Un profesor de filosofía, guitarrista además, coordina el club. Se llama Demian Casaubon. El resto tiene profesiones y quehaceres disímiles. Matías Yohai, el pianista, es abogado. Carlos Sculli, el bajista, se está por recibir de arquitecto.  Pablo Gabián sigue los vectores de su profesión (diseñador de imagen y sonido) proyectando videos durante los conciertos y el otro Demian (De Gennaro) es profesor de música... toca bandoneón, clarinete, saxo alto, saxo tenor, guitarra y armónica. Señoras y señores, con ustedes, algunos de los socios que forman el Club Artístico Libertad, institución combativo/musical fundada en 2009. “`Club`, porque elegimos ese modo de organización que se refleja en un slogan interno (viene el que quiere cuando puede y quiere); `Artístico`, porque nos convocan los lenguajes artísticos y `Libertad`, porque describe el espíritu de nuestra desorganización funcional”, enmarca Casaubon. “Sí, eso somos, aunque esto suene como un oxímoron”, se ríe Sculli, acerca de ciertas características del  C.A.L, agrupación que acaba de publicar un disco vinculado directamente con su raid semántico. Se llama Rojo y negro, lo presentarán el viernes 14 de abril a las 21 en el CAFF (Sánchez de Bustamante 772) y consiste en un remozado fresco sonoro de canciones republicanas de la guerra civil española, y la posterior resistencia al franquismo. 

“El proyecto comienza dentro de un núcleo íntimo y palpita en la búsqueda de restituir las canciones anarquistas que nos cantaba mi bisabuela, Fe”, señala el subcomandante Casaubon. “Algo tan simple y poco heroico como eso... una tarde, una guitarra, y luego un poco de internet para buscar títulos que eran como ecos: `hijos del pueblo`, `negras tormentas` y así, sin ningún a priori cultural o político. Eso es algo que se fue armando después”, admite el filósofo, sobre un recorrido que aterrizó en piezas como “La hierba de los caminos”, “Coplas a la defensa de Madrid”, “Bella ciao” y “Ay, Carmela”, entre otras. “No estoy tan seguro de que nosotros revitalicemos las canciones, más bien pienso que son las canciones las que nos revitalizan a nosotros. Eso lo entendimos mejor en este tiempo”, profundiza el también guitarrista.   

–¿Cómo eligieron el repertorio y de qué manera fueron imaginando un género musical para cada pieza?

Demian Casaubon: –El criterio fue variando. Al principio decíamos: “sólo canciones de trinchera, nada de autor”. En algún momento el criterio era meramente histórico, vale decir: canciones que efectivamente se cantaran durante la guerra civil. Hoy por hoy, necesitamos abrir un poco el criterio

Matías Yohai: –Con respecto al género, cuando nos disponemos a arreglar un tema “nuevo” empezamos un poco estancados. Se escuchan varias propuestas, hasta que probamos esa que impulsa la canción hacia adelante y mejor se amolda a su estructura y esencia. De repente, parece como si ese tema de trinchera, de más de setenta años, hubiera sido compuesto como un reggae, un ska, un tango o una cumbia. Es a prueba y error. Tal vez como única premisa, nos proponemos darle variedad al repertorio y que eso nos condicione inicialmente a buscar algún estilo que aún no hayamos probado.

–Yendo a un terreno más político, ¿les importa lo que pasa en la América Latina en el siglo XXI o lo de ustedes es un anarquismo de aquellos? 

Carlos Sculli: –Las repercusiones políticas tienen diferentes implicancias en nosotros, no a todos nos mueven las mismas ideas ni nos importan las mismas cosas, pero lo cierto es que existe un eje de pensamiento político claramente marcado, y lejos del anarquismo. Entendemos en buena parte los valores que se ponen en juego, no sólo por los niveles emotivos que despiertan estas canciones (sobre todo en las generaciones anteriores a la nuestra), sino que también a nosotros nos pasa, tocando y cantando, sobre todo cuando nos gobiernan quienes menos nos representan. Es hasta llamativa la diferencia que existe en el público de años atrás, y este último año y medio. 

D.C.: –Yo creo que nos atraviesa. En “El Tururú”, por ejemplo, decimos “nuestras raíces latinas”. Es algo que se refleja también en las palabras que publicamos a modo de prólogo. Yo creo que lo que hacemos es de acá y de ahora. Sé que puede sonar contradictorio, nos pueden decir con razón que hacemos canciones españolas de otra época y es verdad, pero es un proyecto que habla de hoy y habla de esta Latinoamérica, de esta Argentina y de su historia, sus inmigrantes, las ideas que “cruzaron el charco” y se llenaron de acentos distintos. Incluso, en el concierto que dimos en diciembre hicimos un breve homenaje a Fidel. 

La tapa del disco muestra un sinfín de árboles y montañas, que cinco supuestos libertarios contemplan con una guitarra y un perro, bien entrada la noche. En principio, da una idea de refugio de la resistencia, o algo así. El que responde, lógico, es quien la diseñó: Pablo Gabián. “Esas montañas y esos árboles que se ven a la distancia explican la necesidad de creer en un punto de fuga. Yo, personalmente, soy creyente de la técnica de la perspectiva aunque no practicante... creo en esa técnica y también en lo que representa no solo en lo pictórico sino también en lo simbólico”, asevera él, y motiva un cruce tapones de punta de Casaubon: “¿Por qué no explicás un poco de qué se trata esa técnica, que no se entiende nada?”, ríe el hombre. Y sobreviene la respuesta. “La perspectiva es la ilusión visual que percibe el observador y que le ayuda a determinar la profundidad y situación de los objetos a distintas distancias. Yo pensé que somos un grupo de personas que tienen en común el mismo punto de fuga. Pero no quiero hablar por todos, me da cosa”, acomete el diseñador.  

–La preproducción del disco fue en junio del 2011; la grabación empezó tres años después y terminó en abril del 2016. Se intuye que por esto hablan de pésima organización respecto de su publicación...

C.S.: –Fue todo así, sí, caótico y desorganizado. La gran virtud es que nunca nos abandonamos y a fuerza de laburo, paciencia y compromiso, no sólo generamos este disco/investigación, sino que aprendimos a acomodarnos, cada uno con su compromiso y su tarea, sea por comodidad o eficiencia. 

D.C..: –Como decimos en el disco, no es que nos tomamos un tiempo para “madurar” o algo así. Somos medio desastrosos para organizar y a veces no nos importa hacer las cosas pronto, o aprovechar todo.

–¿Cómo fue la investigación que desembocó en el contenido del trabajo?               

D.C.: –La investigación sigue en pie, sigue vigente. En un primer momento fuimos relevando diversos libros de historia de la Guerra Civil. También he pasado algunas mañanas y tardes en la hemeroteca del Congreso, revisando microfilms de diarios de la época; hemos entrevistado gente, nos llegaron algunos incunables que no se consiguen como por ejemplo Si me quieres escribir. Canciones políticas y de combate de la Guerra de España de Maryse Bertrand de Muños, o el libro de Straniero y Liberovici (Cantos de la nueva resistencia española, 1939-1961) que mencionamos en las reseñas del disco. Siempre esquivamos la historiografía o la musicología, porque lo que caracteriza la investigación es que, si bien es seria, no es académica. En lo académico hay cierta legitimación de un discurso que asume pretensiones de verdad. Nosotros preferimos hacer otra cosa con la historia y con la música.