Dieciocho años atrás, María Marta García Belsunce era enterrada y despedida por su círculo íntimo en el cementerio de la Recoleta. “Perdió la vida en un absurdo accidente doméstico”, se escribió en un obituario aristócrata a finales de octubre de 2002. Apenas algunas semanas después, una autopsia reveló que la mujer había sido asesinada de cinco balazos. Carmel: ¿Quién mató a María Marta? (estreno de Netflix este 5 de noviembre) vuelve sobre el hecho que desde entonces fascina a la opinión pública. Los motivos hay que buscarlos en la mezcla de la realidad con el policial negro. Es más, sus responsables desecharon la idea de una ficción y optaron por el formato de una docuserie. “Toda la sociedad se sorprendió por el hecho. En la serie desarrollamos la idea del crimen en un cuarto cerrado como base del policial. Partimos de esa idea de replicar el espacio y el suceso. Ni más ni menos”, precisa Vanessa Ragone, su showrunner, en entrevista con Página/12.
Se trata de una entrega prototípica del muy en boga género de True Crime pero con personajes, contextos y nombres inexorablemente locales. El anclaje son los testimonios, el material de archivo (fotos familiares, videos y audios, algunos conocidos y otros exclusivos), junto con unas recreaciones muy cuidadas y de gran peso en lo narrativo. La mayor relevancia reposa en las palabras de este “Boca-River”, según denomina Alejandro Hartmann –su director- a los involucrados.
Frente a la cámara se explayan Carlos Carrascosa (viudo, condenado y luego absuelto por el homicidio), el fiscal Diego Molina Pico, sus hermanos y amigas de la socióloga y ex vice presidenta de la Asociación Missing Children. “Es una historia apasionante y muy fuerte, teníamos que conseguir a quienes fueron partícipes de eso. Desde nuestra perspectiva era muy importante no quedarnos con un lado al contar”, explica Hartmann. Una de las pocas ausencias es la de Nicolás Pachelo, ex vecino del country, actualmente en prisión y a la espera de la realización de un nuevo juicio que lo tendrá en el banquillo de los acusados como responsable del crimen. Más allá de las condenas y absoluciones judiciales, la pregunta del título sigue sin respuesta.
Spoiler: la serie no lo resuelve pero desarrolla todas las hipótesis y móviles (el robo, el entonces denominado “crimen pasional” y hasta una venganza mafiosa). También describe las polémicas judiciales y ese modo en el que las clases altas se contonean con el poder. Uno de los aspectos más atractivos es el de darle voz a la propia víctima a partir de material hasta ahora inédito. También aparecen periodistas que cubrieron el caso (Pablo Duggan, Martín Sassone y Rolando Barbano), criminólogos y escritores (Guillermo Martínez y Claudia Piñeiro) que describen la fascinación por este hecho. Según el autor de Los crímenes de Oxford contiene los elementos “de un relato policial que le interesaría escribir” ya que “todos son posibles asesinos y todas son víctimas”. También apunta al condimento por el “pituto” hallado en el pozo ciego de un country. “Lo que siempre aporta el policial es que da una verdad, si no hay justicia por lo menos que haya una verdad”, aporta la responsable de Las viudas de los jueves y cita a Piglia con su teoría de la ficción paranoica y la necesidad de saber.
Los responsables de ¿Carmel: ¿Quién mató a María Marta? subrayan que la fascinación por el crimen también está vinculado a su coyuntura. “Sucede en 2002 en medio de unas de las peores crisis de la Argentina, y se da en un lugar que estaba un poco separado de la Argentina. Es un lugar muy de los ’90 donde habían elegido las clases medias altas y altas para vivir resguardados del afuera y con mayor seguridad. Quienes hablan en el documental lo dicen de esa manera. Es una cosa muy curiosa que suceda un crimen justo ahí donde todos se sentían protegidos. Eso llamó mucho la atención”, aporta la showrunner.
-El caso significó una bisagra en el tratamiento mediático de los crímenes. ¿A qué se debió?
Alejandro Hartmann: -Confluyeron un montón de cosas. Estaba muy presente el menemismo y lo que los ’90 significan con la espectacularización de la TV. Los canales de cable dedicados a las noticias, los chimentos y la televisión vuelta un espectáculo, quizás la previa fue el caso Coppola, pero acá además aparecen financistas, la vida de los ricos, que el menemismo había construido. Y este caso fue una ventana para un estilo de vida: no solo permite ver el cuarto cerrado de un crimen sino el cuarto cerrado de los poderosos. Se da algo muy telenovelesco. La gente estaba harta de escuchar sobre el corralito, lo político y económico y aparece este caso increíble. Los protagonistas son gente de clase alta pero que además no tenía tanta clase. No eran tan elegantes como esperábamos. Había gente gritando como en los programas de chimentos. Todo ese cóctel fue nuevo para lo mediático y lo social respecto a esta clase de acontecimientos.
-Además se da una ficcionalización de lo real en vivo y en directo: el suicidio de la madre de Nicolás Pachelo, por mencionar un hecho. Se iba construyendo este drama al mismo momento que se lo narraba e informaba…
A. H.: -Y el pituto. La idea de que los tipos hayan tirado una bala por el inodoro hizo explotar el rating.
-Los testimonios sirven de guía y contrapunto. Es llamativo que todos los involucrados parecieran estar defendiéndose de algo mayor. ¿Cuán difícil fue acceder a los entrevistados?
A. H.: - Desde el minuto cero, el primer objetivo del equipo de investigación fue acercarnos a los personajes. Teníamos que tratar con estas personas que fueron los protagonistas del caso. Se armó un River-Boca, para variar algo bien argentino, y además el homicidio se da justo en medio de un River-Boca. La idea madre era esa y fuimos muy claros con los entrevistados: iban a estar todas las voces. Al principio les pareció un poco raro porque todos estaban acostumbrados a hablar con la prensa que comulgaba con ellos. Para los que no habían hablado era más difícil porque tenían que remover cosas muy emocionantes. Fuimos muy claros con que iban a estar contempladas todas las partes. Al final tras un tiempo accedieron casi todos. Y todos se están defendiendo de algo porque todos fueron acusados de algo. Es un caso muy traumático para todos los involucrados, sean familiares, Carrascosa condenado por homicidio y luego absuelto, las amigas de María Marta, el propio personal de la Justicia que fue aplaudido y defenestrado. A todos los une María Marta, su crimen y que la han pasado muy mal.
-El uso de material de archivo en videos y fotos permite “resucitar” a María Marta, ¿cuál era esa intención?
Vanessa Ragone: -A veces pasa con las crónicas criminales que la víctima es solo eso. Y cuando iniciamos el proyecto nos interesaba mucho conocer a María Marta como persona. Rehacer su vida, quién era, qué le gustaba, sus amistades. Nos parecía muy interesante hacer este abordaje y sumarla a la historia desde ese lugar para que no fuera solo un objeto de investigación. En el furor de la crónica esto se pierde y nosotros intentamos ir lo más profundo posible. Era buscar a la persona detrás del crimen. Y por eso el documental se pregunta quién mató a María Marta. Además de su homicidio y todo lo vinculado a la idea del cuarto cerrado tenía una vida muy interesante por conocer.
A. H.: -La víctima suele quedar convertida en una foto y con María Marta sucedió de una manera brutal. Es un loop, un carrusel de imágenes mudas que emiten los noticieros y son siempre las mismas. Y se transforma en sólo eso, en víctima porque fue asesinada. Para quienes estamos interesados no tiene ninguna clase de voz. Un poquito del documental busca escucharla a ella, respetarla y develarla.
-¿Hubo algo que los haya sorprendido particularmente en la realización? ¿Cómo decidieron abordar eso que no pensaban que iba a estar ahí?
A. H.: -Para mí los personajes y su profundidad. Los paralelismos entre el fiscal Diego Molina Pico y Carlos Carrascosa. Tenían aspectos en común por los ámbitos que frecuentaron. Como que todos están interrelacionados. Se repite lo del pueblo chico, infierno grande. Había seguido el caso en su momento y era imposible no sentirse atraído en su faceta de culebrón. Hay una profundidad de los personajes que no deja de sorprenderme.
V. R.: -Todos creemos saber todo de este caso. Hay muchos supuestos y en este documental hay información muy consistente trabajada con información de la causa. Nos fue pasando que había cosas que no sabíamos. Los personajes son de una profundidad y dimensión enorme. El culebrón te los presenta un poco aplanados, y lo de la ficción de lo real es un elemento, pero lo que nos dio el tiempo es de conocer esta espesura más humana en cada uno de ellos. De cada uno me llevé una sorpresa.
- Obviamente el entrevistado con el que la cámara se da más tiempo es con Carlos Carrascosa. La historia que cuenta sobre su propia madre es perturbadora y a la vez genera emoción. Aunque había dado otras entrevistas aquí aparece muy a flor de piel. ¿Cómo fue acercarse a ese hombre?
A. H.: -Es súper complejo y por momentos inquietante. Produce empatía porque es simpaticón. Tiene muchísima complejidad. Lo que empezamos a darnos cuenta cuando empezamos a entrevistarlo es que él estaba distinto. Siempre había dado una imagen fría, con dificultad de expresión, muy cerebral. Y de repente acá, no es que dejara de ser calculador con todo lo que dice, pero claramente hay algo en él que se muestra distinto. No sé si será el tiempo, el modo en que encaramos la entrevista, no lo sé, pero obviamente es uno de los grandes protagonistas.
-Este es un documental que cuadra dentro del True Crime, y que este mismo año tuvo otro bombazo a nivel local con el trabajo sobre el fiscal Nisman. ¿Cuáles fueron las influencias de este género?
A. H.: -Muchas. No la de Nisman, particularmente. De hecho, más allá de lo narrativo, creo que esto de andar en el medio de un conflicto, es algo que yo ya había trabajado en otros documentales. Es un punto de vista. El uso de las recreaciones creo que son distintos. A nivel realizativo el final y la dramatización tiene algo de Casting JonBenet. En lo personal a quien admiro a la hora de hacer entrevistas –no me le acerco ni a los pies- es a Errol Morris.
V. R.: -La de Nisman ni se había estrenado cuando estábamos trabajando en este documental. Claramente podés encontrar similitudes con otras obras de True Crime pero diría que con Alejandro compartimos la admiración por Errol Morris. Pensamos en usar el interrotron para que los entrevistados miren directamente a cámara. Luego lo descartamos porque implicaba mucho movimiento de equipamiento y gente. Pero trabajamos mucho la cercanía con el espectador. También de Errol Morris tomamos lo de desarrollar distintos puntos de vista. Cada capítulo aborda un punto de vista, obviamente está el nuestro, pero los episodios se guían por esa idea.
A. H.: -The Thin Blue Line es la película que inauguró el género. Todos los True Crime le deben mucho. ¿Y a quién no le gustaría resolver el caso como sucede allí? Yo veo la influencia por ahí.
-¿Y más allá de mostrar todas las aristas se pudieron acercar a alguna verdad?
V. R.: - La sensación que yo tengo es que no se sabe quién la mató y difícilmente lo sepamos dado el tiempo que ha pasado. Me quedo con la expectativa con la que arranqué y lo que luego conocí gracias a este caso.
A. H.: -Yo pasé por todo un ciclo. Llegué a creer en algunas noches que se habían dado todas las posibilidades juntas. Pero volví a tener una idea medio ridícula, fantasiosa y conspirativa pero que me llevaría a hacer nuevamente una ficción. Pero es muy ridícula. Me quedo con una imagen cuando Carrascosa entra al juicio caminando y alguien se le acerca con un cartel que dice “Nadie Fue”. Esa imagen es fortísima y paradoja, una tautología grotesca porque alguien mató a María Marta.