Los presidentes de la AFA, Claudio "Chiqui" Tapia y de la Liga Profesional, Marcelo Tinelli, soportaron el peor fin de semana desde que están al frente de sus cargos. Todo lo que quisieron hacer, les salió mal o directamente no les salió. Primero, un fallo judicial de primera instancia les decretó no innovar y revirtió su decisión de romper la relación con Fox Sports y concentrar en TNT Sports la totalidad de las transmisiones televisivas del nuevo torneo. Luego, el caso "River Camp" los enfrentó cara a cara con uno de los gigantes del fútbol argentino y a punto estuvo de quebrar el delicado equilibrio político en el que coexisten Boca, River y el resto de los equipos de Primera División.
Los dos hechos tienen el mismo trasfondo: la imposibilidad de gestionar los conflictos de intereses. Sobran la imprevisión, la improvisación y la convicción de que las disputas pueden pulsearse hasta último momento. En el caso de la televisión, Tapia y Tinelli midieron muy mal la relación de fuerzas. Detrás de Fox, está Disney, el mayor conglomerado mundial de la industria del entretenimiento, que obviamente, iba a defender judicialmente los derechos de televisación que ahora le pertenecen luego de la fusión con ESPN.
El gran problema es que los ejecutivos locales de Fox y TNT Sports no tienen poder de decisión. Sólo actúan (y actuarán) en función de las directivas de las casas matrices de ambas señales con sede en los Estados Unidos. Mal asesorados y carentes de información estratégica, es posible que Tapia y Tinelli deban dar una brusca marcha atrás y sentarse a renegociar el contrato con Fox-Disney, que estaría dispuesto a pagar lo que AFA y la Liga le piden para retener los derechos hasta 2025.
En el episodio de la localía de River, Tapia primero quiso hacer un gesto de autoridad y demostrarle al fútbol que en verdad, era él y no Tinelli quien tenía la última palabra. Autorizó verbalmente que el partido con Banfield se jugara en el complejo riverplatense de Ezeiza y supuso que con eso, alcanzaba. Se equivocó. Porque Tapia no es Grondona, es Tapia. Con Tinelli a la cabeza, la mesa directiva de la Liga hizo valer los reglamentos que impiden jugar oficialmente en sitios de entrenamiento y obligó a River a trasladarse hasta la cancha de Independiente. Lo resolvió muy tarde, a primera hora de la tarde del sábado. Cuando la propia existencia de la Liga estaba en cuestión. Si lo hubiera hecho antes, todo hubiera quedado más claro.
Ante la mirada siempre oblicua de los dirigentes, Tapia perdió poder en este fin de semana de locos. No pudo cortarle el contrato de televisión a Fox Sports y tampoco logró imponer su voluntad política para que River hiciera lo que quisiese. Tinelli también salió chamuscado. Pero al menos, consiguió que la Liga no quedara desubicada antes de que empezara a rodar la pelota de un torneo que a nadie parece importarle demasiado.