Desde Washington DC
A solo horas de las elecciones en Estados Unidos, nadie se atreve a predecir un resultado. Hay algunas estimaciones: si los números finales expresan lo mismo que las encuestas hasta este momento, el Partido Demócrata tendrá razones para festejar. Si en cambio los análisis se equivocan, Donald Trump pasará cuatro años más en la Casa Blanca. Pero hay estados en los que los números todavía están demasiado ajustados como para vislumbrar el desenlace.
La incertidumbre alimenta las expectativas de un ciclo electoral que se prevé histórico. Todavía no llegó el día de la elección y ya votaron por adelantado más de noventa millones de personas. En Texas, la participación ya superó el total de votos emitidos en 2016.
Hace tan solo un mes, las encuestas mostraban que el voto anticipado era la opción preferida por los demócratas. Los republicanos, según esos sondeos, planeaban ir a votar el mismo día de la elección. Pero recientemente, fue el propio Trump el que comenzó a alentar a sus seguidores a votar en persona de forma adelantada.
La pandemia es la gran protagonista de este ciclo. No solo por los cambios que hubo que hacer en la votación, sino porque es un tema central en la campaña. Fue un tema discutido en los debates presidenciales y las encuestas muestran un gran descontento con la forma en la que el presidente manejó la crisis. Estados Unidos llega al día de la elección con más de 9 millones de contagios y 230 mil muertos.
El duro impacto de la pandemia no es la única característica de estas elecciones. Desde las distintas estrategias para conseguir la mayoría en el colegio electoral hasta los recursos legales para desplegar después del día de las elecciones, este ciclo muestra cuatro claves para entender qué puede pasar en Estados Unidos.
La estrategia de Biden
Adelante en las encuestas a nivel nacional por un margen de siete puntos, Biden no se confía. Su agenda para el último fin de semana de campaña incluyó varias visitas a estados del famoso “cinturón de óxido”, el cinturón industrial de Estados Unidos. El sábado, en Michigan con Barack Obama. El domingo, en Pensilvania.
La estrategia principal de la campaña de Biden para sumar mayoría en el colegio electoral es ganar en estos estados, que históricamente apoyaron al Partido Demócrata hasta que en 2016 le dieron el triunfo a Trump. Otros dos estados clave del Midwest son Minnesota y Wisconsin. En el primero ganó Hillary Clinton en la última elección. El segundo fue para el republicano, pero por un escaso margen.
Si Biden mantiene en su canasta todos los estados en los que ganó Clinton en 2016 y logra recuperar los tres que se dieron vuelta, tiene casi asegurado el triunfo. Podría incluso darse el lujo de perder Florida.
La campaña de Trump
Compuesto por los cálidos estados del sur, el llamado “cinturón de sol” acompaña tradicionalmente al Partido Republicano, a excepción de Nuevo México, que generalmente vota al Demócrata, y de Florida, que puede cambiar según la elección.
Este año, esta es la zona que puede traer sorpresas durante el recuento. En primer lugar, Arizona quedó convertido en las últimas elecciones en un nuevo terreno de batalla del mapa electoral estadounidense, otro swing state para sumar a las campañas. Allí ganó Trump en 2016, pero la repetición del triunfo no está garantizada.
Inesperadamente, uno de los estados que esta vez parece estar al alcance de la mano del Partido Demócrata es Texas, histórico bastión republicano. Este estado da 38 votos en el colegio electoral, la mayor cantidad después de California con 55.
Para ganar, Trump está obligado a mantener los estados de esta zona que le dieron la victoria en 2016. Pero las encuestas lo ponen debajo de Biden en Arizona y Florida y muestran un empate para Texas y Georgia. Cualquier resultado adverso en estos estados, empezará a limitar las posibilidades de llegar a los 270 miembros del colegio electoral que necesita para ganar.
Incluso si Trump mantiene los estados del sur que están en juego, necesitará ganar Pensilvania o Michigan, que están dentro del foco principal de la campaña de Biden.
Por eso, la campaña republicana tuvo que dividirse en dos frentes. Uno de defensa en el sur, para conservar terrenos que hasta hace unos meses parecían seguros, y otro ofensivo en los estados de cinturón de óxido.
Su camino para conseguir mayoría en el colegio electoral es más difícil que el de Biden, pero no imposible.
Pero la estrategia republicana no solamente implica el despliegue de sus principales figuras para motivar el voto de sus seguidores. También incluye una pata legal que, hasta ahora, implicó presentaciones judiciales para impedir la extensión de plazos y del conteo en algunos estados. El partido también prepara esa maquinaria por si necesita disputar los resultados, después de un año en el que su candidato agitó, sin evidencias, el fantasma del fraude en el voto por correo.
Demoras en el conteo
La pandemia obligó a las autoridades electorales de cada estado a buscar distintas vías para garantizar un voto seguro en este ciclo. En algunos, se permitió el voto por correo. En otros, que ya tenían instalada esta práctica, se ampliaron los plazos.
El electorado estadounidense parece haber aprovechado la posibilidad de votar de forma anticipada, por correo o en persona. A esta altura, la cantidad de votos emitidos ya superó por varias decenas de millones la de los votos anticipados en 2016.
En algunos estados, esto no representará un problema para el conteo y se espera que tengan resultados el mismo martes a la noche. Pero ese no es el caso en todo el país y, sobre todo, no pasa lo mismo en todos los estados que más están disputados.
Mientras que en algunos estados las boletas se cuentan a medida que son emitidas, en lugares como Pensilvania y Wisconsin el conteo empieza solo a partir del día de la elección. Un antecedente en Pensilvania permite anticipar un desenlace lento: allí este año tardaron días en anunciar al ganador de la primaria demócrata. En estas elecciones generales, este estado tiene una importancia estratégica para los dos partidos y una demora allí podría significar un retraso en el conteo general. Es posible, llevan meses advirtiendo las campañas y analistas, que no se conozca quién es el ganador la misma noche de la elección.
El día después
Incluso con una tendencia clara el martes a la noche, hay incertidumbre sobre lo que podría venir luego.
Una de las incógnitas que flotan, a partir de sus respuestas evasivas en debates y entrevistas, es la de si Trump va a aceptar los resultados del martes. En 2016 ensayó la misma estrategia. Un misterio alrededor de su reacción que al final quedó disipado porque él fue el vencedor.
Pero 2020 no es 2016. Estados Unidos viene de un año sacudido por las protestas y los casos de violencia policial. La ciudad de Washington, por ejemplo, tiene frescos los recuerdos de la represión de junio frente a la plaza Lafayette, a metros de la Casa Blanca, para permitir que Trump se sacara una foto con una biblia frente a una iglesia.
A horas de las elecciones, la capital de Estados Unidos se prepara para nuevos disturbios. Los locales que en estos meses quitaron las maderas con las que habían tapiado sus frentes volvieron a ponerlas este domingo. La esquina frente a Plaza Lafayette bautizada “Plaza Black Lives Matters” por la municipalidad ahora también tiene vallas para la iglesia, un hotel de la zona y otros edificios. Los comercios de la ciudad recibieron la recomendación de chequear sus seguros y el jefe de la policía de la ciudad de Washington anticipó que prevén conflictos gane quien gane.