Finalmente quedó claro que el verdadero reclamo del pueblo chileno era por un cambio de su sistema constitucional; en otras palabras, la lucha en las calles de Santiago era para democratizar su Constitución política, pues solo un nuevo texto constitucional tendría la potencia para satisfacer el reclamo popular, no por “nuevos” derechos, sino directamente por el reconocimiento de derechos fundamentales como a la salud, a la educación o a la seguridad social que no se hayan reconocidos ni asegurados en su -todavía vigente- diseño constitucional.
Pues esa Constitución -que siempre vale recordar- fue pensada, redactada y sancionada en el esplendor de la dictadura pinochetista. El domingo pasado el pueblo concretó el momento constituyente que reclamó con el cuerpo y a viva voz. La sociedad cansada fue en busca de su Constitución y construyó su momento constituyente, pues una reforma constitucional solo nace de dos maneras: de abajo hacia arriba o de arriba hacia abajo y esta diferencia es importantísima porque define prioridades y sobre todo porque propone nuevas estructuras, mecanismos y relaciones de poder.
En conclusión: se define nada más ni nada menos el contenido democrático de la Constitución. No es lo mismo una Constitución motivada por un reclamo popular que una Constitución nacida a partir de pactos originados desde y por el poder.
Guido Risso es Profesor adjunto regular de Derecho Constitucional UBA