Cuarenteñeres, aisladites, distanciadus, apapachantes, amuchaditis, apropincuéitors, contertúliex, peripatéticos, consortos, colegus, coincidentos, acercófilos, alejoides, consorcistas al borde de un ataque de nervios, mutualeños: se acerca el día.
¿Qué día se acerca? Bueno, si lo supiera, como me dijo una vez mi analista, estaría en Estocolmo recibiendo el premio Nobel y no aquí, escribiendo esta nota (o sea que es una suerte mi ignorancia, ya que disfruto escribiendo).
Que no sepa qué día se acerca, tiene, como corresponde a un buen texto con no mucho que decir, motivaciones complejas y raíces multidisciplinarias.
La realidad, como planteé hace ya siete días, es que estoy medio desorientado y totalmente desoccidentalizado. No tengo claro en qué día estoy viviendo. Porque hoy, 7 de noviembre, es el Día del Canillita. Pero además se celebran 103 años de la Revolución…
¿de Octubre?
Cierto es que estamos acostumbrados a segundos semestres que nunca llegan; a beneficios que "se van a ver en un par de años", pero pasan las décadas y no se ven. También nos acostumbramos a que la Unión Soviética quede en Rusia; a que la gente se quiera volver de Venezuela sin haber ido; a que China sea el país comunista más capitalista que existe; a que si en Bolivia gana Evo, la OEA tenga derecho a denunciar un fraude, mientras que en las elecciones en Estados Unidos los votos se cuentan hasta que al presidente se le canten los maníes, o lo que en su defecto haya ahí mismísimo.
Lo de octubre/noviembre no era tan complicado: Rusia, antes de ser la URSS para volver a ser Rusia, se regía por el calendario juliano, que estaba 15 días atrasado respecto del nuestro. Esto le daba una gran ventaja: podía enterarse de qué número saldría en la quiniela la semana que viene, o quién iba a ganar la final de la Champions, o a cuánto iba a cotizar el morrón tipo vendedor.
Lenín decía que había que dar “dos pasos adelante, un paso atrás”, pero dio 15 pasos juntos e igualó los calendarios, así que ahora, si acá es 7 de noviembre, en Rusia es 7 de noviembre. En Estados Unidos, también, aunque algunos piensan que aún viven en la Edad Media -o en el Mesozoico, lo que facilite más la supremacía carapálida-.
Y acá estábamos...
...navegando en aguas blue, contadas con liqui, turistas y paralelas, esperando que la Corte Suprema acordara sobre el sentido de la existencia,
...dilemando (que es la forma intelectuosa de remar) en dulce de leche sobre las maneras de soportar la soledad en medio de tanta gente; o sobre cómo explicarle a la exitosa pareja que hemos armado con nosotros mismos que nos sentimos atraídos hacia otra persona, que no es un avatar ni un perfil que hemos creado para darnos celos, sino un ser de carne y bytes que nos espera en la otra punta de nuestro celular,
...preguntándonos si Mr Trump sabría que Pensilvania es un estado de la USA pero Venezuela no, por lo cual SÍ debe contar los votos de la primera y NO debe contar con el petróleo de la segunda,
...esperando que un iceberg del tamaño de Madrid encallase en las Georgias del Sur para que los apocalípticos de siempre le echasen la culpa a Cristina,
...dilucidando si estaba mal “que se murieran los que se tenían que morir”—como propuso el Maurificiente—, ya que “la gente vive demasiado", como cantó Mme Lagardel en su particular versión de Mi noche triste (si hay una percanta que nos amuró, no tengan duda de que fue ella: logró lograr ese logro),
...alucinando con las últimas declaraciones de Lilitazepam y Halopichetol Compuesto respecto de una cosa que en verdad quería decir otra que en verdad viene a colación de una tercera, y así hasta el infinito y más allá.
Así estábamos acá y, de pronto, nos gritaron “¡Sputnik!”, y todos pusimos los barbijos en remojo.
Ya tenemos algo más con qué esperanzarnos, ilusionarnos, discutir, polemizar, seducir, dividirnos, potenciarnos, preguntarnos y, por ahora, quedarnos en casa, distanciarnos unos metros -incluso de nosotros mismos, si nos volvemos agobiantes- y cuidarnos mucho.
Hasta la que viene.
Sugiero acompañar esta nota con el video La vacuna roja, de RS Positivo (Rudy-Sanz), hallable en: