El ornitorrinco es un animal muy particular. Es venenoso, es uno de los pocos mamíferos que ponen huevos, tiene algo parecido al pico de un pato, patas palmeadas, caza mediante electrorrecepción y empuña espuelas venenosas capaz de producir un dolor intenso a los humanos. Sus características únicas lo convierten en un importante sujeto de estudio en el campo de la biología evolutiva.

Ahora le descubrieron una nueva propiedad. Un estudio determinó que el pelaje del ornitorrinco se ilumina de verde o cian bajo la luz ultravioleta. Se trata de la primera observación de biofluorescencia en un mamífero que pone huevos, los llamados monotremas. Los científicos sugieren que este extraordinario rasgo podría no ser tan raro y responde a una necesidad evolutiva de vivir en la oscuridad de la noche.

En enero del año pasado el equipo de la investigadora de la Universidad del Estado de Colorado, Allison M. Kohler, descubrió este rasgo en el pelaje de la ardilla voladora que mostraba diferentes intensidades de rosa. Hasta el momento, la fluorescencia solo se había detectado en varias especies de reptiles, anfibios e incluso aves, también en mamíferos marsupiales, como la zarigüeya.

El hallazgo se produjo por accidente cuando realizaba una toma de muestras nocturna de líquenes. El equipo confirmó esta peculiaridad con los especímenes de ardillas voladoras extintas conservadas en los museos. Como en el siguiente cajón se encontraban los ornitorrincos (Ornithorhynchus anatinus), los científicos se propusieron examinarlos también.

Tras analizar tres ejemplares de esta especie –una hembra y un macho del Museo Field de Historia Natural en Chicago, y otro espécimen macho del Museo Estatal de la Universidad de Nebraska–, los investigadores confirmaron que su pelaje se iluminaba de verde o cian bajo la luz ultravioleta. Cabe destacar que es uniformemente marrón a la luz natural.

Los resultados, publicados en la revista Mammalia, muestran que el pelaje del ornitorrinco absorbe los rayos UV (con longitudes de onda de 200 a 400 nanómetros) y vuelve a emitir luz visible (de 500 a 600 nanómetros), lo que lo hace fluorescente.


Cuatro hipótesis y un debate 

Los investigadores postularon cuatro hipótesis para explicar la presencia de fluorescencia. No son necesariamente exclusivas sino que, justamente, son complementarias en su función.

Como la zarigüeya marsupial y la ardilla voladora placentaria, los ornitorrincos son más activos durante la noche. Es posible que estos mamíferos, y posiblemente otros, hayan desarrollado la biofluorescencia para adaptarse a condiciones de poca luz. Los investigadores sugieren que así los ornitorrincos podrían verse e interactuar entre sí en la oscuridad.

“Lo que nos llevó a iluminar con luz ultravioleta a los ornitorrincos de museo fue una mezcla de serendipia y curiosidad”, explica la autora principal, Paula Spaeth Anich, profesora asociada de biología y recursos naturales en el Northland College (EE UU).

Las otras hipótesis establecen que esta característica se desarrolló para destacarse visualmente, especialmente en aquellos que habitan en paisajes cubiertos de nieve; podría servir también como instrumento de comunicación entre ellos y, por último, se cree que podría jugar un rol importante como herramienta de defensa ante sus depredadores. 

Los científicos también estaban interesados ​​en ver hasta dónde llegaba en el árbol de los mamíferos el rasgo del pelaje biofluorescente. “Se cree que los monotremas se ramificaron del linaje marsupial-placentario hace más de 150 millones de años. Por lo tanto, fue muy curioso constatar que esos parientes lejanos [los ornitorrincos] también tenían pelaje biofluorescente”, señalan los autores.

El siguiente paso será colaborar con investigadores australianos para observar la biofluorescencia en animales salvajes, y así profundizar en la exploración de este fenómeno en el árbol genealógico de los mamíferos.