Discos de Gardel que, en su casa y entre otros de música disco y zarzuela, nadie escuchaba. Y un pasaje de una canción suya: cien perros hambrientos. Así, entre esos dos puntos que parecen tan disímiles pueden encontrarse ciertos rasgos de estilo. Lo que se dice: algo que define su modo de hacer.

Ella nació en Mendoza en 1976. Escuchó y cantó rock en su adolescencia y más allá pero siempre sintió algo por el tango. Su propio sermón de la montaña. A los seis ya había grabado en un estudio a instancias de su profesor de guitarra: “Le habrá gustado algo de esa manera de cantar que tenía, no lo sé”. Y vuelve --a la vez que prende el primero de varios cigarrillos de la tarde-- sobre aquello: “Al tango llegué sola. De manera azarosa. Esos discos de Gardel nadie los escuchaba. Y recuerdo el casete con las canciones de la película Sur que en algún momento trajo mi hermano: Troilo, Goyeneche, Piazzolla”. De algún modo la proa ya apuntaba hacia un único lugar.

A la vez que se alejaba cada vez más del rock --al menos como cantante, no tanto como escucha-- conoció a la pianista Elbi Olalla. “Con la última banda de rock que tuve ya sentía que estaba haciendo algo que no quería. Ya estaba metida con el tango, quería darle todo mi tiempo a eso. Y eso coincidió con el encuentro con Elbi”. A veces, dos es un buen número para empezar: ella quería cantar tango y Elbi tocarlo. Así fundaron Altertango en el filo del siglo XX. Cuenta: “Era difícil querer hacer tango en Mendoza. Tuve ciertos derroteros con algunos bandoneonistas, algunas experiencias extrañas, pero después de eso, en esas noches raras nos cruzamos y las dos coincidimos. Y armamos Altertango con ínfulas y ganas increíbles y enormes”. La banda era y sigue siendo música al palo: tango desde una sonoridad eléctrica, un cuarteto de batería, bandoneón, bajo eléctrico y el piano salvaje de Olalla.

En aquel disco –aquel gran disco- que es Fargüest (2013) y que a la vez fue el primero donde volcaron composiciones propias y el último donde ella participó se vislumbra, sobre todo, su estirpe de letrista. Aún en formación pero con peso propio. Por ejemplo "La última esquina": no creo en Dios, no creo en casi nada, el insólito prodigio de existir hasta agotarse/Estoy tan rota y sin embargo puedo pegar las partes y encontrar la forma de estar viva. Al poco tiempo de su llegada a Buenos Aires –pasó un mes en la casa de su amigo y colega, el cantor Alejandro Guyot (de la agrupación Bombay Bs As)- recaló musicalmente en un disco que estaba casi a punto: Mariposa muerta (2017) del Cuarteto la Púa. A la postre, un título que le calza a la perfección. Allí presta voz e interpretación a una serie de canciones –tangos y milongas sobre todo- que estaban ya compuestas y a punto de grabarse. Antes, hacia 2008, había editado un disco a dúo junto a Hernán Reinaudo: Un álbum azul para Homero Manzi. ¿Cien perros hambrientos? Hay algo en su modo de cantar, de encajarlo, de tensar lo dicho que encuentra en esa imagen su epígrafe justo. Es un canto aguerrido, oscuro, a fondo. Así, entre la punta de un lazo imaginario –en un extremo el desborde y el frenesí de aquel cuarteto mendocino y en el otro un cuarteto de guitarras de pulso criollo como La Púa- el punto medio y justo parece haberlo encontrado aquí, en el trabajo que acaba de editar junto a la pianista Paula Gandino: Pretérito imperfecto. Exquisito y fino. Oscuro, nocturno y hondo como la noche más oscura y honda. Un disco que tuvo un proceso largo, de varios años y en el que puede adivinarse cierto duelo por su venida a la ciudad y el silencio musical de algunos años en los que se dedicó, entre otras cosas, a profundizar y terminar su profesorado de Letras: “Creo que tiene que ver con algo profundo mío, con un cambio personal: de unos años para acá me pasa que no tengo más apuro. Todo esa cosa alocada que tuve durante un montón de tiempo, esa euforia que tenía ha mudado a una especie de calma. Y me parece que es favorable al trabajo. Puede que tenga que ver con la edad, claro”.


La intimidad que da el registro de piano y voz. Aún así de despojadas son canciones que, como suele decirse, van al hueso. Sin vueltas, sin rodeos. Más que el drama, lo que late aquí es el pulso de la tragedia, tanto en lo dicho como en la forma. “Es todo un universo e imaginario que se lo debo a la literatura que leí y a la música que escuché. Creo que lo que me atrajo del tango es ese discurso trágico. Yo necesito esos discursos trágicos para buscar mi voz. Intento salir un poco de ahí y me cuesta. Necesito cierta oscuridad para poder cantar. Por ello mis letras”. "Desbarro", "Manifiesto nocturno", "Vals desesperado" son algunos de los títulos. En"Ausencia" –acá Gandino logra una expresividad tremenda; podría decirse que junto a la versión de "La misión" (Julián Peralta/Miguel Suárez) son dos momentos donde el disco pareciera romperse en pedazos- por ejemplo canta: "no quiero mirar atrás, está lleno de fantasmas, cien perros hambrientos hay, están devorando el tiempo, pájaros de luto y un jardín de espejos (…) el recuerdo es un diamante oscuro que se enciende en esta soledad, enlutada la noche se quema" Ella dice: “El tango ha explorado al máximo el límite de ciertos pensamientos y estados de ánimo. Incluso a veces hasta la exageración. "¿Dónde estaba Dios cuando te fuiste?". Ahí está toda esa metafísica de la angustia, del sinsentido, de lo que se rompe, de lo que desaparece. Eso es lo que me atrajo, no tengo dudas. Sumado a ciertos poetas de la generación del cuarenta: Olga Orozco, Alejandra Pizarnik. Todo eso me lleva hacia lo denso, lo oscuro, lo trágico”.

Pretérito imperfecto es un disco de tango pero no sólo eso. Lo sobrevuela el espíritu de la canción. Y el vals: “Algunas son más tangueras, otras tienen un aire, pero todas dialogan con él. Aunque sea un vals. Hay una lírica que lo intenta. Y también en los arreglos”. Mientras adelanta que está pronta a grabar otro disco junto a La Púa y otro junto a Hernán Reinaudo –en un formato atípico para ella: cuarteto de cuerdas, bandoneón y guitarra- cuenta: “El tango se transforma en una manera de estar en el mundo. Porque todo lo que pienso para atrás tiene que ver con el tango. Y todo lo que pienso para adelante también”.