María Marta García Belsunce fue la primera de las mujeres asesinadas dentro del country, ese espacio configurado como sinónimo de “buen vivir” durante los años 90. Era 2002, la palabra femicidio no estaba en el imaginario común -aunque había sido acuñada en 1990- y los feminismos, si bien crecían desde el pie de las grandes movilizaciones populares del año anterior, no incidían en la agenda pública. ¿Quién la mató? La pregunta no tiene respuesta. “Nadie fue”, dice el cartel sostenido por un hombre que queda fuera de plano, el día que comienza el juicio, que se reproduce en el tercer capítulo de la serie Carmel ¿Quién mató a María Marta García Belsunce?, subida ayer mismo a la plataforma Netflix. Carlos Carrascosa, el viudo, fue absuelto por la Corte Suprema de Justicia de Buenos Aires, que todavía no decidió si acepta el recurso extraordinario del Ministerio Público Fiscal. El 3 de agosto debía comenzar el juicio contra Nicolás Pachelo, el vecino del country a quien la familia siempre señaló como responsable y otros dos custodios. La pandemia lo postergó. ¿Fue un femicidio íntimo o un crimen en ocasión de robo? La justicia descartó lo primero, aunque, después del Ni Una Menos, de los femicidios de Silvia Saravia, Nora Dalmasso, Roxana Galliano y Claudia Schaefer, urge reflotar preguntas que desde Las12 se hicieron en el primer momento.
Dirigida por Alejandro Hartmann, la serie de cuatro capítulos de casi una hora comienza con una toma de Carlos Carrascosa al volante de una camioneta, rumbo al Carmel. El planteo del True Crime reconstruye cada pieza del rompecabezas sin disonancias. La productora, la prestigiosa Vanessa Ragone –El secreto de sus ojos, Tesis sobre un homicidio, Las viudas de los jueves son algunas de las películas que produjo— pone en entredicho que en este caso se pueda hablar de femicidio. “La cuestión de la víctima, del asesinato de una mujer, atravesó toda nuestra preocupación en el documental y lógicamente, lo estamos viendo desde el hoy”, responde a la pregunta sobre la mirada diferencial que hoy se puede tener sobre el crimen de una mujer, respecto de 2002. “Hay varios momentos en los que se habla de lo que en aquel momento se llamaba, cuando Carrascosa había sido declarado culpable, crímenes pasionales, y tenemos ahí todo un debate de Claudia Piñeiro que dice no existen los crímenes pasionales, porque la pasión no te lleva a matar, que es un concepto desde antes de que se hablara de femicidios, que lo debatimos”, sigue su argumentación.
Cualquier persona que estuviera en la Argentina lo recuerda: en la noche del domingo 27 de octubre de 2002, la mujer fue hallada muerta en el baño de su casa. Al principio, pasó como un accidente. No hubo autopsia inmediata sino un mes después, y la medida dispuesta tardíamente por el fiscal Diego Molina Pico descubrió que el presunto accidente doméstico había sido un asesinato. Cinco disparos en el cráneo y uno que rebotó. Durante meses, en la Argentina sólo se habló de esa bala, el “pituto” que John Hurtig, el hermano de la víctima, encontró debajo del cuerpo de María Marta y confesó haber tirado por el inodoro por decisión familiar.
Lo más importante para Ragone es que “hay una cosa concreta en el caso, que es que no hay un culpable. Hoy no hay un culpable, en algún momento, cuando Carrascosa fue declarado culpable, estuvo ocho años preso, y si uno busca un poco en la investigación, encuentra el concepto de femicidio, difícil de explicar en el caso porque no había muchos elementos. Por supuesto puede haber un femicidio sin que haya señales previas de ese femicidio, pero la justicia no había encontrado nada. El marido acusado del asesinato podía entenderse como femicidio, a mí siempre me pareció difícil eso, incluso cuando Carrascosa había sido declarado culpable, porque si lo era, en todo caso mi sensación de aquella época, y después investigando volví a sentir lo mismo, es que quizás si era culpable, no era una cuestión de odio hacia la mujer, sino alguna otra cuestión, pero que luego además se nos fue deshaciendo entre las manos porque además, Carrascosa quedó libre, una Corte posterior determinó que no había elementos para que la condena continuara, entonces, es inocente. Está en revisión esa declaración, pero en definitiva es probable que así quede, entonces no nos quedan motivos. Y no hay culpables, en estos momentos no sabemos quién mató a María Marta”.
Para Ragone “hablar de femicidio en el caso de María Marta es difícil, porque no sabemos los motivos, en el femicidio hay motivos específicos, que es el odio hacia la mujer, y en el hoy no los tenemos. Entonces, si bien en la serie nos lo preguntamos, de hecho lo hablamos con los propios fiscales, se lo pregunté a Carrascosa, está en el archivo y en nuestras charlas con la fiscalía, es difícil centrar este caso en la denominación de femicidio, por empezar porque no sabemos por qué la mataron, eso quedó en la conclusión de la investigación y de todo lo que se fue perdiendo a partir de los años que pasaron y de lo poquito que se pudo aclarar sobre el caso, eso es lo que es más dramático”.
Claro que tratándose de un crimen que estuvo meses y hasta años en las tapas de todos los diarios, en todos los programas de televisión, con dos juicios que derivaron en condenas y con instancias de absolución, y cada vez volvieron a la agenda pública, la mayoría de las personas adultas de la Argentina tienen su posición tomada. La serie se centra en dos personajes contrapuestos, Carrascosa y el fiscal Diego Molina Pico, quien formuló la acusación a la familia por encubrimiento y al viudo por homicidio. Y apunta a entrevistar a todas las personas que fueron parte de la trama: la familia de María Marta tiene un lugar protagónico. Irene y John Hurtig y Horacio García Belsunce dejan entrever su estupor ante las acusaciones, y en más de una escena se les cuela una sensación de impunidad de clase. Para quienes no lo recuerden, la familia de María Marta hizo limpiar la escena del crimen, tiró al inodoro una bala, buscó una funeraria donde fraguaran un certificado de defunción, entre otros hechos que formaron parte del juicio por encubrimiento. Qué pasó ahí es una pregunta que el documental deja flotando, desde el primer capítulo, y que se monta a través de las voces de distintos protagonistas, y también personas ajenas como periodistas y escritores, que enuncian sus recuerdos, teñidos de hipótesis.
Ragone aclara que trata de “abordar a las personas del documental tratando de liberarme de los prejuicios, tratando de tener la mayor información posible, pero sin ir con demasiadas ideas previas, porque me parece que si hago eso me pierdo de escuchar al otro”. El lugar de la familia es el gran problema a resolver en toda esta trama. “En este caso en particular, sobre todo lo que queríamos dejar como pregunta es… bueno, acá pasó un crimen, un crimen que nos conmovió muchísimo. Nos preguntamos también por qué nos conmovió muchísimo a la sociedad argentina, qué había ahí, y parte de eso, eran los prejuicios que todos teníamos acerca de esta clase alta y las cosas que pasaban en el country, una cosa a la que no teníamos acceso y entonces cuando apareció en la primera plana de los diarios todo el mundo dijo oh, por primera vez veo algo que estaba como oculto dentro de esos muros perimetrales. Creo que eso colaboró muchísimo en la generación de prejuicios, yo después vi a todos los involucrados, tanto de la familia como de la fiscalía, toda la gente que entrevistamos y a todas las vi como personas, sobre todo con mucho dolor, yo creo que el crimen de María Marta fue terrible para todos ellos. Su vida se descompaginó por completo. Lo ves a Horacio, y es un tipo que ves lo que sufrió. Irene es una mujer que perdió a su marido, que quedó totalmente golpeada, Carrascosa es más frío. Estuvo ocho años preso. El propio fiscal Molina Pico, que fue tremendamente discutido por su actuación, en un momento era un héroe, al otro día se había equivocado en todo. Lo que nosotros veíamos en el caso es que, como en todo crimen, genera una onda de dolor expansiva, que no paró en ningún momento, sigue muy vigente hoy, no fue fácil hacer las entrevistas, porque les traíamos de nuevo una cosa que ellos querrían no volver a pasar”, reflexiona el mismo día del estreno Ragone, quien destaca en el equipo de trabajo a una de las autoras del guión y de la investigación, Sofía Mora, con quien comparte miradas y convicciones feministas.
En los cuatro capítulos de Carmel se apunta a contar con la mayor cantidad de voces. Nicolás Pachelo fue contactado por la producción, aunque sus abogados declinaron la invitación. El vecino que siempre fue señalado por la familia está acusado del homicidio, junto a dos guardias de seguridad, y afrontará el juicio cuando se levanten las restricciones por la pandemia. Si la voz de la familia es predominante, entonces el foco va hacia Pachelo, y eso es claro en el último capítulo, casi como un preludio del proceso judicial.
El antagonista de la familia, el fiscal Molina Pico, también se explaya ante las cámaras. A todos los personajes se los enfoca con especial interés en los matices. Molina Pico habla de sus años en la Armada, Carrascosa de las jerarquías entre los presos en la cárcel. Si se trata de humanizarlo, la historia de su madre, que fue encontrada en la bañadera de su casa con una herida en la cabeza, y nunca se recuperó, es un momento cúlmine y a la vez abre la serie desde el primer capítulo. En el documental, la sentencia judicial absolutoria no deja lugar a la duda.
Entre las personas que la producción no pudo entrevistar está Susan Murray, quien era presidenta de Missing Children y que en más de una ocasión planteó sus dudas sobre Carrascosa y la familia García Belsunce, al punto que sostuvo un pleito judicial con Irene Hurtig. Las voces de las empleadas y empleados del country Carmel de Pilar, que desmintieron las afirmaciones de la familia, tampoco pudieron formar parte del documental, porque no los encontraron o no quisieron ser entrevistados. “Las personas que tuvieron participación en el juicio, y que fueron denunciantes de alguna cosa, ni la mucama ni los vigiladores quisieron darnos sus testimonios, también lo entiendo. Esas personas quisieran que nunca hubiera pasado en sus vidas, porque les cayó un problema ajeno”, considera Ragone.
Entre los testimonios de las amigas, una de ellas cuenta que Carrascosa llamaba a María Marta todo el tiempo, “sin ser pesado”. Ragone asegura que ese testimonio, en medio de otros que mostraban una relación idílica, fue puesto sin inocencia, como un matiz. “De ahí a un crimen, hay un mundo”, sostiene la productora. Y asegura que no encontraron ningún testimonio que permitiera pensar en violencia machista, ni siquiera el de Inés Ongay, la amiga de María Marta y Carlos Carrascosa –se habían conocido en su casa—que luego denunció saber que habían “pagado para tapar todo”. En febrero de 2007, la periodista de Las12 Luciana Peker escribió una nota llamada “El corralito inseguro”, en la que retomaba algunos dichos de Susan Murray y de otra amiga de María Marta que había pedido reserva de identidad. “Con cuatro juicios iniciados por familiares de María Marta García Belsunce, Susan decidió no hablar con la prensa hasta el juicio. Sin embargo, otra amiga, que pidió reservar su identidad, del mismo grupo de trabajo solidario, contó a Las12: ‘No tenemos certeza de que María Marta sufría violencia doméstica, pero nos quedamos con la intriga porque en tres oportunidades vino a reuniones de Missing Children con diferentes golpes. La primera vez tenía un moretón en el ojo y nos dijo que estaba jugando al tenis y no había visto la pelota, en otra ocasión, que después de hacerse masajes se resbaló y se golpeó la cadera y otro golpe lo justificó como un accidente con la puerta de la heladera. En el momento su grupo de amigas no hilamos nada, pero después de su muerte empezamos a pensar si tantos golpes no eran accidentales y se debían a situaciones de violencia que vivía en su casa. Tantos golpes juntos llaman la atención. Ella siempre decía: ‘¡Qué tonta, me caí!’, pero ahora no sabemos si sufría violencia y quería disimularlo. Por supuesto, que es raro que con un carácter tan fuerte haya podido aceptar una situación así. Pero tenemos la duda’”. Ragone asegura que no encontraron ningún testimonio en ese sentido.
El cuerpo de María Marta es recreado inerme en el piso del baño, varias veces. Incluso, después del final, cuando el golpe de la claqueta marca el fin de la última escena, la actriz se levanta del lugar donde estaba ubicado el cadáver, entre el baño y el dormitorio.
A María Marta se la representa yendo en bicicleta bajo la lluvia a su casa. Hay fotos de María Marta con amigas, con su familia y algo más: una filmación donde la socióloga asesinada, como integrante de la organización Missing Children, reclamaba que se pusiera la foto de niños (y niñas) perdidos en los envases de productos de consumo masivo. “La vida de María Marta y la vida de cualquier mujer no tiene precio, nuestro documental te trae la pregunta de nuevo, si en la sociedad eso implica revisar cosas, genial, bienvenido sea. Lo que no puede hacer el documental, por supuesto, porque no tenemos los elementos, es dedicarnos nosotras a hacer justicia”, plantea Ragone, quien considera que “en todo caso, el documental, y la pregunta ¿quién mató a María Marta?, está por responder, deja un planteo. En 18 años pasamos por todo, unos presos, otros acusados, unos libres, un nuevo juicio en marcha, en progreso ahora, pero en realidad, en definitiva no lo sabemos, como hemos conversado muchas veces con Alejandro, con Sofía, hay una mujer muerta y un asesino suelto y eso no es poca cosa, y esto implica el caso de María Marta y el caso de tantísimas otras mujeres, de las clases sociales que sean, que están muertas y sus asesinos no han sido condenados”.
Puesta a reflexionar, Ragone asegura: “Esa es nuestra preocupación en todo caso, el tema del documental si querés, más allá del True Crime, para nosotros el camino fue preguntarnos por María Marta, traerla, porque el asunto es que a la víctima no la conoce nadie. Cuando las mujeres son víctimas de un crimen solo las conocemos después de muertas y en general mal, en general casi parecieran culpables de su muerte, ¿no? Fíjate María Marta que hacía tareas solidarias, que estaba en Missing Children, en un momento toda la investigación fue que si las cuentas de Missing Children, ella era casi culpable de su muerte y eso es sí una visión social un poco femicida en el sentido simbólico del término. Cuando culpabilizamos a la víctima por sus actividades, estamos un poco colaborando por el crimen”.