“Somos un grupo de perfil bajísimo y nuestro fuerte es la continuidad, la pasión, el trabajo, las ganas, el estar y el estar”, considera Gabriel Patrono, referente del colectivo La Nave de los Sueños, que festeja este mes su vigesimoquinto aniversario de trabajo. En este cuarto de siglo, los “pibes” de la Nave crecieron desde organizar encuentros multidisciplinarios en galpones alquilados hasta ser referentes del cine emergente argentino, publicar libros, tratar con figuras claves como Leonardo Favio, organizar un festival, filmar sus propios documentales y, no menor, curar desde hace 15 años un ciclo de proyecciones en la Biblioteca Nacional.
Justamente este ciclo, que desde que empezó la cuarentena puede verse en el canal de Youtube de la Biblioteca, será el epicentro de su celebración del aniversario, con una serie de retrospectivas a la propia historia del grupo y a su vínculo con otros colectivos. Así, hoy martes habrá una transmisión dedicada a El amigo, el primer cortometraje de Leonardo Favio, que integrantes del colectivo rastrearon y rescataron hacia 2006, y que fue el puntapié inicial para el ciclo. Además, habrá selección de cortos del primer festival organizado por el grupo, una función de Jardines, de Ernesto Baca, y una antología de cortos surgidos de RAFMA, la Red Argentina de Festivales y Muestras Audiovisuales.
A quienes integran La Nave no los detuvo el aislamiento social, preventivo y obligatorio. Al contrario, explica Patrono, están convencidos de que los expandió. “Le fuimos encontrando la vuelta para hacer cosas que sean valiosas y sumen, y sí, nos costó un montón, fue un año extenuante, pero llegamos a mucha más gente”, señala. “Lo que más aprendí este año es que el cine argentino tiene un potencial enorme aún sin desarrollar, que todavía hay gente que descubre que le interesa o le entusiasma y no lo sabía, y este año con los estrenos online, con poder acercarse vía plataformas, se amplió cantidad de intresados, nosotros tuvimos visiblemente mucha más gente en todas las funciones”. Es más, para Patrono, la pandemia puede ser “una oportunidad histórica” para quienes militan la autogestión cultural. “Tenemos otra oportunidad de reconquistar a las audiencias que no nos conocen”, asegura. “Nuestra ambición más grande es llegar a lo popular y ser consumidos masivamente, que la gente descubra que está bueno el cine argentino porque tiene historias que la reflejan: si la cultura tiene un valor real, está en que el otro sienta que se le está hablando”.
La conjunción del aniversario con la pandemia, cuenta Patrono, puso al grupo a reflexionar sobre su lugar en el circuito. En lo personal, explica, este año le devolvió potencia a mucho de lo que hacían. “Ahora encuentro nuevamente un valor real en lo que hacemos tratando de generar sentidos, horizontes de posibilidades en las vidas de las personas. Vuelvo a sentir eso: ahora le podemos hablar a mucha gente, ahora la cultura se necesita mucho”.
Pese a lo que sugiera el tango, 25 años es bastante. “Es fuerte cuando te das cuenta que la mitad de tu vida estuviste haciendo eso”, observa. “Cuando empezamos, éramos un grupo de amigos con mucha ilusión, con poco conocimiento de la circulación de la cultura, más bien con interrogantes y preguntas. Nos nucleaban las ganas de mostrar una generación, pero no teníamos mucho más que eso, el gesto de decir y señalar ‘acá está pasando algo’, pero fuimos aprendiendo con el hacer”.
En el mito fundacional de La Nave de los Sueños hay una banda de rock que se desintegró, desempleo post-crisis 2001 y ganas de hacer algo. Luego, recuerda, aparecieron integrantes más formados, y también el vínculo con estudiantes de cine y directores nóveles, que se acercaban a esas fiestas galponeras aunque no fueran exactamente cinematográficas. “Nos proponían pasar sus primeros trabajos, que nos sorprendía, pero pasó con Perrone, Trapero, Caetano, Daniel de la Vega, Ernesto Baca, los chicos de Farsa y muchos más”, enumera.
En ese derrotero, el encuentro con Favio fue fundamental. Él los apoyó en distintas instancias y, eventualmente, deslizó en un encuentro “a tomar el té” que había perdido su primer cortometraje. Para los chicos de La Nave fue casi iniciático. Se lanzaron a buscarlo. “Fue justo post Cromañón, estábamos todos sin trabajo, con nuestra sede cerrada, ¿y qué mejor que buscar su corto, devolverle la obra a nuestro inspirador? Charlamos con coleccionistas, investigadores, proyectoristas, cineclubistas, y después de un año encontramos una copia”, rememora. Las asistentes de Favio los animaron a tomarse un remís hasta Quilmes, donde el artista filmaba Aniceto. “Con eso hicimos una presentación que fue la primera función en la Biblioteca, donde Horacio González nos pidió una propuesta, un ciclo con continuidad”. Fue una jornada bisagra. “Ese día Favio resumió nuestro devenir y nuestro sentido, lo redefinió y nos condujo al futuro”.