Desde Deir Haffer, Siria 

Los soldados sirios en este pueblo cubierto de escombros y polvo no sonríen mucho y su fatiga es obvia. Usan remeras y bufandas y turbantes negros - no muy diferentes de sus enemigos del Estado Islámico (EI) - y cuando una radio da la noticia de que un oficial ha sido asesinado por una mina en un pueblo vecino, no muestran reacción inmediata. Las tropas de combate no se parecen a los hombres en los cuarteles con sus uniformes limpios y tableros y explicaciones estratégicas. Pero en Deir Haffer, estos soldados sirios tienen suerte. Hace doce horas, sus enemigos del EI, en lugar de luchar hasta la muerte, de pronto huyeron.

Los edificios destruidos y las casas aplastadas de esta ciudad provincial vacía en la carretera a Raqqa, muestran exactamente lo que pasó. Los jets sirios y rusos destrozaron el lugar y el ejército sirio atacó tan rápidamente desde ambos lados que el EI apenas tuvo tiempo de abandonar su línea de frente. Durante tres semanas habían luchado contra los sirios con camiones suicidas y con una vasta red de trincheras a cada lado de la autopista y, a diferencia de sus compañeros en las calles del lejano Mosul, al este, huyeron. 

Un pensamiento asombroso. ¿Acaso la vida de los hombres del EI realmente importa después de todo? ¿Había colapsado de repente el culto a la muerte del Califato en este lugar de desolación?

Los soldados sirios estaban asombrados. Habían luchado contra el ejército más cruel del mundo y habían ganado. Algunos de los soldados eran hombres locales que habían vivido en secreto bajo la ley del EI y salieron de Deir Hafer para reunirse con su ejército y luego lucharon para liberar sus propias casas. Habían visto el Califato con sus propios ojos y algunos habían sufrido por ello. No es de extrañar que no sonrieran ni bromearan como suelen hacerlo los soldados cuando han sobrevivido a una batalla. Estaban absorbiendo la lección crucial de todos los que se enfrentan al EI: que se puede vencer.

Por lo tanto, estos soldados llevaron cansinamente al único periodista extranjero de la ciudad -o lo que quedaba de él- a ver las escenas de la muerte que dejó atrás el EI: las “patios” de ejecución apresuradamente abandonados, las macabras, oscuras prisiones pintadas de negro, la sarta de archivos arrojados al suelo con tal despreocupación que pude recoger sólo un trozo de papel en el que leí que Hassan al-Khalef al-Mustafa Ibn Osman robó cereales de granja de un edificio del gobierno y luego atacó a un combatiente Isja “Mujahid” por lo cual fue enviado a la corte legal especial de la Sharia después de ser acusado de “violar el gobierno de Dios”. Pobre Ibn Osman. Me temo que fue llevado a la plataforma de ejecución de hierro, pintada de negro, por supuesto, las láminas de metal del piso sueltas y ruidosas amenazantes bajo sus pies, el último sonido que el condenado debe haber escuchado - que se encuentra a escasos 12 metros de La sala mugrienta en la que se sentaban sus jueces.

Encontré a un soldado sirio de pie junto a la plataforma, con los ojos entrecerrados, un pañuelo negro alrededor de su frente, que contó su historia triste y sin que se lo preguntara. “Mi primo fue ejecutado aquí -dijo-. “Él era Bassem Hassan al-Khalouf. Cuando él y otros 11 pensaron que el ejército sirio venía el año pasado, izaron la bandera siria en el techo de una casa. ‘Da’esh’ [EI] arrestó a ocho de ellos. Los otros lograron huir. Fueron torturados. Y luego fueron ejecutados. Fueron fusilados aquí, y después de ser asesinados, sus cuerpos fueron colgados de  esta plataforma durante tres días para aterrorizar al pueblo. Después de esto, logré escapar de Deir Hafer y regresar hoy como soldado”.

Hay lugar para que cuatro cadáveres puedan colgarse alrededor de la plataforma de ejecución. Me estoy acostumbrando a estas cosas repulsivas en cada ciudad que el ejército sirio recupera del EI. Así que, sin duda, la gente de Deir Hafer se acostumbró a ella, alguna de ellas –que Dios los perdone, supongo que debemos decir– obviamente apoyaron al EI al comienzo de su ocupación de tres años. Deir Hafer es una ciudad sunita y las tribus que vivieron aquí y en los 27 pueblos recién liberados de alrededor han enviado un pedido de “reconciliación” al ejército –esa palabra “reconciliación” de nuevo, con su combinación de tristeza servil y suplica especial– y el ejército ha enviado la petición a las autoridades del régimen en la ciudad de Alepo.

Por supuesto, el EI podría tratar de regresar - como lo hizo, sorprendentemente, a Palmira después de la primera “liberación” de la antigua ciudad -, pero la campaña militar siria aquí parece ser de una escala mucho mayor. Atacaron al EI por dos lados - los sirios han decidido que ningún ataque frontal vale la pena las bajas, pero a pesar de todo el equipo estadounidense capturado que el EI puede desplegar en Irak, fuera de Deir Hafer su artillería parece haber sido un arma única y excéntrica que los soldados inspeccionaron aquí con creciente incredulidad. Parece ser un barril de tanque T-62 de fabricación rusa soldado al chasis de una pieza de artillería francesa de la Segunda Guerra Mundial.

Pero tales detalles no debían restarle valor al mundo oscuro que estaba sin descubrir en Deir Hafer. Su mensaje era la oración y la muerte y quizás mejor descripto, en orden consecutivo, mientras rondamos por los restos de este horrible lugar, el lejano golpe de explosiones desde la nueva línea de frente en la autopista que resonaba por las calles destrozadas. El conocido logotipo del EI de “Allah, el Profeta Mohamed” pintado de negro sobre un fondo blanco gotea de cada pared, a menudo de cada edificio en una calle.

El paso subterráneo de la carretera está decorado con citas del Corán.

“La esencia de la religión es un libro que te conduce”, está pintado en una pared cercana al patio religioso del EI. Uno pasa a través de una puerta rota y camina hacia una serie de habitaciones, todas pintadas de negro, decoradas sólo con otras citas religiosas. “Ustedes que aterrorizan al enemigo”, dice, “serán recordados como un mártires por las chicas del paraíso”. Y de pronto uno se da cuenta de que los jueces deben haberse considerado a sí mismos como aquellos que aterrorizaron a sus enemigos. Para ellos las chicas del paraíso. La mayoría de los jueces, según el primo ejecutado de al-Khalouf, eran egipcios.

Es una habitación pequeña con algunas sillas tiradas y una pila de documentos que contienen los nombres de los litigantes -algunas familias aquí, al parecer, usaron los tribunales del EI para arreglar cuentas contra sus antiguos enemigos de antes de la guerra- y aquellos cuya presencia era exigida ante los Jueces.  Así, Shawkat al-Kurah Ali al-Haj Obeid, tío de Abdullah bin Mohamed, que vive en Kiarieh “tiene instrucciones de estar presente en la oficina de la policía islámica en Deir Hafer el 8 de mayo de 2014 a las 9.00 am y cualquier demora o rechazo [a estar presente] será castigado. El juez de instrucción será Abdul Hamid al-Ghaif “.

Afuera hay una sala semihundida por encima de la cual está escrito - no necesito mencionar más el color negro - “Sala del juez legal”. Hay folletos de las resoluciones de la Sharia - en color e impreso, observo, en la capital saudita de Riyadh - y una sucia y vieja computadora de escritorio y una impresora. Aquí hay otra acusación siniestra en el suelo, en la que “Mojahid” Ahmad Abu Obeidi de la “Policía Revolucionaria Libre” de Deir Hafer acusa a un refugiado sirio llamado Ali, recién regresado del Líbano, de reunirse de noche con una chica local, de fingir ir a las oraciones vespertinas cuando de hecho se estaba viendo a una mujer. Ali, nos dicen, “confesó”.

Justo al lado está la prisión. Tiene celdas arriba y abajo el piso sin luces y un lavabo de cemento sucio y una sola cita en la pared: “Si la gente quiere la vida, su fe les responderá.” Las puertas son de hierro grueso, hay candados en el suelo. Del otro lado de un patio ahora destruido por las bombas sirias y rusas hay otra prisión. Más puertas de hierro. Y luego subiendo, hay una escuela que fue convertida en un centro de reclutamiento - sí, esto significa que los civiles de Deir Hafer colaboraron , pero faltan los pupitres.  Lo mismo ocurre con los libros escolares. La educación no es parte de la fe del EI.

A media milla de distancia está la sede del departamento de agricultura local, sus grúas rotas y camiones destartalados junto a lo que debería haber sido un granero o un almacén. Pero es una fábrica de armas. Hay proyectiles recién acuñados y morteros y minas y cohetes y pilas de tubos de metal. Varias balas de artillería de fabricación profesional están desplegadas en mesas - claramente, son modelos para que los fabricantes del EI copien.  Deben aprender su arte a partir de los explosivos de última generación que primero creamos en Occidente –o en Rusia–.

Debajo de la autopista, hay un hospital de campaña para los combatientes del EI con logos más grandes del EI e inscripciones coránicas y trozos de jeringas. “Dar al-Fatah”, dice por encima de la puerta de hormigón. Esta es “La Casa de Dios”, dice. Y aquí hay una sorpresa, un montón de revistas publicadas por el Ejército Sirio Libre, los llamados rebeldes moderados de los cuales David Cameron habló una vez con admiración. ¿Por qué el EI consintió a la desesperada milicia de la FSA (Ejército Libre Sirio)con todas sus conexiones occidentales almacenando sus revistas? ¿Y por qué, de hecho, hay algunos de los documentos de la corte aparentemente escritos bajo los títulos de la FSA?

Todo es parte de una historia que al gobierno sirio le gusta contar; que no hay diferencia entre el EI y la FSA y Nusra (Frente Al-Nusra) / Al-Qaida o cualquier otro grupo y que otros extranjeros en Deir Hafer incluyeron a tunecinos y chechenos. Y pueden tener razón. Estas batallas también demuestran la mentira de esa afirmación constante de los Estados Unidos que el ejército sirio no lucha contra el EI. Pero el verdadero mensaje de Deir Hafer es uno que todos sabemos, pero que probablemente debemos ver para poder creer.

Es el mensaje del EI. El juicio santo es sobre el castigo y la muerte. La plaza de la ciudad es para las ejecuciones. El lugar de la fruta y el departamento agrícola es una fábrica de proyectiles. La escuela es un lugar de reclutamiento militar. El hospital es para curar a los hombres para que sigan matando. La única alegría debe buscarse en el paraíso. Nada de lo que los  antiguos gobernantes de Deir Hafer dejaron atrás tenía la menor conexión con la vida. Con razón los soldados no sonreían.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.