La derecha planetaria más reaccionaria, cuasi fascista, esta derecha que adscribe a cualquier fórmula para mantenerse en el poder, vive un fin de semana insalubre. Perdió Donald Trump pese a su reticencia a aceptarlo y asume Luis Arce en Bolivia en medio de movilizaciones que claman fraude. Se les nota en sus gestos avinagrados e histeria desde Miami a Santa Cruz de la Sierra, dos ciudades donde se sienten muy fuertes. Comparten el argumento calcado que usa el presidente de EE.UU (casi mandato cumplido). El mismo discurso, idénticos significantes antidemocráticos en su liturgia – la amenaza comunista con sus revitalizados zoombies de Cuba y Venezuela – y una manera de interpretar que las elecciones son limpias solo cuando ganan sus candidatos. Si pasa lo contrario es que hubo trampa en las urnas o en el correo, como no se cansa de repetirlo el magnate de New York. Su ciudad natal y donde sufrió una paliza.
La crisis del capitalismo global de la que emergieron estos movimientos que parecen sacados de la Guerra Fría, supone también un conflicto de representación, una carencia de sabia nueva en la política. Porque Joe Biden no encarna ni de casualidad el advenimiento de algo disruptivo con el orden establecido por el establishment. Porque pertenece a él. Pero la ahora oposición de ideas reaccionarias, ultramontanas y racistas, casi un tribunal de la Santa Inquisición, identifica a su futuro gobierno y -el de Arce en Bolivia por añadidura-, como una puerta de entrada al socialismo. Es muy posible que teman el socialismo del siglo XXI del que hablaba el comandante Hugo Chávez.
El argumento utilizado expresa su desesperación y visión clasista. Podría sintetizarse en tres viejos preceptos: la defensa de la tradición, la familia y la propiedad. Rumian su bronca y se juramentan a luchar sobre las biblias de Mike Pence – el vice evangélico de Trump – y de Luis Fernando Camacho, el ultraderechista perdedor en los comicios del país vecino. Piden la intervención de la Corte Suprema formateada por el todavía presidente de EE.UU y en Bolivia la del Tribunal Supremo Electoral (TSE) que designó Jeannine Añez. Arman y desarman sus propias coartadas de reaseguro electoral hasta que los votos socialistas cayeron en una avalancha indetenible.
Las fuerzas que ahora pasarán a gobernar apoyadas en el mandato popular – Biden el presidente más votado de la historia en EE.UU. y el MAS que ganó por 26 puntos de diferencia – tendrán que mirar de reojo a Trump, los halcones republicanos y a la gran diversidad de golpistas bolivianos. Estos últimos no descansarán en sus visiones conspirativas acompañados por la CIA. Lo contrario sería como suponer que la embajada de Estados Unidos en La Paz no volverá a entrometerse en los asuntos internos del país hermano. Seguramente se interesará en el litio boliviano. Son notorias las diferencias entre Arce y Biden. Pero también es cierto que son los dos grandes ganadores de este fin de semana.