Esta madrugada murió Víctor Basterra. Me enteré al despertar por un mensaje. Yo sabía que estaba muy grave pero aun así me resistía a creer que era el final. En mi imaginario de sobreviviente Víctor saldría adelante, como siempre. Y si lo necesitabas, allí estaría con su enorme afecto: “Y..¿cómo estás “cumpita”?, te diría..
Hace poco, el 16 de octubre, la Legislatura lo reconoció como “personalidad destacada” por su aporte a la vigencia de los derechos humanos. Fue un acto virtual, postergado por la pandemia. Varios de nosotrxs, sobrevivientes, lo saludamos desde videítos caseros. Esa vez, lo sé hoy, fue la despedida.
Víctor Basterra, un imprescindible. Una vida de luchas lo forjó. De familia peronista, infancia en las barriadas populares, marcas imborrables, 1955 y el bombardeo a la Plaza, 1959 y aquella toma del Frigorífico Lisandro de la Torre por los trabajadores (y los chicos apoyando con hondazos). A los 13 años ingresó a un taller que lo capacitó como obrero gráfico. Fue el tiempo de la formación laboral, la pasión por los libros, el crecimiento gremial y político. Y la militancia, la Federación Gráfica Bonaerense, la CGT de los Argentinos, el golpe de 1966, las Fuerzas Armadas Peronistas, el Peronismo de Base.
El 10 de agosto de 1979 fue secuestrado en su casa junto a su compañera Dora y su hijita. Los llevaron a la ESMA como parte de un operativo contra antiguos militantes del Peronismo de Base que fueron torturados brutalmente. Casi todos están desaparecidos.
Víctor, molido a golpes, con dos paros cardíacos por la picana, tras varios meses en “capucha” fue asignado al trabajo esclavo para usar su experiencia gráfica. Allí, en el sótano del Casino de Oficiales, “ese gran laboratorio donde se experimentó con la condición humana” (según diría él mismo años después), concibió y ejecutó durante tres años el riesgosísimo plan de ocultamiento y sustracción de fotografías y documentos. Estos posibilitarían mas adelante la acción de la justicia para probar los crímenes cometidos y la identificación delos represores y de sus víctimas desaparecidas. Sin este material, que transportaba oculto en sus ropas en las visitas familiares, el Juicio de la ESMA no habría sido el mismo.
Víctor fue liberado por los marinos el 3 de diciembre de 1983, una semana antes de que Raúl Alfonsín jurara como presidente. Su determinación estaba tomada. Aunque luego siguieron amenazándolo, en mayo de 1984 presentó su material en la Conadep con recomendación de no hacerlo público. Tras instalar a su familia en Neuquén hizo su presentación y entregó documentos en el Juzgado No 30 y, posteriormente, brindó una conferencia de prensa en el CELS. Las denuncias ya era publicas. Con la colaboración de un grupo de abogados redactó un documento mas elaborado y entregó a la Conadep y a la Justicia gran número de fotos tomadas a los represores para usar en documentación falsa, además de fotos e informes de instalaciones. Al año siguiente declaró en el Juicio a las Juntas militares.
A Víctor no lo conocí en la ESMA, ya que estuvimos allí en distintos periodos, sino en la Fiscalía del doctor Strassera, en 1985. Ambos declararíamos poco días después en el Juicio a las Juntas. Fue en julio y yo asistí desde el público a la declaración de Víctor. Nunca escuché algo igual. Casi seis horas desgranando un relato duro, pausado, preciso, sin estridencias pero tremendamente sólido que seguí paso a paso. Nunca olvidaré ese testimonio. Nunca olvidaré la imagen de Víctor declarando. No sólo porque me reveló lo que había ocurrido en la Esma cuando yo ya estaba en libertad. Sino básicamente porque era la expresión de una convicción profunda y del compromiso con lxs compañerxs asesinados y desaparecidos: la de hacer justicia, la de castigar el gran crimen de lesa humanidad allí cometido por el Estado.
Víctor Basterra, peronista de aquéllos, militante de fierro, compañero del alma, Hasta la victoria, siempre!