Maradona antes de ser Maradona comía carne solo el día 4 de cada mes. Nunca se olvidó de eso, ni de lo que fue su infancia en Villa Fiorito. La anécdota la cuenta el médico Roberto Cacho Paladino en D10S Miradas sobre el mito Maradona, el nuevo libro del periodista platense Julio Ferrer.
El trabajo editado por Octubre es lo que el semiólogo Umberto Eco definiría como “la literatura crítica” del ídolo, los 83 testimonios que escriben sobre él con una mirada multiplicada. La que transforma al trabajo en un caleidoscopio imposible de abandonar hasta no leer cada relato sobre su vida. El pibe que apenas veía un hueso para el puchero cuando cobraba el sueldo su viejo Don Diego, un par de décadas después no podría picar un canapé en público. No lo dejarían ni su fama, ni su mito, ni su historia, ni la espesura emocional del personaje con toponimia propia. Le han puesto su nombre a calles, una iglesia, un estadio, un arroyo, decenas de otros libros, películas; lo han esculpido en más de una estatua, lo pintaron en murales y gigantografías en Nápoles, la ciudad que lo ama. Es ese hombre al que Fernando Signorini – el prologuista – define con la admiración de haberlo observado y sentido de cerca como un “pedazo de animal”. Una bestia sagrada, un barrilete cósmico en la tradición oral de Víctor Hugo y su relato mundialista, una criatura acaso surgida de las profundidades del océano y que muy de vez en cuando asoma a la superficie donde se uniformizan la mayoría de los mortales.
Ferrer se rindió como todos nosotros al influjo y embrujo de su trayectoria que retrató para el cine Kusturica, el periodista Ernesto Cherquis Bialo en una biografía traducida a 88 idiomas y varias bandas de rock nacional en sus canciones. Pero Maradona antes de ser Maradona jugaba en canchitas peladas, donde ni siquiera crecían los yuyos, y nunca renegó de sus orígenes humildes de cebollita ni cuando le hicieron una escultura en el Castel dell'Ovo de Nápoles o cuando vivía en la Palm Jumeirah, una de las tres islas artificiales con forma de palmera mientras trabajaba en Dubai y donde según él cobró “el mejor contrato” de su carrera.
En el libro de 333 páginas, Maradona tuvo en 1979 la primera tapa de la revista El Gráfico en la evocación de Guillermo Blanco, uno de los periodistas que mejor lo conoce. El mismo testimonio recuerda que estuvo a punto de abandonar el fútbol por las presiones que genera esa industria de fervores sentimentales, como llamó Dante Panzeri al juego que más se juega en el mundo. Y que el mismísimo Pelé le envió una carta tratando de disuadirlo el 18 de noviembre de 1981. En D10S, su compañero de los campeonatos Evita y Argentinos Juniors, Daniel Pólvora Delgado, le agradece que hizo 90 goles en 40 partidos de una temporada. Diego lo asistía como si le dijera: “Tomá y hacelo”. En el libro dan fe de sus proezas, en primera persona y como testigos privilegiados, sus excompañeros en el equipo de La Paternal, Boca – en sus dos etapas -, Barcelona, Napoli, Sevilla, Newell’s y su amor eterno, la selección nacional.
Lo recuerdan sus entrenadores, preparadores físicos, médicos, masajistas, dirigidos, periodistas, Estela de Carlotto y Hebe de Bonafini, Carlos Calica Ferrer -el amigo del Che Guevara-, Alejandro Verón, cofundador de la Iglesia Maradoniana, figuras del fútbol del país y del exterior. No hablan solo del deportista, del Diego de la gente, de la desmesura con que se subió a bordo de una vida sin red ni anticuerpos contra las tentaciones que lo arrojaron a la antesala de la muerte.
Ferrer, cronista de otros temas, habituado a describir y dialogar con políticos, militantes sociales y periodistas que dejaron huella, volvió a publicar un libro coral. A D10S lo antecedieron con ese estilo, Osvaldo Bayer por otras voces y El oficio de periodista. El autor se mueve a piacere en este tipo de propuesta bibliografica. Está claro que Maradona le resulta un personaje fascinante – como él mismo cuenta – por su lado “futbolístico, humano y político”. Cuando Diego se consagró campeón mundial en 1986, tenía apenas 10 años y las vivencias futboleras compartidas con su padre, el Bocha Ferrer, a través de la TV.
Maradona antes de ser Maradona solía dormir en las casas de sus compañeros cebollitas o de las divisiones inferiores de Argentinos Juniors. Abelardo Carabelli lo invitaba a la suya porque Fiorito le quedaba muy lejos para volver de noche y regresar al otro día a los entrenamientos. El defensor compartió con Diego la selección juvenil campeona mundial de 1979. Cuenta que en esa etapa Diego ya era un pibe generoso: “Me acuerdo que una vez fuimos a jugar a Brasil. En esa época se podían traer televisores color, y en Argentina recién comenzaban las transmisiones. Con el premio que nos dieron por participar, casi todos compramos un televisor. En un momento, Diego vio que el utilero estaba apartado, triste, en un rincón, y se dio cuenta que no podía llevarle nada a la familia por falta de dinero. Entonces, sin decirle nada, fue y le compró un televisor. Así era Diego, un pibe con un corazón gigante”.
A D10S le van dando su voz Ricardo Pellerano, el central de Argentinos Juniors que le insiste al técnico Juan Carlos Montes sobre la conveniencia de subir a Diego a Primera y recibe un sonoro “Dejate de joder” (aunque al final lo llamó). José Vicente Sánchez, del Barcelona, que dice: “Diego era uno más, no se comportaba como una estrella y era muy fiel a los compañeros”. El brasileño Alemao con quien compartió títulos y equipo en el Napoli, lo ubica por encima de Pelé. El Pato Fillol recuerda cómo lo afectó “el golpe” que recibió cuando Menotti lo desafectó de la lista definitiva del Mundial ’78. Martín Palermo confiesa que el ídolo, ya en su última etapa como futbolista, lo presionó a Macri para que Boca comprara su pase. Pedro Troglio revindica que repartía los premios por partes iguales en la Selección – aunque a la AFA le pagaban más por los amistosos con su presencia-, y casi todos los testimonios van siguiendo esa secuencia de sus gestos solidarios.
Maradona antes de ser Maradona contó alguna vez cómo Doña Tota, su vieja, cenaba solo un mate cocido para que la comida alcanzara para los ocho hermanos, de los cuales él era el quinto. El futbolista que se transformó en mito viviente siempre volvió a sus raíces y esa conducta queda reflejada en los testimonios de D10S. Un libro que coincide con sus 60 años y que revela su compromiso con la causa de los pueblos, su antiimperialismo y la voluntad de enfrentar a todo lo que huela a poder. Maradona es un personaje polifónico, a veces contradictorio, pero con una conciencia de clase sostenida en el tiempo. Ferrer lo sabe y tomó las voces de Menotti y el periodista Gianni Miná, Schuster y Carlos el Pibe Valderrama, Caniggia y las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo para que hablaran por él. El resultado son como notas musicales que componen la melodía de una vida irrepetible, única, donde el mito convive con el gran futbolista que fue.