“Quiero compartir ese refugio”. Promedia la nota con Página/12 cuando Teresa Parodi va al hueso. Es que su deseo más íntimo, o al menos el que mejor explica lo que hará este domingo a las 21 en su primer streaming pandémico (las entradas se ofrecen en la plataforma Ticketek), está directamente relacionado con toda una idea que tiene sobre la música como refugio ante los embates de ciertas realidades. “Sostengo que la música es un refugio porque siempre los pueblos, sobre todo en momentos críticos como éste, buscan refugiarse en ella, dado que ella contiene una memoria emocional maravillosa que incluso nos conecta con algo único, algo que está muy dentro de nosotros mismos”, va adentrando la cantautora correntina cuya voz y guitarra se podrá escuchar –y ver- esta noche arropadas por un título que va de suyo: Otro escenario

Lo hará acompañada por Facundo Guevara, en percusión; Juan Manuel Colombo, en guitarras y Fernando Correa, en acordeón, desde otro de sus refugios: los Estudios Ion. “Lo elegí porque es un lugar muy querido para mí. He grabado muchos discos ahí, y tiene una magia muy especial. Además, hay mucho espacio y eso permite que cumplamos con todos los protocolos y las distancias a las que obliga este momento. La verdad es que me entusiasmó la idea de empezar a pensar un concierto así cuando se permitió ir a un lugar que esté preparado técnicamente, y también protocolarmente… para poder compartir con músicos colegas un recital en vivo, y juntos”, se entusiasma la ex ministra de cultura de la Nación, durante la última etapa del gobierno de Cristina Fernández.

-Es muy fuerte la emocionalidad que fluye de tus palabras cuando hablás de la música como refugio. Tiene que haber algo más en esto…

-Por supuesto (risas). Puedo estar días hablando de esto, porque la música nos acompaña en esto de vivir y resistir ¿Qué sería de nosotros sin ella, no? La música saca lo más genuino, lo más hermoso de nosotros mismos, y de nuestra memoria emocional. Por eso, miro los conciertos de los colegas también, y trato de conectarme colectivamente con ese lenguaje que me hace y que nos hace tan bien.

-Puntualmente, ¿cómo funciona esta simbiosis en vos, hacia dentro?

-Funciona en el sentido que la música me ha ayudado a salir de momentos personales muy difíciles. Y este período fue uno de ellos, porque personalmente, al menos los primeros meses, los viví en forma de parálisis. Luego, por suerte, reapareció esa sensación de sacar afuera todo aquello que me venía movilizando para adentro. Digamos que me esperé, y todo empezó a aparecer como una necesidad perentoria, imperiosa. Apareció la música de mi corazón.

El concierto virtual de Teresa contará con dos invitados, que ya enviaron sus videos caseros para que la compositora los meche en algún momento de la noche, y cante sobre ellos. Uno proviene del dúo Chechelos (Ramiro Zárate Gigli + Mauro Sarachian), que pondrá una sutil alfombra de cuerdas a un tema nuevo de Parodi llamado “Canoita Pescadora”. El otro invitado es el ecléctico multiinstrumentista tucumano Manu Sija. “Tenía ganas de tocar con él desde hace tiempo. Vamos a hacer ese poema maravilloso de Julio Cortázar llamado ´Yo tuve un hermano´, en homenaje al Che Guevara. Tengo muchas expectativas, porque la sensación de volver a compartir música con la banda y estos invitados es hermosa, además de lo que genera estar entrenando algunas canciones, claro”, señala la cantautora, aunque opta pero no detallar cuáles son esos temas nuevos. Apenas entreabre una hendija como para ir paladeándolos. “Una de las cosas importantes que me pasó en este tiempo fue volver al paisaje sonoro de mi región”, aproxima.

-Una vuelta emocional a los orígenes… ha pasado mucho en estos tiempos aciagos y reflexivos.

-Totalmente. De golpe me daba la sensación que estaba componiendo desde mi propia tierra, parada y mirando el río, el estero… sentía la fuerza de la naturaleza de mi tierra, de sus colores, de sus sonidos y de sus aromas, y eso aparecía en mi guitarra, junto a las palabras que me venían de esas emociones. Esto es algo que me da fuerzas para seguir, y por eso quiero compartir todo lo que hice en este tiempo, más allá de las canciones queridas, que sé que tienen una historia, y una llegada en la gente. Aquí vuelvo a la idea de la música como refugio, porque es ahí donde encontramos esa memoria que atesoramos. Y por eso la elegimos una y otra vez. En estos tiempos, como dije antes, pasó que se me instaló la memoria que tengo de mi tierra, y me salió en canciones, porque la música es un gran hilo conductor para ir al centro mismo de mi paisaje sonoro. En mis músicas empezaron a aparecer esa geografía, ese espacio cultural, ese modo de vivir y pensar el mundo desde Corrientes, con todo ese paisaje adentro. Todo lo que escribí en este tiempo tiene una sonoridad de mi tierra. Todo. Perdón por la insistencia, pero es así de claro y contundente.

-Más allá de lo compositivo, ¿cómo sobreviviste al lío virtual en que metió a la humanidad esta pandemia?

-Este tiempo inesperado nos colocó en una situación límite, que nos obligó a un proceso de adaptación extraordinario. De todas formas, la tecnología ya estaba instalada en mi vida, ya que la incluí como una herramienta de trabajo con mucha naturalidad, no sin antes pasar por un rechazo también natural (risas). No sé, la pandemia nos obligó a una escalada tecnológica que si o si hay que aplicar a la vida entera… hay que usarla para ver a la persona amada, para encontrarse con los hijos, con la familia, con los nietos y con los amigos, además de hacer nuestro trabajo, ¿no? Realmente atravesó nuestras vidas. Es algo que me cuesta mucho, claro, porque extraño una manera de ser popular que necesita del contacto, del abrazo, del encuentro, de ese compartir permanente con los demás, que es muy parte de nuestra manera de ser. Pero, bueno, vuelvo, hubo que adaptarse y aceptar la tecnología… no podemos prescindir de ella.

A juzgar por los casi siete meses que Teresa “esperó” para tener su primer streaming oficial, se nota que la padeció, aunque no perdió los contactos vitales. Igual que muchos y muchas de su generación, utilizó el cálido living de su casa para cantar en conciertos on line informales, o participar del torrente de recitales colectivos que dieron todo para contrarrestar la angustia de la pandemia. “Me sentí comunicada, enlazada con muchos amigos y amigas que quiero, buscándome en ellos y en ellas, compartiendo pensamientos, angustias, preguntas, porque creo que los artistas estamos para preguntar y no para responder. No sé si vamos a encontrar respuestas a todo… tal vez no encontremos ninguna o tal vez miles, pero lo que nunca podemos hacer es dejar de preguntarnos y también conectarse con todos los lenguajes del arte… creo que este es como un madero en un naufragio al que nos aferramos”, explica.

Durante todo este tiempo también maceró en la creadora de “Esa musiquita”, la idea de empezar a grabar un disco que tiene en mente desde antes del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. “Estaba pensando en un disco desde antes de la pandemia. Venía atravesando un tiempo de creatividad, de recibir una información sensible que fui atesorando, pero me fui esperando. Eso fue lo que hice: me esperé, hasta que aparecieron las canciones más definidas. Ahora estoy esperando que se pueda, para entrar a grabarlas”, asegura ella, sobre el potencial sucesor de Todo lo que tengo, su trigésimo primer y último disco a la fecha. “No voy a decir el nombre aún, pero aseguro que el trabajo ya está elaborado en mi cabeza, y tiene un concepto clarísimo… sé cómo, y con qué músicos lo voy a grabar.”

(Imagen: Nora Lezano)

 

El cambio de vientos

-¿Cuál es tu reflexión acerca del momento político, económico y cultural que se está viviendo hoy en la Argentina, y en América Latina?

-Este es un momento extremadamente extraordinario para la Argentina, para América Latina, y también para el mundo entero por muchas razones, pero fundamentalmente por esta pandemia que nos ha colocado ante una realidad inesperada y absolutamente sorprendente… gravísima. Estos son períodos que obligan a la humanidad a replantearse muchas cosas. Por suerte, en la Argentina volvió a gobernar un proyecto político nacional para el que la vida es algo central, muy importante, y también lo son las políticas públicas de inclusión. Sabemos que veníamos de una catástrofe económica, de un gobierno que había devastado prácticamente al Estado y sus políticas públicas. Que había bajado de categoría ministerios muy centrales como el de Salud, el de Trabajo, el de Ciencia y Tecnología, y el de Cultura. Está claro cuál era la mirada, cuál era el rol de ese Estado, ¿no? Y a nivel América, por suerte, también estamos viendo señales de pueblos que están diciendo basta al neoliberalismo despiadado. Estamos viendo con emoción en este 2020 la respuesta del pueblo chileno ante un cambio que es político, cultural e ideológico. También vemos al de Bolivia, recuperando un gobierno que los incluya, que los mire a ellos, y diciéndole no al golpe de Estado programado que padecieron.

-En la Argentina hubo dos movilizaciones muy grandes, la del 17 y las del 27 de octubre, que oxigenaron un clima social y político que se estaba poniendo tóxico.

-Maravillosos, sí. Uno, el Día de la Lealtad del pueblo con su líder amado como fue Perón, precisamente porque le dio dignidad, lo respetó, y el otro, por el aniversario de la desaparición física de Néstor Kirchner, el hombre que hizo que, otra vez, las mayorías volvieran a creer en la política como herramienta indispensable para la construcción colectiva. Néstor es central en los cambios profundos que hubieron en la relación entre pueblo y política. Hay un antes y un después de este líder que entró directo en el corazón de su pueblo por sus acciones, sus convicciones y por su entrega imposible de olvidar. Se veía eso en los rostros de los trabajadores y los jóvenes, en la marcha. Fue el hombre que provocó la transformación a partir del coraje, en un momento crítico tremendo en los políticos argentinos. En fin, este es un momento en que estamos escuchando a los pueblos decirle basta al neoliberalismo. Y esto nos da mucha fuerza para pensar que estamos ante un cambio exigido por la historia y por la memoria de los pueblos.