje? ¿Fue mucho el material filmado respecto de la versión final?

-Escribí mucho junto a la coguionista, Micol Roubini, y la etapa de escritura continuó durante el rodaje. Decidimos filmar a lo largo de todo un año, el primer año de estudios para Luca. Todas las escenas provienen de la realidad y durante el rodaje estoy solo: yo mismo hago la cámara, el sonido. Una de las cosas más importantes para mí es estudiar antes de filmar; no quiero ser uno de esos directores que hablan todo el tiempo y detienen lo que está ocurriendo en la realidad. Me ayudaron los momentos en los que la escuela estaba vacía y los únicos elementos artificiales de la película son mínimos, como cambiar la locación del lugar donde se imparten algunas de las clases. Hice un poco de escenógrafo también, sacando un almanaque de la pared o moviendo una lámpara. Pero no más que eso. En cuanto a la dirección de actores, nunca les pedí que hicieran algo más de una vez. Siempre fue una única toma. Con la notable excepción de la escena del jabalí, que se filmó dos veces, un momento basado en algo que me contó el propio Luca. El montaje fue muy sencillo: dos meses en total, pero muy relajados, ya que todo fue planeado con anticipación.

-Es innegable la fascinación que sentimos por las historias ubicadas en escuelas donde el rigor se les impone a los alumnos como una forma de vida.

-Otra película que me sirvió como guía es El delivery de Kiki, de Hayao Miyazaki, en la cual una aprendiz de bruja debe dejar ese mundo para aprender un oficio. Me gusta mucho esa dimensión sobrenatural. En el caso de mi película, el oficio que le transmiten al protagonista no es nada sencillo y sólo se puede enseñar de esa manera rigurosa. No hay otra forma, sólo con esa disciplina. Es cierto que los maestros son muy severos, pero dicen la verdad. No mienten. Dicen “si querés este trabajo, si querés pertenecer a esta sociedad, tenés que comenzar por el piso. Nadie quiere escuchar tu opinión en este momento”. Por supuesto, es algo muy fuerte para decirle a un adolescente, pero los maestros no los ven como tales, sino como adultos. Me gustaba la idea de una escuela que, de alguna manera, uno no pueda reconocer en el presente. Como si la escuela misma fuera un limbo, un momento de pasaje. Como en los círculos infernales de Dante Alighieri.

The Young Observant