Después de meses de buscar una llave que no se sabía dónde estaba, la secretaria de Derechos Humanos de la provincia Lucila Puyol y la directora de la Memoria Valeria Silva pudieron ingresar a la Quinta de Funes, donde operó un centro clandestino del Ejército, y se toparon con el abandono y el vandalismo al que fue sometido el Espacio de la Memoria. Desazón y tristeza en medio de la pandemia. “La provincia expropió el predio, lo señalizó como sitio de la memoria (en 2016), se hizo la última actividad (en 2017) hace tres años y después se lo abandonó”, dijeron a Rosario/12.
Esta semana, Puyol y Silva se reunieron con el intendente de Funes Roly Santacroce, el secretario de Gobierno Martin Papini y la directora de Derechos Humanos Silvia Barzola para avanzar en la “construcción de una agenda de políticas en derechos humanos”. Y después, recorrieron la Quinta de Funes, “un sitio tan emblemático del terrorismo de estado, que lamentablemente fue abandonado y vandalizado”, se molestó Puyol. “Muy pronto, comenzarán las tareas de restauración, iluminación y mantenimiento de ese Espacio de la Memoria”.
Silva dijo que acordaron con Santacroce la firma de un convenio entre la Secretaría de Derechos Humanos y la Municipalidad de Funes para “trabajar en una agenda común. El municipio ha comprometido el mantenimiento del parque de la Quinta”. En paralelo, avanza el diálogo con los organismos de derechos para recuperar las construcciones, donde estuvieron secuestrados “los compañeros y compañeras para habitarlas con actividades de memoria”. La convocatoria incluye a los hijos de los militantes que pasaron por la quinta, para coordinar el trabajo en el futuro. Ese es el objetivo que nos planteamos en esta visita a Funes”.
En la quinta, -explicó Valeria- "hay una casa grande que era bastante lujosa para la época, ahora no lo parece porque está muy deteriorada. Un sector de vestidores y baños (cerca de la pileta) y la casa del cuidador, donde estuvieron los y las compañeras. Y un quincho. La casa grande la ocupaban los genocidas. Por eso, los lugares más emblemáticos son los vestidores y la casa de cuidador, por donde pasaron los compañeros y las compañeras”. En algunos casos, “faltan puertas, están destrozados los baños”.
El primer obstáculo fue encontrar la llave de la propiedad para ingresar. “No estaba en la Secretaría de Derechos Humanos, ni en la Municipalidad de Funes”, reveló la directora de la Memoria. “La tenía un particular” y “cuando finalmente pudimos localizarlo, la quinta estaba abandonada. Ni esa persona, ni nadie del gobierno anterior intentaron evitar el abandono”.
--¿Quién tenía esa llave? ¿Un ex funcionario?
--No. Un amigo de algún funcionario del gobierno anterior. Cuando finalmente pudimos saber quién era, no tuvo problemas en entregarla. Pero nos costó averiguar por qué esa llave no estaba en poder de la Secretaría de Derechos Humanos, que era lo que correspondía. Tampoco nadie de la Municipalidad de Funes sabía decir dónde estaba.
--¿No hay un inventario del Espacio de la Memoria? ¿Un responsable?
--Nada de eso. Comenzamos la búsqueda de documentación para ver cómo fue el proceso expropiatorio porque en la Secretaría de Derechos Humanos no hay nada. Necesitamos esos documentos para cualquier trabajo en el futuro. Falta documentar el recorrido histórico de los espacios de memoria de la Secretaría de Derechos Humanos, así que trabajamos para saldarlo. Tampoco tenemos documentación sobre La Calamita y el ex Servicio de Informaciones de Rosario (El Pozo). Están los decretos. Pero son espacios que dependen de la Secretaría de Derechos Humanos, así debería haber documentación en el área, pero no es así. Estamos en esa búsqueda. Vamos a ver qué hay, qué había y cómo se dieron esos pasos –contestó.
La directora de la Memoria recordó que la última actividad en la Quinta de Funes fue una Pueblada por la Memoria cuando las Abuelas de Plaza de Mayo cumplieron 40 años. “Eso fue (2017), hace tres años. Después, se la abandonó. No se puso un cuidador, un sereno. Nadie. Y no se hizo nada más en el lugar”.