Daniel Guibes era un muchacho de sólo 19 años cuando fue secuestrado por una patota policial de su casa familiar de Laz Paz y Felipe Moré, en la noche del 10 de octubre de 1976, para ser llevado a la Quinta Operacional Fisherton, donde estuvo secuestrado durante al menos tres días, para ser derivado a un segundo sitio de torturas. La vida le dio la oportunidad, 39 años después, de reconocer el lugar: su trabajo en el Colegio San Bartolomé, que adquirió el viejo predio de la Metalúrgica Chaina de San José de Calazans al 9000, le permitió volver a estar parado en el viejo chalet de tejas rojas donde había sido torturado junto a otras personas. Su testimonio fue brindado ante la justicia en 2016, y ahora lo hará en el juicio oral y público por la causa Klotzman, el próximo miércoles a las 9.30 ante el Tribunal Oral Federal 2. Su historia, guardada por más de 40 años, fue publicada el 27 de setiembre de este año por Rosario/12 y salió a la luz gracias a un antropólogo que lo pudo contactar mientras trataba de reconstruir la historia del demolido centro de torturas. Y así, Guibes, se transformó en el segundo sobreviviente de ese centro clandestino de detención, junto a Fernando Brarda.
Su historia salió a la luz cuando se cruzó con la del antropólogo forense Bruno Rosignoli y el equipo del Centro de Estudios e Investigaciones en Arqueología y Memoria (CEAM), quienes en abril de 2016 se acercaron a la "Quinta Operacional de Fisherton". "Llegamos ahí porque acababa de ser demolida la casa y queríamos ver en qué situación se encontraba, qué se podía hacer todavía", explicó Rosignoli. "Se nos acerca una persona que trabajaba en la obra, nos pregunta si necesitábamos algo y nos dice: 'Si ustedes quieren saber más de eso tienen que hablar con Daniel'", agregó sobre su encuentro con el desaparecido que nadie conocía.
Los antropólogos fueron en busca de la persona señalada y cuando lo ubicaron, les dijo: "Justamente yo estuve secuestrado en ese lugar", según contó Rosignoli. "Fue una sorpresa muy grande, no sólo por la casualidad, sino porque la versión que hasta entonces conocíamos era que había un solo sobreviviente", abundó.
Hasta ese momento, las investigaciones judiciales daban cuenta de que el único sobreviviente de la "Quinta Operación de Fisherton", por la que habían pasado 29 militantes del Partido Revolucionario del Pueblo (PRT) que se encuentran desaparecidos, era Fernando Brarda, quien declaró en varias ocasiones.
Rosignoli dijo que tuvo "un par de encuentros en los cuales nos relató su historia, que no había compartido más allá de su familia más estrecha a lo largo de los años". Y explicó que "se trataba de una persona que después de haber pasado por esa experiencia, no había tenido la contención y el acompañamiento que quizá otros han tenido a través de la militancia o de la participación en un organismo de derechos humanos".
Según sospechan los investigadores, la patota policial buscaba a un vecino de Guibes que más tarde, cuando él ya había sido liberado, fue secuestrado del terreno lindero y cuya identidad la Justicia aún desconoce.
Sin muchas esperanzas de que aceptara tanto tiempo después, los miembros del CEAM le plantearon a Guibes la posibilidad de acercarse a la Unidad fiscal de delitos de lesa humanidad "para que supiera que le podían dar un acompañamiento en su proceso, con o sin la posibilidad de que él testimoniara".
"¿Por qué meterse en eso después de tantos años, a esa altura, revivir todo, exponerse, hacer público su nombre? Era algo bastante improbable", reflexionó Rosignoli, para agregar que entonces "no considerábamos muy probable que quisiera declarar".
Sin embargo, el hombre aceptó dar su testimonio en sede judicial.
Según declaró en 2016 durante la instrucción de la causa, la escuela donde trabajaba adquirió el predio en el que funcionó la "Quinta Operacional de Fisherton" para hacer un campo de deportes. "Este chalet limita con el colegio en el que yo trabajo, que compró el terreno en 2015. Así tuve la posibilidad de ingresar y fue donde tuve una sensación fea, porque recuerdo esos tres días: estaba en una habitación chica en el piso y podía ver una ventana que volví a ver cuando ingresé nuevamente a dicho lugar", declaró.
También contó que revivió "la misma sensación al encontrarme en el mismo ambiente que cuando me secuestraron", para agregar que "el trayecto de la habitación al baño era el mismo que realicé cuando estuve secuestrado, el baño tenía unos azulejos verdes, todo tipo vidriado antiguo, que pude ver en el 76 al estar secuestrado y que volví a ver en 2015".