Desde Londres
En medio de una fuerte rebelión de sus propios diputados, el primer ministro Boris Johnson dijo al parlamento que no había alternativa al confinamiento nacional anunciado el sábado. En un tumultuoso debate sobre la propuesta gubernamental que se votará el miércoles, los diputados conservadores exigieron garantías de que el confinamiento va a terminar el 2 de diciembre. “Estamos avanzando hacia un estado autoritario y represivo”, señaló el conservador Charles Walker.
En un mensaje a los rebeldes de su propia bancada, Johnson justificó la nueva política. “A aquellos que creen que no hay que adoptar medidas nacionales, déjenme deletrearles lo que pasaría si no lo hacemos. El Servicio Nacional de Salud se vería desbordado. Los hospitales se verían obligados a rechazar a pacientes con coronavirus y con otras enfermedades. Doctores y enfermeras tendrían que elegir qué pacientes van a tratar, quiénes van a vivir y quiénes van a morir”, dijo Johnson.
En respuesta a los embates del ala libertaria de su partido, Johnson indicó que el confinamiento terminaría el dos de diciembre “sin lugar a dudas”, pero añadió, como para cubrirse las espaldas, que lo que pase a partir de allí "dependerá de los datos". Según un portavoz de 10 Downing Street, el gobierno le dará al parlamento la opción de votar nuevamente sobre cómo seguirá la lucha contra el coronarvirus.
Nadie sabe hasta dónde están dispuestos a llevar su rebelión los diputados conservadores, si votarán en masa en contra del cambio de política o se abstendrán. El oficialismo cuenta con una mayoría absoluta de 80 diputados en la cámara con lo que difícilmente pierda la votación este miércoles. El laborismo no pondrá palos en la rueda: garantiza más que hace peligrar la aprobación del confinamiento.
El líder laborista Sir Keir Starmer no se privó de criticar duramente a Johnson. “En cada etapa de esta pandemia el primer ministro ha reaccionado con pasmosa lentitud. En cada etapa ha evitado las decisiones difíciles, ha ignorado a sus asesores y se ha dedicado a hablar de lo que desea que pase en vez de lo que está sucediendo. En cada etapa ha prometido lo que no podía cumplir y no ha realizado lo que debía hacer”, dijo Starmer.
Una cuestión de números
La actual etapa es la más crítica. El número de casos superó el millón este sábado. Las cifras de muertes varían entre las que da la Oficina Nacional de Estadísticas (alrededor de 60 mil) y las de la Public Health England (que superan las 46 mil). Mientras la ONS se basa en los certificados de defunción en los que figura la covid-19, la PHE registra los casos de fallecidos que se sometieron al test.
En ambos conteos, el Reino Unido registra el número más alto de muertes en Europa, según el ranking internacional de la Johns Hopkins (que adopta la cifra más conservadora en el caso británico) y ocupa el quinto lugar a nivel mundial detrás de Estados Unidos, Brasil, India y México. A pesar de la gravedad de la situación que precede esta segunda oleada de la pandemia, el gobierno desoyó a su propio grupo de asesores científicos el SAGE en dos momentos clave.
El 21 de septiembre los científicos aconsejaron un confinamiento de las interacciones sociales, el Circuit-Breaker, que luego impulsaría el laborismo también sin éxito. Ante la negativa del gobierno a cambiar su estrategia, los expertos hicieron una segunda advertencia en octubre. Dado el espiral de contagios, el Reino Unido avanzaba hacia el “peor escenario posible”: unos 85 mil muertos en el duro y eterno invierno inglés.
Esta advertencia tampoco tuvo efecto. A pesar de los anuncios de endurecimiento en Francia, Bélgica, España, Alemania y otros países europeos, y de las claras señales de un violento rebrote en el Reino Unido, el pasado viernes el canciller Dominic Raab insistía en que la estrategia seguiría siendo zonal con un grado de confinamiento vinculado al número de contagios de cada localidad. El sábado, luego de postergar tres veces su conferencia de prensa, el primer ministro dio finalmente el volantazo que se había negado a adoptar durante semanas.
La indecisión tiene precio. Según Andrew Hayward, profesor de enfermedades infecciosas de la Universidad de Londres y miembro del equipo de asesores científicos del gobierno, "si el gobierno hubiera actuado antes habría salvado miles de vidas". No lo hizo. Ahora le queda evitar el "peor escenario posible".