Cinco mil seiscientos metros sobre el nivel del mar. El punto transitable más alto del planeta, el paso Khardung, escondido entre los picos nevados del Himalaya. El 3 de agosto de 2015, cuando el cordobés Jean Maggi alcanzó esa altura, después de once jornadas arriba de su bicicleta adaptada, levantó sus dos muletas en el aire y se sostuvo parado unos pocos segundos. Sus piernas sin músculos, producto de la poliomielitis que sufrió en su infancia, se doblaron por completo hacia adentro. Se dejó caer. Su torso macizo quedó recostado sobre el camino de tierra. A los 53 años, rodeado por la niebla húmeda de la montaña, una sola sensación le recorría el cuerpo: el mundo entero estaba debajo suyo. Apenas se recuperó, entendió que había alcanzado el objetivo que lo llevó hasta esa cima: desterrar los prejuicios en torno de la discapacidad. Ahora tenía que contarlo.
“Estoy orgulloso, ansioso. Lo que siempre tuve claro fue que quería pasar un mensaje y no hacerme famoso”, dice Jean Maggi apenas arranca la conversación telefónica con Página 12. Haber alcanzado el punto transitable más alto del planeta le permitió transformar esa travesía en el documental El límite infinito, producido por Juan José Campanella, estrenado en la plataforma Netflix. “Me cuesta dimensionar esto de 190 países y 183 millones de suscriptores. Yo cuando caminaba de chico, las madres les decían a sus hijos 'no lo mires, que queda mal'. Lo que quiero es que dejemos de pensar que detrás de una discapacidad hay un 'pobrecito'. Estoy convencido de que este documental muestra la superación y desmitifica la discapacidad”.
A lo largo de los 480 kilómetros que recorrió ascendiendo en el Himalaya, pedaleando con sus brazos, Maggi atravesó estados de diarrea cotidianos --su cuerpo rechazaba una bacteria que estaba presente incluso en el agua envasada de Nepal--, falta de oxígeno --desde la cuarta jornada había superado los cuatro mil metros de altura--, deshidratación y el miedo constante de sentir que quizás no iba a poder con esa prueba que se había impuesto. “En esos momentos pensaba que mucho más me había costado convivir con esta carga de 'por qué a mí'. Subir las rampas en mi adolescencia era más difícil que el Himalaya, como para muchos chicos que hoy viven escondiéndose por todo el desconocimiento que hay sobre la discapacidad. Y eso me hacía seguir adelante”.
Desde las imágenes iniciales de El límite infinito --una ráfaga hecha con los paisajes terrosos y nevados del Himalaya--, lo que se va alternando son los kilómetros recorridos hacia la cima y la vida de un hombre que encontró las pruebas más difíciles desde su primera infancia. “Yo me enfermé de polio cuando tenía un año, por la vacuna. Una de cada dos millones viene fallada. Pero lo mío fue un accidente, a pesar de eso yo estoy a favor de las vacunas”, asegura Maggi. En el documental se irán hilvanando las operaciones para quebrar los huesos de sus piernas y que sigan creciendo con las rutas atravesadas por sherpas y rebaños de ovejas; la juventud signada por el temor y el encierro con el misticismo de esas montañas que, según Maggi, “te ubican con toda su inmensidad en el lugar que tenés que ocupar”. Un relato que se tuerce a los 37 años, cuando un infarto lo puso al borde de la muerte.
“Ese infarto me salvó la vida… Pasé de fumar dos paquetes de cigarrillos y estar doce horas por día sentado en el escritorio comiendo comida chatarra a ser deportista”, dice Maggi, que para ese entonces era representante de IBM en Argentina y estaba en la cumbre económica de su carrera. “Me dijeron que tenía que cambiar mis hábitos, hacer deporte. La aparición del deporte en mi vida cambió todo, porque descubro que mi cuerpo es útil, que tengo un cuerpo de atleta. Discapacidad se entiende como sinónimo de inmovilidad, así que yo había pasado 37 años inmóvil. Y de repente podía llegar a la cama con cansancio físico, sentía hambre porque había pedaleado, volvía a mi casa transpirado. Entonces me subía a la bici y era un león”.
Desde ese momento sus días pasaron a ser los de un deportista de alto rendimiento. Se sucedieron maratones en Nueva York, carreras de esquí en los Juegos Olímpicos de Invierno de Vancouver 2010 --donde fue abanderado argentino--, competencias ironman (triatlones extremos), cruce de los Alpes suizos, Cruce de los Andes a caballo y 109 días de entrenamiento --en los que sumó más de 2500 kilómetros arriba de su bicicleta adaptada--, como preparación para el Himalaya. Atraído por esas credenciales, el primero en acercarse a la historia de Jean Maggi fue el periodista cordobés Carlos Marcó, que la escribió en su libro La aventura de romper límites y a su vez lo conectó con el cineasta Juan José Campanella. “Nosotros habíamos filmado todo el ascenso --explica Maggi-- y lo primero que me dijo Juan es que las imágenes que teníamos eran muy poderosas para pensar en una ficción, que había que apuntar a un documental”.
Lo que sucede en El límite infinito es que no existen los matices ni las preguntas. Todos los elementos están encasillados en un solo concepto: la autosuperación. Las voces de sus entrenadores, de su esposa, de sus hijos, de su padre, de sus amigos, el montaje y los planos casi publicitarios, la banda de sonido de marcado corte épico. Una acumulación que finalmente atenta contra la propia historia de Maggi, cuya potencia se diluye frente a la insistencia por subrayar algo que se percibe con claridad desde las propias imágenes.
A poco de que Maggi alcance el paso Khardung, el documental se vuelve sobre el doloroso y costoso proceso que atravesó para colocarse un sistema de piernas biónicas --con el que puede caminar sin bastones-- y hacia la Fundación Jean Maggi, desde la que hoy regala bicicletas adaptadas de tres ruedas --como la que usó para ascender el Himalaya-- a chicos y chicas con distintas discapacidades. “Poco después de que me infarté, falleció mi mamá y yo heredé casas de mi familia. Me pude dedicar así al deporte y ahora también vivo de esas rentas y me puedo dedicar a la Fundación”, explica Maggi. “Ya entregamos más de cien bicicletas y siempre pienso qué distinta hubiese sido mi discapacidad si hubiese tenido una. Tengo muy claro que soy el protagonista de este documental, pero si no le cambia la vida a otro, no cumplió su objetivo”.