Las elecciones de Estados Unidos del martes pasado cumplieron con el dramatismo que esperaban los analistas. Estados en los que el recuento de votos se hace interminable. Amenazas de judicializar los resultados por denuncias de fraude. Reclamos en las calles en contra de continuar contabilizando los votos que llegaron por correo.
Los últimos datos parecen asegurar una victoria para el candidato de los demócratas pero una vez más muestran el fracaso de las encuestas. Distritos en que se aseguraba que Biden iba a ganar por más de 10 puntos terminaron peleándose cabeza a cabeza con Trump.
La incertidumbre política no generó una reacción de pánico ni de refugio entre los inversores. Era una de las preocupaciones de economistas globales que finalmente no ocurrió. La respuesta de los mercados fue pragmática: ante un país dividido saben que a los demócratas les resultará más complejo cumplir con su promesa de subir los impuestos.
Biden se había comprometido en la campaña a incrementar las alícuotas impositivas sobre las personas con ingresos superiores a los 400 mil dólares al año y a aumentar las tasas del impuesto corporativo desde el 21 hasta el 28 por ciento.
Esta recaudación se aseguró que iba a ser utilizada para programas de salud, educación y cuidados de la comunidad. La entidad Tax Foundation calculó que este recargo para las empresas le iba a permitir a Estados Unidos recaudar cerca de 3 billones de dólares (1,5 puntos del PIB) en los próximos diez años a partir de 2021.
Los inversores no estaban contentos con la idea. Las estimaciones indicaban que las ganancias del S&P podían reducirse en un promedio del 10 por ciento por efecto del tributo. Trump por el contrario había garantizado mantener la tasa de impuesto corporativo en el 21 por ciento. En su primero año de Gobierno la había bajado desde el 35 por ciento.
La principal dificultad de Biden para llevar adelante sus promesas de campaña se concentrará en un doble frente. El primero es que el resultado de la elección -más pareja de lo pensado en varios Estados- permitiría a los republicanos mantener el control del Senado.
El sistema electoral de Estados Unidos resulta extravagante por donde se lo mire. No sólo por el esquema de electores con el que se terminan definiendo los presidentes sino por la forma en que se distribuyen los cargos del Senado. Cada Estado suma 2 senadores.
Este sistema hace que Estados como Wyoming –famoso por contar entre sus atracciones naturales con el parque Yellowstone- tenga tanto peso en el Congreso como California. Wyoming tiene menos de 600 mil habitantes. California 39 millones. Los republicanos con esta modalidad de representación lograrán probablemente mantener el control del Senado.
El Financial Times definió la dificultad para gobernar que tendrá Biden en forma sencilla. Planteó que el mundo sentiría el cambio político de Estados Unidos más que la mayoría de los estadounidenses: “Biden prometió deshacer la mitad de lo que hizo Trump. Se volvería al acuerdo de París sobre el cambio climático, a la Organización Mundial de la Salud y posiblemente al acuerdo nuclear con Irán. Pero las posibilidades de aumentar el salario mínimo serían casi nulas y los impuestos más altos están fuera del menú (con el Senado en contra)”.
No todas las políticas requieren la aprobación de los legisladores. Muchas pueden implementarse con la acción ejecutiva. Pero estas medidas chocarían contra la reticencia de los jueces de la Corte. Por ello el segundo frente de conflicto para llevar adelante las políticas de campaña se concentra en la composición de la Corte Suprema.
Para el premio Nobel de Economía Paul Krugman ese será uno de los grandes problemas para la gestión. “Seis de los nueve magistrados fueron elegidos por los republicanos. Existe la posibilidad que este tribunal se comporte como el Tribunal Supremo en la década de 1930, que siguió bloqueando los programas del New Deal hasta que Roosevelt amenazó con agregar nuevas posiciones, algo que Biden no podría hacer con un Senado controlado por los republicanos”.
Toda esta incertidumbre política por ahora no despertó las preocupaciones del mercado. Pero la falta de certezas sobre la capacidad de la próxima administración para evitar obstáculos en la agenda para resolver los problemas epidemiológicos, económicos y ambientales sigue latente y podría en cualquier momento desatar la volatilidad de los inversores.
El último informe de la consultora MacroView de Rodolfo Santangelo y Carlos Melconian lo resume en un párrafo: “El mercado sabe que cualquiera sea el ganador, éste entrará de lleno y sin luna de miel a una agenda económica de alto riesgo: la posibilidad de recaída en recesión está abierta por la segunda ola sanitaria junto a la urgencia de retomar la discusión de un nuevo paquete fiscal en el Congreso con serias dificultades de consenso”.