Dibujar con vino. Al lado de la página, con la copa entre los lápices. Mejor aún: embeber el pincel en tinto. Junto con palabras que atestigüen el hecho. La ceremonia de abrir una botella guarda concomitancias con la de abrir un libro. De este modo, ingresar en las páginas de Vino, mi fiel amigo: Humor gráfico y reflexiones ebrias (Homo Sapiens Ediciones) es una invitación al paladar y la amistad. ¿Cómo no querer compartir una copa con su autor, con Alejandro “El Dió” Moris? Y entender, como refiere el sommelier César Moreno en el prólogo, que “una copa es un amigo líquido, un libro es un amigo sólido, compartir con el otro un vino y un libro es hacer del otro un gran amigo”.

Hoy a las 19, Alejandro Moris presentará su libro junto a César Moreno y Germinal Terrakius a través del Facebook de Homo Sapiens Ediciones. “César (Moreno) es alguien fundamental en esta historia, fue él quien hizo que ame esta bebida, cuando unos diez años atrás me hizo conocer un poco más de qué se trataba”, señala “El Dio” a Rosario/12. “Hay homenajes que se le han hecho al vino, como el libro que hizo Rep (Vino: Tinto y tinta sobre blanco). El mío comienza con el muñequito de corcho, que para mí fue el primer Transformer. Yo tengo 55 años, y me dormía en las fiestas con ese muñequito que me hacía mi viejo. Él era un gran tomador de vino, y tenía una hermana en Mendoza. Así que era ir por la vieja Ruta 7 con el Falcon y volver con el baúl atestado de botellas de vino, todavía tengo el tintinear de las damajuanas en mi cabeza. Fue así todos los años, hasta los 18 años de mi vida. El vino siempre estuvo incorporado en la historia de mi familia, pero nunca lo quise tanto como en estos últimos diez años”, prosigue.

“El Dio” es arquitecto, y el dibujo lo atrapó para toda la vida. “Siempre amé ensuciarme los dedos, oler la tinta y la pintura. Yo quería dibujar con vino, porque tengo la teoría de que todo lo que mancha sirve para plasmar lo que uno tiene adentro, y con vino no había dibujado. Lo usé como pretexto. Fui a estudiar con César para pintar con vino. Y de ahí surgió”. Sobre la pregunta acerca de cuáles vinos preferir, su respuesta es elocuente: “el vino es el que te gusta, el que no te hace doler el balero, y el que es acorde a tu bolsillo. Después hay mucho verso. A nivel mundo, y hace poco de esto, hace alrededor de unos diez años surgió esto del arte en las etiquetas, que son bellísimas. Las etiquetas son hoy el rey león, pero no son acordes con el contenido. Suele ser un vino fresco, tomable, a un precio que cuando lo comparás con las bodegas tradicionales, que siguen haciendo esos vinos cremosos y con una polenta infernal, te decís, ¿qué estoy pagando acá? Ese verso creo que ya se descubrió bastante”.

Uno de los dibujos de Vino, mi fiel amigo

Vino, mi fiel amigo ofrece una sucesión de imágenes y textos que se relacionan desde un vínculo amoroso. Dialogan y se complementan. Humoradas y reflexiones con la nariz dentro de la copa, a veces con la soledad por protagonista, otras en compañía, con amistades y amores, derivas y alegrías. “En realidad empecé graficando edificios de mi pueblo, en Firmat, donde hay un par de edificios emblemáticos. Como dibujar es algo que tengo muy adentro, los dibujé con vino y me dije: ‘esto está bueno’. Como a mí me gusta el humor gráfico, tenía cantidad de bocetos, escritos y cosas, guardados en cajones. La cuarentena me dio la posibilidad de revisarlos y preguntarme qué hacer con todo esto. Comencé a levantarme todas las mañanas tempranito a trabajar. ¡Y me di cuenta de que en la cuarentena lo único que hacía era comprar y tomar vino! Por suerte, lo puedo compartir con mi señora, a quien también le gusta. Compartir es importante, y eso es algo que en el libro está”, explica.

Los dibujos de Moris encierran muchas historias y posibilidades en un solo cuadro. Al respecto, él dice que lo admira a Quino desde siempre porque le gusta “laburar mucho con la síntesis, en dibujos sin texto, donde el dibujo diga un montón, y que haya que releerlo para encontrar siempre algo nuevo. Uno de los dibujos que más me gusta, es el de qué pasaría si el vino nos tomase a nosotros. Para mí ése es el dibujo. Muchas veces hemos bardeado tanto a la bebida, cuando detrás de ese líquido, de esa poción, hay tanto laburo. Así que me dije, ¿qué diría el vino si tomaría humanos? Por eso el dibujo de la botella tomando palabras, y el corcho en la boca de la persona”.

Palabra aparte para el libro y su formato, cuadrado y de lectura agradable, tanto al tacto como a la vista. Da gusto. “No era un libro de texto, tampoco una novela. Quise que fuese un libro objeto, necesitaba que fuera así, que el papel no tuviera un brillo excesivo. Durante el trabajo nunca hubo un solo problema, no me alcanzarían las palabras para agradecerlo. El libro se dio y me hace muy feliz. Es un libro que está dedicado a mi viejo. Él era un gran tomador de vino y nunca lo vi borracho, siempre lo vi disfrutar de la comida y del vino, y creo que eso es algo que en todo momento está. El libro es mi viejo, por el disfrute. Ahora veo la carita de alegría de mi nieto, muy chiquito, cuando mira una hoja y me pone feliz. Estoy muy sensiblero con el libro, pero básicamente por mi viejo. Es como que lo tengo acá”, concluye.