Hace cuarenta años, una barrita de hijos de la clase trabajadora del barrio Sayago jugaba a ser murga. Entre padres metalúrgicos, militantes sociales, obreros gráficos y laburantes del ferrocarril, la gurisada soñaba lo que la mitad más uno del Uruguay: fundar una en serio. Y el futuro le llegó hace rato: aún con la dictadura cívico-militar en el poder, armaron una con el fin de festejar el Día del Niño de 1980. Se llamaba Firulete, y el primer recuerdo proviene de Gabriel Melgarejo. “Por entonces, las expresiones populares se las ingeniaban para hacerse oír, para resistir”, evoca uno de los fundadores de aquel entusiasta grupito que pronto cambaría el nombre por el de Contrafarsa. “Con el tiempo llegaron los pantalones largos y la desfachatez de incursionar en el Carnaval oficial, hasta que tocamos el cielo con las manos, al ganar el primer premio de la categoría murgas en el carnaval '91. Lo único lamentable fue que tuvimos que cambiarnos el nombre, porque había un ventrílocuo que recorría los tablados bajo el nombre de Roberto y su muñeco Firulete. Esa situación nos produjo rabia y bronca”, evoca el murguero, en la previa del retorno de la agrupación tras un largo parate. La cita es los días 1°, 2 y 3 de noviembre –con público- en el Auditorio Nacional del Sodre.
Viene al caso el recuerdo porque, pese a la bronca inicial, el cambio de nombre está directamente vinculado a la posición estética e ideológica que la agrupación -también dirigida por el experimentado Edú “Pitufo” Lombardo-- fue asumiendo con el tiempo. Contrafarsa, en rigor, nació bajo de la necesidad de hacer notar un grito de rebeldía juvenil “de oposición al sistema”, y devino enlazando sentidos con una forma de ser y estar en Carnaval. Punto alto de ese devenir fue, precisamente, El tren de los sueños, espectáculo que le hizo ganar el primer premio en el carnaval del 2000, y que la murga repondrá durante las tres fechas del retorno. El festejo, cuya versión en streaming será el martes 3 a las 20 por “Recitales app”, será doble: a las dos décadas de El tren… se le suman los cuarenta de vida.
“El tren… implica un viaje en el tiempo, ya que va para atrás y para delante de manera permanente, sobre todo en piezas como el cuplé ´El Recreo´, vinculada a las distintas etapas en la vida humana: el bebé, la infancia, la adolescencia y la madurez. En este sentido es una buena forma de conjugar pasado y presente”, señala este letrista y otrora ministro de economía de Tabaré Vázquez, que también colocó el tacto de su pluma sagaz y sensible en la retirada “El loco de la estación". “Este es un personaje que uno se puede encontrar en muchas esquinas de Montevideo. Un tipo realmente entrañable, que nos enseña qué sencilla y extraña es la felicidad, pese a su situación. Hay un montón de cosas que quienes nos creemos normales tenemos para envidiarle a ese loco”, cuenta el compositor, como una manera no solo de achicar distancias conceptuales entre la puesta original y la de hoy, sino también de contrarrestar los años que la murga estuvo inactiva.
A los motivos de esa pausa temporal se refiere Melgarejo: “Como en todo grupo humano existen circunstancias de la vida que conllevan a un desgaste. Un colectivo artístico tiene crecimientos y necesidades diferentes entre sus componentes, y llega un momento en que es muy difícil acompasar esas necesidades. Por eso resolvimos parar, en honor a nuestra historia y a nuestro proyecto artístico, aunque esto no implicó no seguir cultivando nuestra amistad… son frecuentes las juntadas familiares, los buenos asados bien regados de bebidas espirituosas y las cantarolas generalizadas recordando carnavales de antaño, siempre con el ´bichito contrafarsiano´ a flor de piel. Por suerte, se volvieron a alinear los astros y aquí estamos”.
-En vivo y con gente, incluso… algo que en la Argentina aún no se puede hacer. ¿Cómo es la situación en Montevideo para que pueda hacerse?
Gabriel Melgarejo: -Independientemente de otras consideraciones, todos reconocemos que el Uruguay ha tenido un correcto manejo de políticas sanitarias en esta lucha contra la pandemia. Esto ha permitido elaborar protocolos que, en forma sostenida, y siempre y cuando no existan rebrotes importantes, autorizan un aforo en las salas y teatros de un 45 a un 50%. Nuestra situación es que tenemos tres funciones agotadas, eso da casi 5000 entradas, y la actualidad indica que tendremos que realizar 6 funciones para poder fraccionar correctamente la taquilla. Sin renegar de la tecnología y las fabulosas posibilidades que hoy nos brinda, para el artista el público ahí en la platea lo es todo… esa conexión mágica entre el hecho artístico y el espectador es lo máximo.
-En Argentina hay medios de comunicación que están fogoneando la idea de irse a vivir al Uruguay… casi que lo pintan, bajo intereses inconfesables, claro, como un paraíso. ¿Cuál es la realidad?
Álvaro García: -Que Uruguay es un país que históricamente ha tenido indicadores diferenciales en la región, pero en particular en los últimos quince años, dado que tuvo un período de crecimiento con distribución del ingreso. Lógico que esto se debe a un gobierno de izquierda, que implementó políticas importantes. Por ejemplo, pasó a ser un país de 4 mil dólares de Producto Bruto per Cápita, a 16 mil, además de lograr avances sustanciales en materia social. Claro que esto no califica como paraíso. Y menos ahora que nos gobierna una de las fuerzas políticas más conservadoras de la historia. Esto va a implicar cambios negativos para la mayoría de la población, que incluso ya se están viendo.
-Volviendo a la murga, se dice que, más allá de las cuatro veces que ésta se alzó con el primer premio en el carnaval, el de El tren… fue el más importante porque generó “un antes y un después” en la manera de concebir el género. ¿En qué sentido conserva su vigencia?
A. G.: -En que mantiene una estética básica, aunque con una renovación en los trajes, la puesta y la escenografía. Desde el punto de vista conceptual, obviamente que en veinte años hay muchas cosas que cambian, y otras que mantienen su vigencia. Por nombrar un ejemplo, el cuplé “El consumidor”, basado en una crítica muy fuerte al híper consumo en la sociedad de hoy, y en cómo esto nos condiciona como seres humanos, algo que tiene una vigencia absoluta. Desde el punto de vista político, también la tienen algunas cuartetas del “Popurrí Locomotor”, o la entrada de Papa Noel en Estación “La Navidad”. Son guiñadas al pasado, pero referidas al presente.