Feliz error
“No sería extraño que la gente confundiera mis ilustraciones con fotografías dado mi estilo claramente ultrarrealista”, se jacta don Hercule Van Wolfwinkle, penúltima sensación web. Una ironía a todas las luces en miras de los garabatos con los que este varón inglés intenta recrear los retratos que internautas le envían de sus mascotas; con penosos aunque hilarantes resultados, vale raudamente decir. Ese es, después de todo, el encanto que ha encandilado a varias miles de personas de distintas latitudes, que llevan semanas encargando a este hombre de Worthing, West Sussex, una “obra artística”, a la espera de que se tome tantas libertades como sea humanamente posible, dados sus conocimientos prácticamente nulos en dibujo. Las habilidades de Phil Heckels, tal es el nombre real de este agente de bienes raíces de 38 años, son menos que estelares: en sus manos, los perros se transforman en extraños seres de patas y cuellos torcidos, hocicos caídos, entre otros desastres que hacen las delicias de los dueños de la variopinta fauna. Gatos, cobayos y caballos tampoco salen mejor parados, como puede apreciarse en su cuenta de Facebook, donde sube sus piezas por encargo tras iniciarse de casualidad en el peculiar hobby. Hace menos de dos meses, jugando con su hijo, dibujó al can de la familia, y subió el esperpéntico resultado a la red: no solo contagió la risa sino que comenzaron a lloverle pedidos, que toma sin cobrar un centavo, aunque sí pida que donen unos mangos a una entidad que ayuda a gente sin techo en Gran Bretaña. Nótese el grado de popularidad de Hercule Van Wolfwinkle que ya ha logrado reunir más de 20 mil libras esterlinas con sus apañadas caricaturas, que han ido a parar a la organización Turning Tides, dicho está. Bueno, no tan apañadas, en realidad: le dedica entre dos y diez minutos a cada obrita. Normal, visto y considerando que se le han agolpado más de mil pedidos…
Frenesí literario
Hay quienes dicen que “la fiebre del oro” está en curso en Hollywood, y las pepitas no son otras que libros. Títulos tan recientes como The Vanishing Half, de Brit Bennett, o Leave the World Behind, de Rumaan Alam, han despertado corridas y pujas millonarias entre los estudios más exitosos de Estados Unidos, a la desesperada pesca de potenciales éxitos para llevarlos al cine o la tevé. Las agencias de talentos más potentes, como Creative Artists Agency, WME o United Talent, corroboran el fenómeno: Hollywood ha perdido la peluca por novelas, comprando hasta 5 veces más derechos para adaptarlas al audiovisual en lo que va del año, en relación con un más magro, más recatado 2019. El asunto ya venía en alza los últimos cuatro, cinco años, aunque en forma más moderada, gracias a la popularidad de series como Big Little Lies (basada en la homónima obra de Liane Moriarty), I Know This Much Is True (de Wally Lamb) o The Handmaid’s Tale (de Margaret Atwood); pero la ola ha devenido tsunami, para júbilo de escritores. El insaciable apetito por material nuevo no ha sido la única razón detrás de semejante boom, según expertos del rotativo Los Angeles Times; se ha sumado un factor inusitado gracias al contexto pandémico, amén de grabaciones detenidas y vida social ídem: como el resto de los confinados mortales, ejecutivos de estudio, cineastas y actores han tenido tiempo… de leer. Con la lectura, se ha amplificado el entusiasmo y, claro, el interés por historias que sirvan de base a fututos sucesos, aumentando sustancialmente las ventas de derechos de libros, como se ha dicho. De momento, los estudios están con las manos llenas, finiquitando proyectos a medio hacer tras el retorno cauteloso a los platós. Pero para un futuro cercano, ya hay plan: actrices y actores dando vida a palabras escritas, adaptadas del sinfín de títulos acumulados en la frenética actualidad.
De terror
El corazón manda para un estudio presuntamente científico que asegura haber zanjado larga intriga: cuál es la película de terror más espeluznante de la historia. Tal es la equis que dicen haber despejado de una vez y para siempre las mentes detrás del Science of Scare Project, como han bautizado a este discutible trabajo encargado por la empresa inglesa BroadBandChoices para festiva temporada, Halloween. “Queríamos facilitarle a la gente el momento de elegir qué cintas ver, ahorrarles el tiempo de búsqueda entre muchas opciones disponibles en sitios de streaming”, ofreció Daniel Clifford, a cargo de este trabajo. Atendiendo a los latidos de 50 personas de distintos géneros y diferentes edades, fichadas para ver unas 120 horas de cintas de terror, rastreó el equipo la frecuencia cardíaca de cada participante, y con esa única data decretaron a Sinister, del realizador Scott Derrickson, estrenada en 2012 y protagonizada por Ethan Hawke, la no tan digna vencedora del top 35. Pisándole los talones, La noche del demonio (Insidious), de un James Wan que han llamado “rey del terror” por haber escalado otros dos de sus films entre las 10 pelis más siniestras (léase El conjuro y su secuela). Ya luego Actividad paranormal, Babadook, y un largo etcétera. De por sí, los films seleccionados para el experimento son controvertidos: ateniéndose únicamente a los mejor puntuados en los sitios IMDB, Rotten Tomatoes y Reddit, no hay ni pistas de obras de cineastas como Terence Fisher, Mario Bava o Dario Argento, por dar unos poquitos ejemplos que han quedado a la vera de más mediocres, y mejor puntuadas, películas. Al menos, pequeño consuelo, aparece el genio Wes Craven con Pesadilla en lo profundo y Scream, aunque demasiado abajo en un ranking para el olvido, que más de un grito (iracundo) habrá disparado entre cinéfilos devotos al género, cardíacos con los resultados del Science of Scare Project.
Donde viven los mundos
Aunque en distintos puntos geográficos -de Estados Unidos a Alemania, de Argentina a Francia-, seis personas se dan cita cada semana en un espacio (virtual) con intención hermanada: explorar el universo canción. Bajo la amorosa guía de una cantante y compositora que bien conoce esos lares, ducha en experimentar con tan fértil materia expresiva: Violeta Castillo. En su “Clínica de canciones”, inquietudes plantadas germinan en poesías que devienen tracks, a partir de ejercicios bien variopintos que ella propone, como parte de un proceso rico que comenzó en junio y aún continúa, del que ahora existe una instantánea. Instantánea sonora que permite pispiar qué se cocinó, horneó en este taller en continuado, con este grupo en particular. Porque, albricias, acaba de lanzarse A lo mejor: primer compilado que reúne temas compuestos en la clínica de Castillo, con -colmo de bienes- bonus encantador: el fanzine Pongo en duda todo esto, donde los participantes conjugan manifiesto y caligramas, poemas y preguntas. Los seis, dicho sea de paso, son Francisca Villela, aka Panxi, chilena que vive en Berlín y años atrás fuera parte del mítico dúo Prissa junto a Javiera Mena. Amelia Bande -también chilena, con base actual en Los Ángeles-, dramaturga y performer. Federico Dopazo, exbajista de Tobogán Andaluz. La francesa Camille Motto, de Nantes, que a comienzos de año había lanzado el álbum dream-pop Rain bajo el nom de plume Cuerpos Cósmicos. Facundo Pagiola, de Santa Fe, que no solo hace música: también canotaje de competición. Solentina, cantautora, de Quilmes; en 2019 editó En la tempestad, producido por Lucy Patané… Seis personas prontas a inscribirse en junio al taller que brinda Castillo desde hace tiempo ya, mudado a ropas virtuales por obvias razones (pandemia). ¿Qué consignas fue proponiendo Violeta a lo largo de estos meses que terminaron dando forma al LP? “Desde hacer un jingle de un objeto preciado hasta poesía ensayística donde, a partir de un serie de poemas de Martin Gambarotta, les pedí que filosofaran sobre la distancia física y la cercanía virtual”, nos cuenta. “En general no partimos de referencias musicales. Me interesa pensar la música en relación con otros lenguajes. Mi mayor referencia y ayuda este año, de hecho, ha sido Las clases de Eve Uhart… Entonces, les puedo proponer escribir un diálogo o una crónica, y de ahí sale la canción, a la que le damos tiempo, le construimos un pasado…”, ofrece la tallerista, que también alienta la asociación libre, el reciclaje. Ahorita mismo están investigando la canción de protesta, abordando sus diferentes formas. ¿Vendrá un segundo compilado de este u otro grupo? Quizás, lo único certero es que hay un google drive a tope, repleto de tracks. Y un mail para que, quien guste, pueda inscribirse a la clínica que Castillo dará en noviembre: [email protected].