Las declaraciones del gobernador Omar Perotti anunciando cambios en el gabinete, además de ir a contramano de la lógica política, provocaron un sordo malestar dentro del elenco ministerial. Por temperamento, el rafaelino no se propenso a elogiar a sus colaboradores y en los últimos tiempos apenas si se refirió a Marcelo Sain, sosteniéndolo, ya que la verborragia del ministro de Seguridad, siempre al borde del exabrupto, lo obligó a oficiar de "intérprete". La otra ministra que recibe reconocimiento público, al frente de los equipos de Salud, es Sonia Martorano, quien igualmente debe lidiar --desde que era subsecretaria-- con algunos prestadores de la salud privada. Tanto en Rosario como en Rafaela y Santa Fe, sus directivos tienen diálogo directo con el gobernador y en más de una oportunidad eso provocó algunos malos entendidos a la hora de coordinar estrategias para el combate de la pandemia.

Fuera de ellos, y casi en el terreno de la inevitabilidad, Perotti no se prodiga en elogios a sus ministros. Un poco, tal vez porque no hay mucho por elogiar, y otro tanto porque quienes conocen al gobernador saben que es poco afecto a esa actitud o mas bien todo lo contrario.

Sin embargo, hay que reconocer que la salida de Carlos Parola, en plena evolución de la pandemia fue civilizada y sin generar malestar, al punto de sucederlo "naturalmente" la eficiente Martorano.

No así la salida del número dos de Hacienda, Jose Luis Milessi, quien no quiso convalidad el retraso en los pagos a los agentes de la provincia, habiendo dinero en la caja. Como subrayó el exgobernador Miguel Lifschitz en Rosario/12, el pasado domingo, se hizo un plazo fijo el día previo a la primera reunión paritaria entre gremios y gobierno, allá por febrero de este año. 

Fuentes del gobierno sostienen que la presencia de Walter Agosto es determinante en el esquema de Perotti, y probablemente --junto con Sain-- el único ministro de cuya continuidad no se duda. A pesar de no dirigirse la palabra con alguno de sus colegas, es Agosto la primera voz dentro del silencioso coro de Perotti, al punto que la continuidad de otro "histórico" del obeidismo está en duda precisamente por los desencuentros con él. Se trata de Ruben Michlig. 

De Educación, nadie podría salir a defender la ministra Adriana Cantero, pero tampoco a responsabilizarla. La pandemia modificó como en ninguna otra área las tareas de la titular de la cartera, sin embargo, a Perotti le han hablado de la necesidad de una "resfrescadita del gabinete" y Cantero, cuya designación fue la última, no tiene respaldo efectivo de ningún sector, ni es parte de un acuerdo interno del PJ, como ocurre con Danilo Capitani y Silvina Frana, cuyas eventuales salidas provocarían consecuencias.

Parecido al caso de Cantero es el de Esteban Borgonovo, enfrentado funcionalmente, al menos, con Sain, y que llegó al cargo convocado por Perotti, sin otro compromiso que ocuparse de relaciones políticas, institucionales, del "despacho", cosa que no es sencilla, ya que Perotti monopoliza la "operación política", o en todo caso apenas la deriva en Roberto Mirabella, senador nacional, que es su hombre de máxima confianza. 

En los últimos días, se agrega a esa cercanía Marcos Corach, quien seguramente escalará en la estructura del gobierno, luego de dejar su cargo de jefe de gabinete de la Municipalidad de Rafaela. Otro hombre del Oeste es Daniel Costamagna, que cobró notoriedad al declararse en contra de la idea del presidente Alberto Fernández de "expropiar" Vicentin, cuando se iniciaron las negociaciones que naufragaron finalmente. Costamagna ofreció la renuncia a Perotti en aquellos días, pero fue rechazada. No sería una perdida para nadie --él mismo incluido-- si deja la cartera.

En cuanto a Trabajo, Roberto Sukerman ha desarrollado una importante tarea, esto es principalmente reconocido por los sectores del trabajo y la producción, con los que interactúa a diario, con las complicaciones de la pandemia. El ministro rosarino tampoco ha tenido novedades sobre su futuro, y ciertamente debe ser uno de los más dañados por los corrillos que el propio Perotti lanzó a correr, en lugar de efectuar los cambios sin misterios. A Sukerman, como a los demás, sus interlocutores le preguntan si va a seguir. Mas allá de su vocación, la respuesta no está a su alcance, y eso debilita su capacidad de negociación con empresarios, gremios y demás actores de la vida productiva.

 

Hasta el momento, salvo los casos relatados más arriba, no hay anuncios de cambios, solo una incorporación, que más que alivio trajo preocupación a propios y extraños, y es la reaparición del ingeniero Alberto Joaquín en el directorio de la Empresa Provincial de la Energía durante los años de la "cooperativa peronista", en los albores de la recuperación de la democracia. Si eso es "refrescar la imagen del gobierno", habría que revisar el termostato.