“Era un riesgo artístico exponer a las abuelas de esta manera ante la cámara, pero lo que tenían valor eran su palabra y su gestualidad”, explica Cristian Arriaga. Las Abuelas de Plaza de Mayo son entrevistadas y a la vez recortadas por un recuadro de forma cuadrada: “Esa viñeta es como una suerte de foto vieja, con pelitos internos que se mueven, como si ese recorte estuviese vivo. Algo demasiado obsesivo de mi parte (risas)”. Es una intervención precisa, porque da cuenta de un recuerdo que se lega, de una historia que se comparte. La memoria es parte sustancial de Abuelas, una película sobre (y con) Abuelas de Plaza de Mayo, que se estrena por streaming con tres funciones: ayer fue la primera, las próximas son hoy y mañana a las 21 por la plataforma Ticket Hoy.

Oriundo de Guaminí (Buenos Aires), Arriaga estudió en la Escuela Provincial de Cine y Televisión de Rosario. Algo que al momento de hablar sobre el prólogo de su película –realizado con maquetas, a partir de un texto suyo y de Osvaldo Bayer en la voz de Liliana Herrero- le hace exclamar: “¡Eso fue hecho en Rosario! En lo de Fede (Actis), en Pez Cine, junto a Lucas (Pérez)”. Lucas Pérez se encargó de la dirección de fotografía, y junto a Federico Actis también de la cámara. Hay dos rosarinos más: Agustín Pagliuca en el sonido, y el músico Nahuel Antuña, quien participa con su bajo de la canción “Abuela” –junto con Gustavo Santaolalla, León Gieco, Raúl Porchetto y Oscar Giunta-, compuesta por Arriaga junto a la dirección musical de Ignacio Montoya Carlotto.

En síntesis, Abuelas es una historia de amor. Se lo percibe al verla. Se lo corrobora al hablar con su director: “Yo tuve la posibilidad de vivir con mi abuela una relación de amor muy intensa y bonita. En un momento me pregunté cómo habría sido para estas mujeres encontrarse con el horror de que secuestraran a sus hijos, a sus hijas, estando muchas de ellas con embarazos avanzados, y muchas sin siquiera saberlo. De pronto, se encontraron a sí mismas buscando no sólo el paradero de sus hijas sino también el de sus nietos. ¿Qué habrá pasado con estas mujeres –me pregunté- que no pudieron disfrutar de la manera como mi abuela lo hizo conmigo?”.

Fue esta inquietud la que llevó al realizador a “sin dejar de contar cómo se formaron y organizaron las Abuelas de Plaza de Mayo, poner la atención en la mujer”. Es así cómo Arriaga se atreve a indagar amable en las historias de vida de cada una de ellas, quienes se detienen en recuerdos y anécdotas, como el primer beso de sus vidas. Momentos risueños, que habrán de convivir con el horror, lo indecible, lo que está contenido en sus rostros y gestos, en las palabras nunca suficientes. La cámara las acompaña y les pide este esfuerzo. Ellas, extraordinarias, lo llevan adelante.

“La raíz del trabajo estuvo en mi historia personal, en la relación con mi abuela. Me interesó el perfil de vida de estas mujeres, que desembocaron en un mismo lugar, también para sacarles un poco la capa de superheroínas, que lo son, para por un rato ver a las mujeres. Seguramente, quienes tienen mayor visibilidad social son Estela de Carlotto y Rosa Roisinblit, es por eso que mi interés estuvo también en que se conocieran las otras abuelas, cuyas vidas son también interesantes así como cercanas a las de mi misma abuela”.

La memoria se subraya como instancia desde la cual pensar lo sucedido y el devenir. Es por esto que la tarea de la película se sabe fundamental, al capturar y perpetuar el decir de estas mujeres. “También porque -y esto es algo que hablé con Estela y con Rosa- mi intención fue realizar una película que pudiesen llegar a ver también quienes no sepan o no estén interesados sobre ellas, tal vez para que puedan darse cuenta de que lo sucedido no tuvo que ver con lo que ellos piensan. Son mis intenciones, luego se verá si funciona”.