“Buscar algo que se propio, genuino, y a la vez que se pueda compartir, que no sea un regodeo egocéntrico, sino situaciones que se puedan abrir a los demás, para descubrirse uno, para descubrirse con los otros”, plantea la cantante, compositora e instrumentista Daniela Horowitz, quien este sábado 7 a las 22 presentará su espectáculo Memorias de una cantante en cuarentena por streaming, pero desde el escenario de Pista Urbana (entradas por Alternativa Teatral). Allí, munida de “voz, guitarra, piano, lira y lapicera” ofrecerá una selección de recuerdos personales vinculados a la música y los escenarios que acompañará con canciones de distintos géneros y compositores desde las propias hasta otras de Fito Páez, Bob Telson, Fernando Pessoa e incluso Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Retomará, también, un pasaje de su espectáculo dedicado a Safo de Lesbos, que la llevó en su momento a presentarse en esa isla de Grecia.

“Es una forma de plantear recuerdos para que no caigan en el olvido, de involucrar a quienes estuvieron conmigo todo este tiempo, de valorar a mi familia, mis amigos y los músicos con los que compartí cosas”, cuenta la cantante a Página/12. Cualquiera podría creer que se pasó la cuarentena añorando un mundo perdido, pero lo que cuenta Horowitz está lejos de eso. Novedades personales, dice sonriendo, la mantuvieron “contenta”, pero también disponer de tiempo para escribir (mucho, agrega), retomar proyectos con amigos como Oche Califa o Hernán Reinaudo y explorar canciones que “no se me hubiera ocurrido hacer”. “Encontré una libertad rara en este momento”, dice, casi en el tono de una confesión. “Más allá de la incertidumbre, del miedo, de la solidaridad con quienes la están pasando muy mal, me pude meter muy para adentro”.

Memorias de una cantante en cuarentena surgió, claro, en pleno aislamiento preventivo, social y obligatorio. “Estuve los primeros dos meses en casa de mi madre, en Bella Vista, ahí empecé a mirar fotos, recuerdos, en momentos de introspección que se dieron naturalmente, y a la vez hablando con un amigo escritor a quien conocí este año”, explica la cantante. “Él empezó un juego literario donde cada dos días yo tenía que mandarle un escrito, me los corregía e íbamos comentando esos recuerdos generales y en un momento fue ‘hay que hacer un libro con esto’, pero yo no sé hacer un libro, sí sé hacer un espectáculo”. Conocida por su paso por Los Amados, por su voz en La impertinente señorita orquesta y por su interpretación de Safo, Horowitz siguió el otro consejo de su amigo: “ciñámonos a lo que sean recuerdos musicales o artísticos, vinculados a tu experiencia iniciática con la música”.

Así Horowitz cuenta desde el verano en una estancia uruguaya cuando a sus seis años descubrió junto a su hermana (la contrabajista Lila Horowitz) el Romance del Enamorado y la Muerte, interpretado por María Elena Walsh y Leda Valladares, y se lanzaron a armar un grupo (La manzana verde, que se presentó cada sábado durante un buen tiempo en un centro cultural de Caballito), su decisión adolescente de ser cantante hasta la presentación con Los Amados tras la muerte de su padre. “Hay anécdotas que en sí mismas son graciosas o pueden aportar algo, y después cosas que son como decisiones de vida, ¿no? O que me marcaron, como cuando fui a Grecia a partir del espectáculo de Safo de Lesbos”.

Ese espectáculo fue bastante influyente en el camino que siguió artísticamente. Su primera adaptación de los escritos de Safo se remonta a mucho antes de 2016, pero para entonces incorporó una lira a su repertorio, un instrumento que tuvo que mandar a hacer a pedido, por un luthier cordobés que le decía “voy a hachar un árbol para tu lira” (y al final tiene tres maderas distintas). “Para el espectáculo de Safo era muy necesario tenerla, pero después se convirtió en un instrumento con el que puedo cantar otras cosas, por ejemplo: hice una canción para Oliverio Girondo y la canté con lira, este sábado la voy a usar para el 'Romance del Enamorado y la Muerte', que supongo que se cantaría con otros instrumentos, pero descubrí que la lira le pega, le queda bien, y encontré que también la puedo resignificar para muchas cosas, es un instrumento muy noble, que ya es parte de mí”.

A la distancia, Horowitz ve en el juego y el disfrute el hilo conductor de su vínculo con la música, la poesía y el canto. “Si recuerdo ese primer proyecto artístico con mi hermana, a los seis años, aparece esa cosa lúdica, de pensar qué quiere uno hacer y hacerlo, que no es tan distinto a todo lo que fue surgiendo después”, reflexiona. “Recuerdo que a los siete años me ponía globos como tetas, ¡igual que hice después con Los Amados, con esos vestidos exhuberantes que usaba!”, agrega. “Jugar y actuar, que al fin y al cabo no es tan distinto. Pensar qué es lo que una quiere, imaginarlo y llevarlo a cabo”.