“Cuando empezó la pandemia, pensábamos que iba a ser como la de Influenza de 2009. En ese momento se procesaron 23 mil muestras y ya nos parecía una locura. En el predio central (CABA), estamos llegando a las 100 mil”, señala Claudia Perandones, la directora científico-técnica del Anlis-Malbrán. Desde allí, procesan 1400 muestras a diario --sin interrupciones ni descansos-- desde que todo comenzó el 3 de marzo, cuando fue detectada la primera persona que se infectó con coronavirus. “Será recordado como el hombre que pidió sushi cuando fue aislado”, suelta Perandones. A partir de aquel momento capacitaron en tiempo récord a todos los laboratorios del país para armar una red federal, secuenciaron el genoma del Sars CoV-2 (clave para el desarrollo de una vacuna que sirva en territorio local), asesoraron --y aún lo hacen-- al gobierno en la producción doméstica de insumos y la puesta a punto de estrategias de mitigación del patógeno. En esta entrevista argumenta las causas por las que Argentina debe emplear los test de antígenos y comparte por qué, aunque no descarta ninguna, cree que la fórmula de AstraZeneca y Oxford podría tener buenas chances de aplicación masiva en la región.
--¿Cómo analiza el papel que desempeña el Ministerio de Salud durante la pandemia?
--Se está trabajando de una manera hiperintensa y eso me encanta, porque la intensidad del trabajo habla de la responsabilidad. Los funcionarios están preocupados y ocupados por lo que pasa. Tengo 29 años en el Malbrán y sutilmente diré que no siempre fue así. En general, éramos nosotros, los investigadores, los que teníamos que golpear las puertas con desesperación porque veíamos situaciones graves que no se estaban resolviendo. Tenemos un ministro en edad de riesgo y, lejos de encerrarse y guardarse, cada vez empuja más y redobla los esfuerzos. Eso motiva de una forma distinta a todos los que venimos por debajo y tenemos responsabilidades. Además, no se puede dejar de señalar que la situación previa era pésima. No solo faltaban camas de terapia y respiradores, sino tecnologías como robots, secuenciadores y microscopios de fluorescencia que con esta gestión pudimos adquirir. En diciembre pasado estábamos realmente desvastados, de hecho, con la deuda exigible que teníamos resultaba imposible comprar nuevos equipos. Por suerte, apareció la plata y, sobre todo, la voluntad política para hacer las cosas.
-¿En qué situación se encuentra Argentina en la actualidad? Hubo un buen arranque pero las cifras de contagios y fallecidos persisten muy altas.
-Para analizar el presente, me parece que es necesario una mirada que vaya más allá de la casuística. Los números de contagios y muertes se encuentran accesibles, y además el conteo por el conteo mismo no brinda mucha información. Cuando la gente se enfrenta a los reportes vespertinos, tiende a pensar que estamos en una especie de limbo y no es así.
-¿Por qué no?
-Todos los días no hacemos lo mismo ni tampoco estamos esperando que la pandemia nos pase por encima. Por el contrario, siempre nos proponemos dar con una respuesta diferente y por eso vamos a frenar a este virus. Hoy necesitamos una nueva etapa de pensamiento, que incluye cómo replantearnos las estrategias de testeo y de qué manera hacer la mejor utilización y administración de las vacunas que lleguen.
Cambia la lucha, cambian las armas
-¿El país realiza los testeos suficientes?
-Salud ha tomado la decisión de modificar la estrategia tecnológica para el testeo y eso es muy importante, porque va en la misma línea de lo que nos marca la bibliografía internacional y organismos como la OMS o la OPS. Desde principios de año, se comprobó que el mejor instrumento que se puede emplear para el diagnóstico de la covid era el PCR en tiempo real. Lo sigue siendo, pues, tiene mucha sensibilidad y alta especificidad. No obstante, si bien es muy bueno, requiere de una capacidad tecnológica instalada de los laboratorios (no se puede resolver por fuera de un ámbito laboratorial), tiene un costo alto y no se puede repetir con demasiada frecuencia en el mismo individuo.
-Esa fue la apuesta inicial del Instituto Malbrán…
-Claro y, de hecho, es una elección que sigue estando. Sin embargo, cuando uno se da cuenta que cada persona contagiada implica un número de contactos estrechos, que a su vez tendrán contacto con éstos, hay que pensar en cómo generar diagnósticos que permitan realizar acciones masivas. Es como elegir entre sacar una foto perfecta de una persona (PCR), que solo se puede tomar en un estudio fotográfico (laboratorio) y que únicamente se podrá repetir cada 15 o 20 días (por su alto costo); y una foto dinámica que te permite saber cómo está esa persona semanalmente y que tiene una capacidad de definición suficiente.
-¿La segunda opción en su ejemplo sería el test de antígenos?
-Sí, hoy es el test de antígenos, pero mañana puede ser cualquier otro test. La pandemia cambia, nuestras herramientas también deben hacerlo. Cualquiera de nosotros escogería la foto perfecta, pero si no la tengo cuando la necesito la elección puede cambiar. Es una tecnología que irrumpe y brinda soluciones masivas, más económicas y con menos requerimientos tecnológicos. Entiendo que la comunidad científica presente una resistencia; es comprensible, en la medida en que es algo relativamente nuevo.
-La resistencia local, por ejemplo, se basaba en que al comprar del exterior los test de antígenos se estaban dejando de lado los productos autóctonos, como Ela-Chemstrip y Neokit.
-Es que no se dejan de lado, son complementarios; se utilizan para situaciones diferentes. Como país tenemos la obligación de estar a la vanguardia, el hecho de tener –con el test de antígenos– un diagnóstico muy bueno en tan solo 20 minutos te permite cambiar la capacidad operativa. Basta con visitar la guardia o un centro asistencial de baja complejidad para que los profesionales de la salud te digan que les cambia la vida no tener que juntar las muestras, enviarlas con un transporte a un laboratorio, que la reciba en ese día y no el siguiente, que se carguen los resultados al sistema y se lo notifiquen a la persona. Es mucho el tiempo que se pierde, cuando la velocidad es un aspecto fundamental para atacar a la pandemia. No lo decimos nosotros desde el Malbrán, sino que el mundo avanza en este rumbo. Los primeros cinco días a partir del inicio de síntomas son los que generan la mayor capacidad de transmisión. Más rapidez para testear implica una mejor mitigación. Evidentemente tenemos que reducir el número de casos y esto contribuirá al respecto. Por lo tanto, consideramos que es mejor testear más veces a un mismo individuo con un test menos sensible que el PCR, porque cuando la persona tenga carga viral se detectará aunque la precisión del test no sea la óptima.
-Cambió el enfoque sobre la pandemia.
-Cambió porque ya no tenemos un grupito de pacientes a los que vamos a monitorear. El fenómeno es masivo, distribuido por todas partes. El test PCR habrá que reservarlo para situaciones específicas y, mientras tanto, emplear las otras técnicas que cuentan con una capacidad operativa tal que garantizan un proceso de toma de decisiones más eficiente.
-¿Por qué Argentina compró medio millón de los test de antígenos? ¿No hay producción local de esos?
-Se recibieron diferentes propuestas de test y Anmat autorizó nueve, luego de evaluar la calidad de cada una. En el país se están desarrollando, pero hoy no contamos con ninguna concreta. Cuando haya lo vamos a apoyar, por supuesto. Pero la tecnología la necesitamos ahora, ya. No requiere de equipamiento complejo, es económica y se realiza en poco tiempo, por lo que se incrementará la cantidad de testeos en nuestro país. En un futuro, no ahora, y luego de modificar el formato en el que se procesa, podría autoadministrarse incluso. Por lo pronto, aliviará el requerimiento de los laboratorios que desde marzo realizan diagnósticos por PCR sin parar.
-La idea, entonces, es combinar todas las herramientas disponibles.
-Los pacientes pueden ser diagnosticados en su cama sin desplazarse. De este modo, como se aíslan pronto contagian a menos personas (test de antígenos). Luego, en aquellos casos que nos generan dudas y requieren de mayor especificidad, sí podemos testearlos por PCR. Optimizar el funcionamiento global, esa es la cuestión.
Vacunas: apuestas, técnicas y acceso
-¿Qué opina de la estrategia que tiene el gobierno, de colocar fichas en distintas farmacéuticas?
-Me parece muy acertado realizar apuestas diversas, sobre todo, para el contexto en el que estamos. Es muy importante que cuando uno dice “la vacuna de Pfizer”, “la de Moderna” o “la de AstraZeneca”, no se está solo diferenciando marcas, sino técnicas basadas en características completamente diferentes. Sus mecanismos para generar inmunidad también apelan a líneas diversas. Al día de hoy no sabemos cuál de ellas será la que tenga mejor capacidad de generar una respuesta inmunogénica en el individuo. La vía que puso en marcha AstraZeneca, por ejemplo, es muy parecida a la del Instituto Gamaleya de Rusia. La de Moderna y la de Pfizer, por otro lado, utilizan una tecnología más novedosa (ARN mensajero) que requerirá de una evaluación exhaustiva y, para su distribución, de congeladores a 80 grados bajo cero.
-Implicaría un gasto de logística y un costo operativo considerable si Argentina cierra un acuerdo con alguna de ellas.
-Si el objetivo es vacunar a toda la población, es una variable que se debe tener en cuenta. Es importante entender que el Ministerio de Salud apuesta a diferentes estrategias porque si alguna demuestra buena seguridad y eficacia, el propósito será tenerla lo más rápido posible.
-¿Cuál es la opción que personalmente más le atrae?
-La que fabrican Oxford y AstraZeneca utiliza un mecanismo genético tradicional. Tendemos a apoyarnos en lo que más conocemos. Además, un hecho nada desdeñable es que Argentina se encargará de la producción de la sustancia activa para toda Latinoamérica y ello podría significar una ventaja al momento de recibir las dosis.
-Cuando las vacunas estén, las disputas por la distribución y el acceso serán feroces…
-Sí, por eso es vital que sean públicas las asociaciones y las alianzas que tejen los países con las empresas biotecnológicas. Es fundamental que las vacunas estén disponibles en naciones con bajos recursos. El pacto, a través de la Fundación Slim (México) que generó la posibilidad de que la fórmula de Oxford se produzca en Argentina plantea un precedente importantísimo. Es un modo de garantizarse la provisión. Cuando ya esté aprobada y el horizonte esté más cerca, desde la ciencia deberemos evaluar otros aspectos.
-¿Por ejemplo?
-Las vacunas contienen un fragmento de la información genética de Sars CoV-2. Tenemos la responsabilidad de secuenciar el genoma de todas las cepas circulantes porque los datos que se puedan obtener de qué es lo que circula en nuestro territorio son críticos.
-Si el virus muta,¿la vacuna podría dejar de servir?
-No es tan así. Las mutaciones deberían ser muy relevantes como para que una vacuna dejara de proteger y que sus anticuerpos ya no sirvieran ante futuras infecciones. De lo que se trata es de establecer una vigilancia genómica para quedarnos tranquilos que lo que circula coincide con la fórmula de la vacuna. Hemos tenido un enfoque muy virus-céntrico; en una etapa posterior nos tendremos que concentrar más en la relación del patógeno con sus huéspedes. Responder a la pregunta: ¿por qué hay personas que hacen cuadros graves y que mueren por la enfermedad de la covid, cuando hay otras que siquiera lo perciben cuando están enfermas? Ya no alcanza con mirar al virus (mutaciones que lo hacen más infectivo en ciertos casos), sino que hay concentrarse en la susceptibilidad inmunológica de los individuos porque, en definitiva, es la que condiciona la gravedad del cuadro.
El foco en los transportes
-Más allá del procesamiento de muestras, ¿de qué se ocupa el Instituto actualmente?
-Por un lado, estamos con las estrategias de diagnóstico, tanto las clásicas (PCR) como las novedosas (antígenos). Por otro, realizamos vigilancia genómica para describir con precisión las características de lo que circula en el país. Además, buscamos identificar conglomerados de individuos que hayan tenido una respuesta inusitada frente al contagio; así como también evaluamos una gran cantidad de productos que permiten descontaminar y sanitizar ambientes y superficies. Los trabajos con el Ministerio de Transporte han sido muy buenos.
-¿En qué sentido?
-Desde la Unidad Operativa Centro de Contención Biológica emitimos un listado de los productos que pueden ser utilizados. De aquí, las recomendaciones que realizamos para aeronaves, trenes y el resto del transporte de corta, media y larga distancia. El objetivo en todos los casos es minimizar el impacto de la carga viral en ambientes de espacio común y en los que puede haber tanto aerosoles como partículas virales depositadas en superficies. Monitoreamos la capacidad de penetración del virus en las telas de los asientos, así como también la durabilidad, es decir, por cuánto tiempo permanece. En base a ello, vemos qué productos tienen la chance de inactivar al Sars CoV-2. Por ejemplo, cuando trabajamos con los aviones de Aerolíneas Argentinas, logramos constatar que el recambio de aire es igual o mejor que el que tiene nuestra Unidad de Contención en el Malbrán.
-De modo que viajar en avión en esas condiciones no sería tan riesgoso.
-Claro, aunque parecía un desafío tremendo, en éstas condiciones se podría sin ningún problema, siempre y cuando se respeten las pautas de distanciamiento de los asientos. Los flujos de aire que tienen para cuidar la dispersión del aire y que cada quien no reciba las aerosolizaciones del otro es excelente. Trabajan con parámetros muy buenos, me sorprendieron gratamente.