Es difícil decirle adiós a un compañero y amigo como Pino Solanas. Siempre lo recordaremos como uno de los jóvenes cineastas que dio testimonio en notables documentales de las luchas sociales y políticas de los años 70. Su mirada reflejó ese tiempo singular redescubriendo al general Perón, mostrándolo en su exilio madrileño, acercando su pensamiento y su voz a las generaciones que no lo habían conocido, pero luchaban en su nombre. Ese legado lejos de envejecer mantuvo con los años plena vigencia. En mi caso comencé a ver sus películas a finales de la dictadura, en tiempos de la recuperación democrática. Obras como La hora de los hornos, o Actualización política y doctrinaria para la toma del poder, me marcaron fuertemente. Por eso, no dudo en decir que son de visión imprescindible.
En Pino convivieron siempre el artista y el militante. Su compromiso con la causa popular lo llevó a participar activamente en la vida política del país. Fue diputado y senador. Combatió tenazmente al neoliberalismo de los años 90, denunciando la entrega del patrimonio nacional y el despilfarro de nuestros recursos naturales y energéticos. La cámara y la imagen siempre fueron una de sus más poderosas herramientas de comunicación y denuncia, como quedó plasmado en Memorias del saqueo y La dignidad de los Nadies. En todo momento defendió con firmeza sus convicciones.
Su distanciamiento ante la llegada de un nuevo gobierno peronista encarnado por el kirchnerismo no resulta fácil de explicar. Lo cierto es que las disidencias internas en el campo nacional favorecieron el nuevo desembarco neoliberal. A medida que se iban acercando las elecciones presidenciales de 2019, representantes de distintas expresiones del peronismo, entre los que se encontraba Alberto Fernández, comenzamos a reunirnos con el objetivo de fortalecer una alternativa capaz de derrotar al macrismo. Teníamos muy claro que la unidad era la clave. Pino también lo entendió así y se sumó a las conversaciones con entusiasmo. Lo hizo junto a otro gran compañero también recientemente fallecido, como Mario Cafiero. Fue una etapa realmente enriquecedora, con el mejor Pino jugando con todo para alcanzar la victoria. Encabezó nuestra lista de diputados en la Ciudad de Buenos Aires y después partió hacia París para asumir en la Unesco. No lo olvidaremos, su obra y sus ideales siguen tan firmes como el primer día.