“Con tiza y carbón, votamos a Perón”. La consigna aquella del peronismo primigenio fue una de las tantas que tomó Néstor Kirchner, más de treinta años después, para dar lucha interna brava contra un aparato partidario que se había anquilosado. Que pugnaba por ser un partido del establishment, un entramado de dirigentes “racionales”, que por representar al subsuelo de la patria sublevado, como bien pintó Raúl Scalabrini Ortiz. De ahí, de poner en acción lo dicho, parte la impronta de un hombre que de verás recuperó las mejores banderas del movimiento nacional y popular. Y de ahí, también, se agarró el periodista, escritor y “animal de radio” Gustavo Campana para arrojar luz sobre el ex presidente a través de un libro que acaba de ver la luz, Colihue mediante. “El eje de la reconstrucción histórica a la que apunta el libro es el rol de Néstor entre 2003 y 2010, cuando su imagen se transformó en sinónimo nacional; como presidente, desde el llano, como diputado nacional o como secretario general de Unasur. Los puntos más importantes de esos siete años de su vida son disparadores para mirar hacia atrás y encontrar las causas de cada uno de sus actos.”, enmarca el autor de este trabajo cuyo nombre va de suyo: Néstor Kirchner, No les tengo miedo (Un militante que respetó su pasado).
Profundiza Campana: “Creo que la del título es la frase que mejor sintetiza a Néstor en su pelea con el poder real y esa batalla mano a mano con el gran enemigo del modelo de país… este es el eje central de su militancia primero, y de su gobierno después. Aquellas palabras urgentes de fines de mayo de 2006, ante una formación militar que se desarmaba mientras él hablaba de terminar con el ejército del terrorismo de Estado no fueron un dato simbólico. Fueron palabras de carne y hueso, que Kirchner utilizó cada vez que enfrentó al capital concentrado local o al poder planetario. En suma, el libro cuenta que Néstor es la suma de las partes. Es Derechos Humanos, es reindustrialización, es mercado interno, es desendeudamiento, es Patria Grande”, detalla Campana, actual subdirector de Radio Nacional.
--Qué frase clave esa de la “tiza y el carbón”, de la página 38. Solían evocarla abuelos y abuelas con un tremendo sentimiento ¿Salvaron Néstor y Cristina esa impronta pasional del peronismo?, ¿evitaron ambos que éste se transformara en un partido más del status quo? Las respuestas están en el libro, claro, pero vendría bien un adelanto…
--Bueno, sí, el kirchnerismo rescató al peronismo de la etapa más cruel de todas las estaciones de desperonización que se intentaron desde 1955. La traición menemista fue una implosión que implicó la liquidación del patrimonio del Estado a través de las privatizaciones, de las “relaciones carnales” para consolidar la dependencia con Estados Unidos, de la convertibilidad para matar nuestra moneda, del acuerdo con Londres para archivar el reclamo soberano por Malvinas, etc. Contrario a esto, Néstor fue un tipo que gobernó sacándose el polvo del derrumbe de los hombros y caminó entre los escombros, terminando con el 24% de desocupación, 53% de argentinos debajo de la línea de pobreza, 180 mil millones de dólares de deuda externa y el aparato productivo destrozado. El tenía la certeza que gobernar implicaba terminar con privilegios para ensanchar derechos y para lograrlo era imposible tener miedo.
--¿Qué estabas haciendo ese día que pronunció la frase que da nombre al libro?, ¿cómo te “resuena” hoy?
--La pude saborear en tiempo real. Trabajaba en Radio Ciudad y estaba en el programa “Barajar y dar de nuevo”, con Diego Bonadeo y Juan Sasturain. Y en esa auditoría cotidiana, confirmaba periodísticamente cómo se achicaba cada 24 horas la distancia entre los postulados teóricos y la realidad. Por entonces, ya habían caído las leyes de perdón y faltaban tres meses para la primera condena, la del “Turco” Julián, en el regreso de Memoria, Verdad y Justicia. Los cuadros ya no estaban en aquella pared del Colegio Militar, Néstor había recuperado la ESMA, anunciado la restructuración de deuda con quita del 70%, el pago al Fondo Monetario Internacional, el No al Alca y los acuerdos geopolíticos con Brasil, Venezuela y Bolivia. Era fiesta la recuperación de las paritarias y la caída de la flexibilización laboral, y el presidente gritaba por Malvinas en todos los foros internacionales. En fin, Néstor había dejado de ser promesa, y la pelea era la profundización de los sueños.
Nacido en 1962, Campana tiene una amplia experiencia en radio. Trabajó en Splendid, Rivadavia, La Red y América, entre otras emisoras, además de acompañar a Víctor Hugo Morales en La Mañana de la 750 entre 2016 y 2020, y crear “Funes el memorioso”, un programa que brilló entre 2011 y 2019, a través de más de trescientos capítulos. “Néstor fue el político que me invitó a que gran parte de mis sueños políticos fueran realidad”, vuelve el escritor. “Soy ideológicamente preexistente a un kirchnerismo que apareció en mi madurez, por lo tanto me acercaron a él una larga lista de coincidencias históricas. Pero esencialmente significó el regreso de la política para darle órdenes a la economía y, de esa manera, reinstalar la idea del país con la gente adentro”.
--¿Cuándo llegaste a Néstor, puntualmente?
--En la previa al estallido 2001, cuando se convertía en una voz política muy distinta y con ella regresaba, después de mucho tiempo, una construcción ideológica basada en la industria nacional, los salarios fuertes para encender el círculo virtuoso de la economía y los sueños de justicia social, independencia económica y soberanía política, las banderas de desobediencia e irreverencia del peronismo ante el poder real.
--Hay otros dos libros casi contemporáneos al tuyo que abordan la figura de Néstor. Uno es El tipo que supo, de Mario Wainfeld y el otro es el flamante El hombre que cambió todo del Topo Devoto ¿Qué opinión te merecen ambos?
--El análisis de Mario es una mirada imprescindible. Su forma de meterse en el interlineado político lo hace singular. El “Topo”, por su parte, eligió siempre ser el anfitrión de aquellos que lo conocieron, y contar quién era Néstor desde un costado más humano, pero nunca perdiendo el objetivo político de su figura. Los dos caminos son importantísimos, claro.