Nacho Rodríguez se desploma en el sillón del patio interno de la casa de Almagro que funciona como búnker de Onda Vaga. Marcelo Blanco se sienta a su lado, mientras el mate empieza a circular. A unos centímetros Marcos Orellana escucha atento, pero participa más con la mirada que con palabras. Germán Cohen prefiere quedarse parado y Tomás Justo Gaggero se escapa al estudio de grabación que funciona en otro espacio de la casa, el mismo en el que grabaron el nuevo disco OV IV, el cuarto de la banda. Se los nota relajados, pero a la expectativa. Relajados, más que nada, porque bajo este mismo techo pasaron horas y horas jugando con los instrumentos, probando sonidos, craneando ideas, debatiendo las canciones que entrarían en el disco y, por qué no, compartiendo alguna charla o comida entre amigos, que es el principal lazo que los une después de una década de coincidir en un proyecto musical. Y a la expectativa porque aún no saben qué pasará con este conjunto de nuevas canciones, cómo será recibido el paisaje sonoro actual, qué puertas se abrirán y que nuevos públicos se acercarán a su música. Porque así como ellos se movieron artísticamente en estos años, su público también fue cambiando: algunos quedaron en el camino y a la vez aparecieron nuevos oídos. El desafío más próximo y un buen termómetro para medir la actualidad de Onda Vaga será la presentación oficial en el Gran Rex (Corrientes 857), mañana a las 20.30.
Desde aquel disco debut en 2008 (Fuerte y caliente), pasó mucha agua bajo el puente. Pasaron de tocar en fiestas caseras o muestras de fotos a llenar un Luna Park, en 2013, en el marco de la presentación de Magma elemental. “Cuando empezamos a tocar era muy difícil conseguir lugares siendo una banda de rock. Por eso prescindimos de todo y nos metíamos a tocar en casas con instrumentos acústicos. Esa revolución acústica fue el resultado de Cromañón. Hubo una persecución a la música, como si fuese algo peligroso”, recuerda Rodríguez y sus palabras viajan también a Olavarría. Si bien el contexto condicionó el sonido de toda una escena, una generación de músicos urbanos y rioplatenses empezaba espontáneamente a indagar en una canción más esencial y despojada de géneros cerrados. En todo caso, los Onda Vaga y músicos afines metabolizaron y dejaron ingresar en sus canciones un amplio abanico de influencias, desde el rock hasta las músicas folklóricas de América latina, Afríca y Europa. Esa imposibilidad inicial de electrificar, en plena cacería de espacios de música, se convirtió en un valor en sí mismo. Pero las canciones fogoneras, directas y desenchufadas de los dos primeros discos, con el crecimiento del público y los nuevos tiempos, necesitaron mutar, amplificarse y explorar por nuevos terrenos.
Los conciertos en Ciudad Cultural Konex se hacían cada vez más masivos y el grupo demandaba otro sonido. El salto sonoro más notorio fue con Magma elemental, un disco que cuenta con un intenso trabajo de producción en el estudio y un ensamble instrumental más rockero y pop. En la etapa OV IV, editado a fines del año pasado, el grupo recupera algo de la simpleza y espontaneidad del disco debut, pero a la vez consolida el elaborado trabajo sonoro e instrumental alcanzado en el antecesor. Si bien atraviesa varios climas, predomina una impronta rítmica bailable y el acento está puesto en la percusión. Las canciones van desde el reggae mántrico de “La Maga” hasta la psicodelia de “Leona”, pasando por la rumba–tropical “En el barrio”, la balada amorosa “Ritmo al día” y la irresistible “El estupor”, dueña de una sensualidad y un estilo que linkea con Babasónicos. Todo ello acompañado por los efectos coordinados por los sintetizadores de Ezequiel Kronenberg, productor artístico del disco. “Más que nada el trabajo de Ezequiel fue en la parte de la mezcla. Vino a muchas sesiones de grabación y nos daba ideas para resaltar cosas que le parecían interesantes. Pero sobre todo su aporte se vio después, le dio mucha profundidad a las canciones y agregó instrumentos”, cuenta Rodríguez, ex Doris y actual Nacho y Los Caracoles. “Tenemos este estudio de grabación a disposición y lo aprovechamos un montón”, sigue el músico. “A la hora de filtrar ideas, nos sirvió el aporte de Eze, porque nosotros grabábamos mucho. Fue un momento muy lúdico. Pero le mandamos todo eso y él le dio una forma. Nos relajamos bastante y confiamos en él”.
Un disco expansivo tanto en su búsqueda musical como en su posible llegada al público. Pasar de una propuesta acústica austera a un trabajo eléctrico y más elaborado en un estudio de grabación supuso un riesgo que la banda se animó a correr. Lo que no cambió es, como dice el trombonista Germán Cohen, la “esencia de la banda”, tal vez esa fuerza coral –todos cantan–, la carencia de la figura de un líder, la composición colectiva, la horizontalidad para tomar decisiones y sobre todo la búsqueda de una canción popular, sin rodeos ni rebusques. “La esencia de Onda Vaga es la canción, eso que no podemos definir”, sintetiza Cohen, también vientista de Satélite Kingston. En esta ocasión, no hay invitados de renombre –en el anterior habían sumado sus voces Adrián Dárgelos y Moreno Veloso–, pero sí aportan lo suyo músicos que engordan la banda en los toques en vivo, como el percusionista Faca Flores y el bajista Jano Seitún. “Nos hubiera encantado invitar a Ricardo Iorio a cantar en ‘Hasta cuándo’, pero al final no lo llamamos”, dicen y largan risas de complicidad.
–Onda Vaga es una banda que invita a bailar. ¿Por qué un teatro con butacas como el Gran Rex?
Marcelo Blanco: –Hay algo del disco que suena lindo y ahí se va a percibir mejor. Es como una especie gala nuestra. No solemos hacer estos teatros. Cuando salió Magma elemental tocamos en el Luna, pero no lo habíamos hecho ni antes ni después. Y probablemente no toquemos en el Gran Rex por mucho tiempo. Es un regalo que nos damos. Incluso no solo vamos a tocar ahora en un teatro. En la gira, vamos a tratar de acceder a teatros en la mayor cantidad de lugares que podamos.
Germán Cohen: –El Gran Rex suena bárbaro. Una vez estuvimos como invitados de Fito Páez. En el Konex la gente baila y hace pogo, y está re bueno; lo disfrutamos arriba y abajo del escenario, y lo seguiremos haciendo. Pero esto de poder conectarte con las canciones en un teatro está bueno, porque estamos viviendo en una época en la cual quieren matar nuestra concentración.
–¿Cómo llegaron a estas once canciones? Sigue la línea eléctrica del anterior, pero dialoga con los primeros discos.
G. C.: –Seguimos trabajando de la misma forma que antes: cada uno trae una canción más o menos producida, la propone, se hace una bolsa de canciones y elegimos cuáles nos gustan más. Había como treinta. Si bien hay algunas composiciones colectivas o de a dos, en general las canciones son de uno de nosotros. Y luego en la grabación empezamos a proponer arreglos o cosas por el estilo.
Nacho Rodríguez: –En este disco, a diferencia de los anteriores, lo que hicimos fue sumar más instrumentos, que el espectro sonoro sea más amplio, como percusiones africanas, sintetizadores, más guitarras eléctricas y otros instrumentos acústicos, como tiple, saxos y clarinetes.
–Teniendo en cuenta que todos componen, ¿quedaron muchas canciones afuera?
G. C.: –Cuando hicimos Magma elemental quedaron muchas canciones afuera que ni siquiera grabamos en este disco. Nos pasa un poco eso. Por lo general esas canciones no se vuelven a recuperar, nos aburrimos un poco y hacemos nuevas. Igual, no significa que en algún momento no las reflotemos. Tenemos varios temas grabados inéditos. En este caso, la intención además era hacer un disco corto. Porque sentimos que está bien esa duración. También para no cansar también.
M. B.: –Veníamos de la experiencia de Espíritu salvaje (2010), que nos quedó largo y tal vez estábamos un poco asustados por eso. Pero, en definitiva, como escuchador de discos me gusta que tenga el tiempo justo. Ni de más ni de menos.
N. R.: –Hay mucho puesto en el disco. Hay muchas ideas, mucha música. El disco es muy generoso.
–Si bien transita por climas más calmos, es un disco con pulso alto, bailable. ¿Fue algo buscado deliberadamente?
M. B.: –No fue muy buscado, en verdad. Es algo que siempre nos gusta. Es bienvenido cuando aparecen composiciones más llevaderas. Pero tiene que haber de todo, no podía ser ni todo arriba ni todo abajo. Cuando armás un disco, está bueno que tenga varios climas.
N. R.: –También nos permitimos jugar con un costado un poco más pop, como “El estupor”, y a la vez hay otras cosas, porque también hay temas más folklóricos, como “Hasta cuándo”. ¿“La Maga” qué género es? Hay una paleta de colores amplia. Un disco de Onda Vaga termina siendo eso: nosotros traemos un montón de música distinta, porque no necesariamente escuchamos lo mismo. Un disco nuestro termina reflejando los gustos de todos. Onda Vaga es algo más allá de los cinco y ni siquiera nosotros sabemos clasificarlo. Es difícil, porque a la vez uno tiene que comunicar su obra a personas que no nos conocen. A veces hay que poner un tipo de guía para que alguien se acerque.
–¿Música popular argentina?
Marcos Orellana: –Creo que es relativa la visión de los géneros e incluso hablar de “música popular argentina”. Los Redondos es música popular argentina, pero también iría bien en una película de Batman, porque es una música muy gótica. Lo mismo cuando se le dice “indie” a una banda, no sabés si se trata de algo social o musical.
N. R.: –”Indie” fue un tipo de rock en un momento que hacía referencia a bandas como Sonic Youth o Pixies. Pero de repente se empezó a agrandar, a expandir el concepto, y no tiene sentido decir “indie” ahora. La música ya no está tan definida. Cuando empezamos nosotros se empezó a hablar de la ola acústica, por ejemplo.
M. O.: –Hay que redefinir... no estar ubicando a las bandas en estilos, porque hay algunas que realmente se creen eso.
M. B.: –De todos modos hay bandas de estilo y también funcionan. Hay bandas como Yataians, que hacen reggae a rajatabla y me encantan, pero, claro, tal vez no son la vanguardia artística. En nuestra música hay géneros muy presentes pero no nos casamos con ninguno.
N. R.: –Nos re gustan los géneros, eh.
–Lo que viene pasando, en todo caso, es que no hay tantas escenas delimitadas o tribus, sino que a bandas como ustedes los siguen públicos variados, porque tocan varias fibras.
M. B.: –Tenemos un público que probablemente escucha punk, metal, pop, de todo.
N. R.: –Al fin y al cabo estamos haciendo música y volvemos a las canciones. Después las vestimos de algún color. Para nosotros es muy importante la canción, la trabajamos mucho, queremos pulirla bien.
–Después de diez años de tocar juntos, del “boom Onda Vaga” a fuerza de hits como “Mambeado”, de giras que los llevaron a Japón, Alemania y México, ¿En qué momento se encuentran como banda?
N. R.: –¿En una oportuncrisis? (silencio).
M. B.: –Es muy difícil ver el momento en el que te encontrás. El momento en el que estás lo ves después. Estamos en un momento copado, sacando disco nuevo y rompiendo ciertas estructuras. Por ejemplo, que estas canciones no sean solo para bailar, sino que se pueden disfrutar en un teatro.
G. C.: –Justo en este momento, que es antes de presentar un nuevo disco, estamos todos muy movilizados. Hay mucha excitación. Nos encantaría girar más por Argentina y hacer shows más grandes, pero estamos trabajando para lograr eso.
N. R.: –Con oportuncrisis me refería a que estamos haciendo cambios fuertes, animándonos a hacer otra cosa, probando cosas nuevas, saliendo de una zona más cómoda.
M. B.: –Si bien es un disco muy craneado, la frescura está en esa fusión que se dio entre Ezequiel, que maneja otro mundo de sonidos, y nosotros, que veníamos haciendo una búsqueda más clásica. Este es el disco que tiene más impronta actual. Es un disco de esta época.