Cuando era niño, en la casa de Martín Giménez había una regla de oro: la luz y la radio siempre debían estar encendidas. A toda hora. “Cuando volvíamos, había luz y alguien que hablaba, o música”, rememora el actual gerente artístico de Radio Nacional. Una de las voces que llegaba por ese aparato hecho de válvulas, transistores y una bocina era la de Héctor Larrea. Su historia es la de muchos otros argentinos a lo largo de décadas. Y como Larrea, él también decidió dedicarse a la radiofonía cuando vio en ese medio un potencial sanador. Si Larrea vio volver a sonreír a su madre tras enviudar muy joven, Giménez supo que la radio ayudaba a combatir la soledad en una casa con un padre desaparecido por la última dictadura cívico-militar. Ahora es su ídolo quien cumple 82 años y Radio Nacional lo celebrará con un “zoompleaños”, este viernes 30 en la web de la emisora y él, con la publicación del libro Héctor Larrea, una vida en la radio, que recorre la sorprendente carrera del hombre insignia de la radio argentina.
El libro tiene una apertura (verbigracia: prólogo) del propio Larrea, “mensajes de oyentes”, famosos admiradores e inspirados por el trabajo del locutor, fotos en cantidad (desde publicidades de sus programas hasta presentaciones junto a grandes de la talla de Osvaldo Pugliese) e incluso una playlist a modo de cortinas “entre bloque y bloque” (entre un capítulo y otro, claro), que se replica en esta nota con alguna pequeña diferencia de versiones en algunos temas (la discoteca de Larrea es, por cierto, mucho más rica que la de las plataformas de streaming).
Todo el libro está atravesado por los grandes temas de Larrea: su infancia, su devoción por Carlos Gardel (a quien sigue dedicando un programa en la Nacional Folklórica), Rapidísimo y su vínculo con distintos músicos, como la amistad que lo unió a Osvaldo Pugliese.
“Lo conocí profesionalmente en 2008, cuando me tocaba ser una suerte de conductor del gran conductor: lo pasaba a buscar con mi auto y lo acompañaba a algún evento, como alguna entrega de los Martín Fierro, y en esos viajes en auto surgían mis preguntas, sus anécdotas, como que en 1974 le estrechó la mano a Juan Domingo Perón, que en el ‘84 Alfonsín lo lllamó a Rapidísimo para preguntarle cómo hacía para estar tan flaco, que Néstor Kirchner lo invitaba al Salón Blanco cuando Alberto Fernández organizaba los eventos musicales”, cuenta Giménez. Los músicos, señala, le profesan admiración, pues Larrea siempre puso la música que le interesaba hacer escuchar, sin importar vínculos comerciales. “Alfredo Zitarrosa le agradecía la música que pasaba, Teresa Parodi sonó por primera vez en Buenos Aires en su programa, Víctor Heredia lo mismo, y así tantos otros artistas que aparecen en el libro”.
En esos viajes surgió la idea, explica Giménez, que primero Larrea rechazó “por pudor”. Así que el actual gerente artístico de la radio puso manos a la obra e hizo el libro él mismo.
-¿Te imaginás una radio sin la existencia de Larrea?
-La verdad que no. Es una voz que atravesó el siglo XX desde la comunicación, desde la radiofonía, aunque hizo mucha televisión. Marcó un estilo, generó un molde de conductor, nunca se sentó en la cabecera de la mesa de los argentinos. Siempre estuvo al lado de uno, siempre cercano. Si no era él seguramente iba a tener otro con ese estilo, pero es un estilo único: es un estilo-Larrea y atravesó la radio.
-Algunos dejan su marca y se retiran o al tiempo se convierten en personajes secundarios. Larrea sigue vigente, ¿por qué?
-Creo que sigue vigente porque lo llamás un sábado o domingo y está produciendo para el programa del día lunes. Es curioso, escucha todo el tiempo música nueva. Escucha radio. Tiene cinco ubicadas estratégicamente en su casa. Escucha podcasts, navega por YouTube buscando temas, es un eterno curioso. Creo que eso lo mantiene joven, activo y vigente.
-Hay una imagen pública de Larrea, al que se le “escucha” la sonrisa cuando habla,¿cómo es Larrea fuera del aire?
-Creo que todo artista, y Larrea lo es, crea un personaje para salir al aire y enfrentar a su público. La radio es un hecho artístico, Larrea la encara así. Fuera del aire es bastante melancólilco, soliltario, bastante lobo estepario, como el personaje de Herman Hesse. Como no hace televisión hace rato y hoy vivimos en la era de la imagen, aun siendo una figura popular y que su nombre es reconocido en cualquier lado, él puede caminar por la calle tranquilamente sin que lo reconozcan y le pidan una selfie. Él disfruta eso.
-Un hecho central en la carrera de Hetitor y que de un modo u otro se referencia en buena parte del libro es Rapidísimo. ¿Cómo fue que un programa que hoy consideraríamos humorístico cambió la radio?
-Porque si bien la columna vertebral fue el humor y la música, marcó un camino y un cambio radiofónico porque estuvo muchos años en el aire, Héctor se impuso a modo de trabajo, esfuerzo, presencia: para él estar todos los días en la radio era muy importante. Se tomaba muy pocas vacaciones, uno siempre encendía la radio y estaba Larrea. Eso genera una cotidianidad que sólo la radio permite. Dicen que la radio es el medio más plebeyo y democrático y quue lo único que necesita es honestidad. Me parece que Héctor siempre fue muy honesto en su manera de hacer radio.