La corrida cambiaria que estremeció la economía en las últimas semanas parece tener profundos impactos en la coalición de gobierno y en la orientación de la política económica. El llamado de la ex presidenta a un amplio diálogo político y social, la reunión del ministro Guzmán con la cúpula empresarial de AEA y la aceleración de las negociaciones con el FMI, muestran que la búsqueda de la pax cambiaria no va a ser gratuita para las mayorías populares. Alentados por esos gestos políticos, los economistas del establishment salieron a coro a reclamar un programa ortodoxo de estabilización, basados en un ajuste fiscal y monetario en el marco de un nuevo acuerdo con el FMI.
Algunos fueron un paso más allá y presionan por avanzar con las reformas estructurales como condición para acceder nuevos desembolsos del fondo monetario que engrosen las reservas del central. La flexibilización laboral, reducción de la cobertura de la seguridad social, rebajas impositivas son algunas de las reformas que Macri no pudo implementar pero que el establishment quiere imponer al gobierno peronista. Es que los sectores de poder creen que el peronismo, por su amplio dominio del espacio sindical y de las organizaciones sociales, podría implementar el programa ortodoxo que Cambiemos no pudo llevar a fondo. Para ello sólo se necesita el juego de pinzas de la presión cambiaria y el abrazo del oso del FMI.
Sin embargo, la experiencia histórica de los programas de estabilización promovidos por la ortodoxia muestran que sus efectos recesivos no logran estabilizar el mercado cambiario, generando un sacrificio inútil de las posibilidades económicas. La fracasada experiencia de política de restricción fiscal y monetaria del último acuerdo de Macri con el FMI debería ser suficiente para evitar recaer en un programa sostenido bajo las mismas premisas. Los programas estabilizadores ortodoxos fracasan por estar basados en el supuesto de que el problema externo se origina en un exceso de demanda interna promovido por el elevado déficit fiscal. Sin embargo, el bajo nivel de demanda y producción de la economía en la actual crisis muestra que el origen del problema externo no puede atribuirse a un exceso de gasto.
Las corrida cambiaria se origina en los errores de intervención oficial en el mercado de cambios frente a la presión de fondos internacionales posicionados en pesos que buscaban salir a toda costa de la economía local, en un contexto de excesiva liquidez inducida por la pandemia. Si se opta por reducir la liquidez menguando aún más la demanda efectiva (conteniendo los ingresos nominales o reduciendo los reales vía devaluación) se corre el riesgo de sacrificar la reactivación sin garantías de estabilidad cambiaria. El camino alternativo es profundizar la política de intervención en el dólar financiero desplegada en la última semana. Si se genera un camino de estabilidad en el dólar financiero, el amplio superávit comercial debería empezar a reflejarse en acumulación de reservas sin necesidad de seguir lineamientos pedidos por el Fondo a cambio de nuevos desembolsos.
@AndresAsiain