La cocinera de los Cartoneritos, Laura Zaracho, una de las víctimas de la represión en el comedor de Lanús, escribió una sentida carta en el Facebook de La Garganta Poderosa: “Hoy necesito gritar para decirles que no sólo nos robaron la inocencia de los chicos: también me robaron mi primer embarazo, que llevaba dos meses de ilusión”.
Zaracho estaba el jueves 30 de marzo en el comedor en el que irrumpieron violentamente efectivos de la policía distrital de Lanús. Los policías dispararon balas de goma y arrojaron gas pimienta; el lugar estaba lleno de niños que estaban comiendo. Muchos de ellos presentaron cuadros de intoxicación.
Durante el operativo policial, dos jóvenes, de 25 y 16 años fueron retenidos “cuatro horas adentro de un patrullero sin ingresarlos a una comisaria, los reventaron a palos en tres paradas y después los llevaron a Quilmes” según denunció el referente del Movimiento de Trabajadores Exlcluidos (MTE) y abogado de las víctimas, Juan Grabois.
En su carta, Zaracho describió los hechos: “Como todos los días desde hace un año, ese jueves 30 de marzo fui a servirles la comida a los casi cien chicos que cenan ahí y a los cientos de vecinos que se llevan viandas a su casa. Pero lamentablemente, no fue una tarde más”.
La cocinera describe que “de repente” ingresaron al comedor “diez efectivos, tiraron la puerta abajo, dispararon a mansalva balas de goma y llenaron el aire de gas pimienta”. Frente a esta situación, Zaracho se interpuso entre los efectivos y los niños (“ansiosos por comer un guiso de pollo”) y fue allí cuando recibió una golpiza que le produjo la pérdida de su embarazo. “No dudaron en golpearme como bestias, ni empujarme hasta que caí al piso”, cuenta. “Fueron cuarenta minutos eternos, que no terminaban”.
“Desde entonces -continua Zaracho- no pude recuperarme del atropello, ni del dolor físico, ni del dolor que me atraviesa el alma.”
La integrante del comedor Los Cartoneritos apuntó contra el secretario de Seguridad de Lanús, Diego Kravetz. “No sólo mintió al decir que `de ninguna manera había 80 chicos`, sino que además prometió que vendría al comedor, donde obviamente jamás apareció. Ahora, si llegase a pasar algún día, debería explicar por qué sus fuerzas dispararon sin mirar, tirando incluso a una chiquita de su silla de ruedas”
“Suena irreal, tan irreal como desearía que fuera esta pesadilla”, lamenta Zaracho.
A pesar de la tragedia que le tocó vivir, la militante del MTE asegura que enfrentará “este calvario” y seguirá luchando “por todos esos chicos que me llenan de fuerza para levantarme”.
“No importa cuánto nos agredan, cuánto nos golpeen, ni cuánto miedo nos quieran meter. Nunca, pero nunca, nos van a detener”, culmina.
La carta completa:
“ME ROBARON MI PRIMER EMBARAZO”
*Por Laura Zaracho.
Cocinera comunitaria.
Perdió su embarazo, tras la represión policial a un comedor infantil.
Después de una semana sufriendo esta angustia, de una semana reviviendo la represión en el comedor, de una semana padeciendo pérdidas por los golpes que recibí de la Policía, de una semana haciendo el más absoluto reposo, tal como indicaron los médicos, hoy necesito gritar para decirles que no sólo nos robaron la inocencia de los chicos: también me robaron mi primer embarazo, que llevaba dos meses de ilusión.
Como todos los días desde hace un año, ese jueves 30 de marzo fui a servirles la comida a los casi cien chicos que cenan ahí y a los cientos de vecinos que se llevan viandas a su casa. Pero lamentablemente, no fue una tarde más. De repente, ingresaron alrededor de diez efectivos, tiraron la puerta abajo, dispararon a mansalva balas de goma y llenaron el aire de gas pimienta. Ahí, frente a todos esos niños ansiosos por comer un guiso de pollo, tuve que interponerme ante los uniformados junto a mis compañeras y no dudaron en golpearme como bestias, ni empujarme hasta que caí al piso. Fueron cuarenta minutos eternos, que no terminaban.
Y que no van a terminar.
Desde entonces, no pude recuperarme del atropello, ni del dolor físico, ni del dolor que me atraviesa el alma. Sigo en cama, recordando los golpes en cada movimiento de cintura, mientras lloro la tristeza que me nace del corazón. Y sí, es incontenible la bronca que tengo, sumergida en esta horrible sensación de la injusticia, porque pisotearon mi vida. Pero eso no es todo: Diego Kravetz, secretario de Seguridad del municipio, no sólo mintió al decir que “de ninguna manera había 80 chicos”, sino que además prometió que vendría al comedor, donde obviamente jamás apareció. Ahora, si llegase a pasar algún día, debería explicar por qué sus fuerzas dispararon sin mirar, tirando incluso a una chiquita de su silla de ruedas.
Suena irreal, tan irreal como desearía que fuera esta pesadilla. Acompañados por organizaciones sociales, todo nuestro Movimiento de Trabajadores Excluidos marchó el martes pasado contra la represión, denunciando la responsabilidad política de Kravetz y del intendente, Néstor Grindetti, que han llegado demasiado lejos, cruzando un límite del que no se puede volver.
¿Y entonces? Entonces deberé afrontar este calvario y seguir, sí, seguir por mí y por todos esos chicos que me llenan de fuerza para levantarme. Mi mamá, cocinera del comedor desde hace seis años, me enseñó a pensar en mi barrio, Villa Caraza. A eso me dedico, impulsada por su ejemplo. Y a eso me dedicaré de aquí en adelante también, con el cariño y el aguante que me brindan mis compañeros y mi familia.
Por todos ellos, pero en especial por los enanos, volvimos a abrir las puertas destrozadas de “Sueños Bajitos”.
No importa cuánto nos agredan, cuánto nos golpeen, ni cuánto miedo nos quieran meter.
Nunca, pero nunca, nos van a detener.