Después de la transformación social que impulsó el movimiento Ni Una Menos en la Argentina, desde el 2015 se generó un fuerte proceso de protocolización en las universidades nacionales para atender situaciones de violencia de género dentro de la comunidad educativa. Pero a cinco años del nacimiento de los marcos de acción, diferentes profesionales del ámbito universitario reconocieron que las medidas punitivas no son suficientes para frenar los casos de abuso.

Según el director del Área de Género y Sexualidades del Rectorado de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Luciano Fabbri, los centros de estudiantes y las cursantes empezaron a demandar un abordaje de las violencias que incluya la participación activa de los varones. En diálogo con el Suplemento Universidad, explicó que “en la práctica, todo el trabajo indispensable a realizar sobre las mujeres, feminidades y diversidades sexuales de la comunidad universitaria para generar espacios de atención, escucha y denuncia, encuentran un límite cuando no hay un trabajo con los varones”.

“De algún modo, los varones son indiferentes o resistentes y así obstaculizan la implementación de estas políticas. O bien, pueden estar a favor de la implementación pero no tienen una participación activa”, advirtió. En ese sentido, Fabbri reconoció que “hay una deuda en términos de las estrategias específicas en los ámbitos universitarios hacia el involucramiento para quienes son parte constitutiva de las relaciones sociales y comunitarias, los varones”.

Rafael Blanco, investigador adjunto del CONICET en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, advirtió que “en la universidad hay jerarquías muy fuertes naturalizadas que no necesariamente se dan en otros espacios”. En este sentido, señaló en conversación con este Suplemento que “la relación docente-alumna es una jerarquía que ha propiciado una invisibilización de los casos de violencia aún hasta hoy, cuando hay protocolos”, pero añadió que “las estudiantes denuncian situaciones de compañeros más que de docentes, ahí se ve cómo la jerarquía universitaria impide dar ese paso de denuncia”.

Además, Blanco incluyó como prácticas de violencia inherentes a las casas de altos estudios “las discusiones por el corpus de las materias y los temas en el terreno de los saberes y del conocimiento hasta la conformación de paneles de expositores”.

En esta línea de debate, la UNR lanzó el ciclo de charlas abiertas virtuales “Masculinidades, educación y Universidad” con el fin de conseguir una participación productiva de los varones en la agenda de género. Los encuentros se podrán encontrar canal de YouTube de la universidad.

El investigador del CONICET analizó que la aplicación de los protocolos “brindó procedimientos sobre qué hacer ante un caso de violencia, pero el espíritu de estas normas está también en prevenirlas”. “Después de atravesar un proceso de saber atender la urgencia también hay que abrir espacios para prevenir y saber qué hacer después de la denuncia, y cómo trabajar con varones que han perpetuado una situación de violencia”, añadió.

“Con el protocolo no alcanza. Se empiezan a pensar espacios para dar un tipo de solución un poco más integral además de la sanción; hasta la modalidad del escrache demuestra la insuficiencia de los dispositivos institucionales existentes”, aseguró, y continuó: “Hay una atención que no está del todo resuelta. Hay una mirada más punitiva que busca una penalización, y una mirada más integral de encontrar espacios de reflexión, reparación, deconstrucción y contención a los varones”.

En este sentido, el director de Promoción de Masculinidades para la Igualdad del Ministerio de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual bonaerense, Ariel Sánchez, apuntó que en los escenarios universitarios “el modelo punitivo, si bien corta con el hecho y protege inmediatamente a la persona que atraviesa la violencia, en sí mismo no alcanza”. “Si queremos construir espacios libres de violencia, que es el fin último, hay que construir subjetividades que sean libres de violencia y discriminación, por eso el trabajo es también con quienes tienen más naturalizadas la vulneración, el abuso, la violencia simbólica que están integrados a las formas ‘naturales’ de vivir del ser varón, en los mandatos de la masculinidad”, reflexionó a Página/12 el funcionario, quien también formó parte del ciclo virtual de la UNR.

“Pensamos que es fundamental construir una agenda feminista hacia los varones. No somos varones discutiendo qué hacen las mujeres en los feminismos, sino discutiendo qué es lo que los feminismos aportan a los varones para transformar nuestras prácticas y nuestras relaciones”, destacó Fabbri, uno de los exponentes las charlas de la universidad rosarina y cerró: “Queremos una Universidad libre de violencias machistas. Queremos construir una universidad feminista y ese horizonte tiene que generar una universidad que sea diversa, inclusiva, popular. Para eso es indispensable involucrar a toda la comunidad para que sea una perspectiva relacional, integral y transversal”.