Tras el golpe de Estado en su país, en la Argentina se exiliaron decenas de bolivianos con el estatus de refugiados. Uno de ellos es Evo Morales, que la semana próxima protagonizará una caravana épica de “Regreso a la Patria”, para arribar, el 11 de noviembre, al aeropuerto de donde ese mismo día, pero un año atrás, partió con su vida en peligro: "El 11 salí de Chimoré para salvar la vida y el 11 volveré con vida a Chimoré", promete el líder boliviano. Junto a él regresará la mayoría de sus compatriotas exiliados; algunos ya lo hicieron en estos días previos a la asunción de Luis Arce.
Los relatos de los refugiados en la Argentina parecen sacados de los 70, reconstruyen escenas que en la memoria colectiva están fijadas en blanco y negro, pero que se dieron en plena era de la hiperconexión. De las que, sin embargo, poco se supo o se prestó atención. Calles sitiadas, secuestros, torturas, cárcel, violencia de género, amenazas a la familia, correr al aeropuerto casi con lo puesto, antes de que se abra una causa penal ya anunciada, buscar el modo de salir del país tomando “un bus, y otro, y otro”, llegar a la frontera sin saber si sería posible el paso. Dejar todo atrás, de un día para el otro, en muchos casos sin conocer siquiera el país al que se llegaba, sin saber cómo garantizar la subsistencia propia y de la familia que se deja.
Y también aparecen, en esos mismos relatos, la solidaridad y las redes tendidas, los nuevos lazos, la casa y la comida que se compartió, el proyecto político que, lejos de cortarse, se reactivó desde el exilio. De “una segunda Patria” y de “amigos que ya son hermanos de la vida”, hablan también los exiliados bolivianos con los que conversó Página/12.
Perseguida
Cecilia Urquieta fue candidata a diputada por La Paz en 2019, pero antes trabajó en varias instituciones públicas. Entre otros cargos fue viceministra de Justicia, y directora del UELICN, un organismo del Ministerio de Gobierno dedicado a la lucha contra el narcotráfico. Llegó allí como interventora, luego de una denuncia por corrupción tras la que fueron procesados varios militares. “Esos mismos fueron los que empezaron a perseguir, después del golpe, a los que habíamos denunciado estos hechos de corrupción. Comenzaron las amenazas, los hostigamientos, y ya empezaron las causas penales, direccionadas. Mis papás me rogaron que me fuera y yo logré hacerlo en un vuelo comercial, antes de que se me inicien acciones, aparecieron ya estando en la Argentina”, relata.
El exministro Carlos Romero, con quien ella trabajaba, corrió peor suerte. Antes de que llegara su pedido de detención, fue secuestrado en su domicilio. “El estaba en su casa en la zona sur de La Paz, y este periodista español que es un sicario de la derecha, Alejandro Entrambasaguas, lo empezó a perseguir. Movilizó un contingente de gente a la puerta de su casa, allí le cortaron el paso, la luz, el agua, lo sitiaron. Lo tuvieron encerrado casi 72 horas, con paramilitares en la puerta. Hasta que lo notificaron, ya encerrado ahí adentro, de un proceso penal. Lo sacaron en una ambulancia, casi desmayado, deshidratado. Estuvo en una clínica policial dos días más, y de ahí lo llevaron a la cárcel”, recuerda Cecilia el episodio que debería haber desatado un escándalo internacional.
“Ha estado preso en la cárcel de San Pedro, allí lo han contagiado de covid, lo han torturado, y al día de hoy sigue con domiciliaria. Falleció su madre en el trayecto, ha sido muy triste”, lamenta. Ahora Cecilia se prepara para sumarse a la caravana de regreso a Evo Morales, y volver así a su país. “Lo primero que quiero hacer es abrazar a Carlos, ha sufrido mucho. El decía: yo no me voy, no tengo nada que ocultar, y tenía en cierta forma razón, pero los golpistas no se llevaron por lo legal o la verdad”.
Cecilia tiene 38 años, ya conocía la Argentina porque está haciendo un doctorado de Derecho Constitucional en la UBA. Su director de tesis, el constitucionalista Raúl Gustavo Ferreyra, fue uno de los que la ayudó aquí; también menciona a Los Irrompibles y Leandro Santoro, a Hebe de Bonafini, entre quienes le dieron apoyo y ayuda concreta. Cecilia integró el equipo jurídico que asumió la defensa de Evo Morales, con Ferreyra y Raúl Zaffaroni a la cabeza.
“El regreso es muy fuerte. Es la resistencia del pueblo boliviano y es el voto de ese pueblo el que nos está devolviendo la democracia, la dignidad. El presidente Evo ha tenido que dejar de lado una presidencia electa, priorizando la vida de nuestros hermanos. Y ahora hemos demostrado que en Bolivia no hay cabida para la dictadura ni el fascismo. Es volver a reconstruir nuestro país, volver a abrazar nuestra familia, a pisar nuestra tierra, con el presidente, con un triunfo tan contundente. Es histórico”, se emociona Cecilia.
Una redención
Andrea Verdecia tiene 26 años y es estudiante de Sociología. De los registros de la universidad, está segura, sacaron sus datos personales para la persecución. “Yo tenía un blog en internet. Con el golpe, la página se dedicó a hacer más política, había que denunciar las masacres, el motín policial. Empezaron a hostigarme, ponían barbaridades en las redes, con mi imagen, mis datos. Fueron a mi casa, un hombre se paseaba con un palo por el frente. Al final tumbaron mi página por denuncias que hacían", relata. "Un día, cuando las calles estaban tomadas en La Paz, cuatro paramilitares me secuestraron, en plena calle. Me pedían mi teléfono, porque sabían que yo hacía el blog. Yo lo tenía limpio, porque ya habían empezado las persecuciones a gente que hacía redes sociales. Como no pudieron encontrar nada, intentaron violarme. Grité tan fuerte, que eso me salvó. La policía los dispersó y solo me dijo: ‘déjese de hacer escándalo y vístase’. Yo no tenía todavía un proceso, pero me advertían: tu eres la siguiente”.
Andrea volvió a Bolivia hace pocos días, estaba aquí desde el 10 de enero. Vino acompañada por una amiga de su madre, no conocía el país ni a ningún argentino, y se contactó con un grupo de refugiados que había llegado antes que ella. Les prestaron primero una casa, luego ATE les ofreció un hotel, en un gesto que todavía agradece emocionada. “Vivimos ahí, eso nos salvó. Estamos muy agradecidos porque llegamos a Buenos Aires sin nada, y aquí encontramos todo el cariño y la solidaridad”, dice. “Pueden decir cualquier cosa de Evo, pero es el mejor presidente que ha tenido Bolivia en su historia. Que ahora él vuelva a la patria, y de esta manera, es una redención para todos”, define.
Adoctrinamiento comunista
Christian Velasco Rojas trabajaba en la Vicepresidencia de Bolivia, en el área de seminarios internacionales, pero su militancia fuera de la función pública estaba en la plataforma comunicacional La Resistencia Bolivia. El relato de la persecución es similar al de Andrea, con hostigamientos virtuales y reales. En su caso, llegaron a pintar las paredes de su casa con amenazas y una marca: “Familia masista”.
El de Christian es el relato del terror: “El escenario era muy violento y el cerco mediático, tremendo. Decidimos que había que seguir, era nuestro rol histórico. Ya nos habían tildado de ser una cédula terrorista digital, de cometer sedición. Hasta que, el 31 de diciembre, se había radicalizado tanto la persecución que tuvimos una reunión con mis compañeros, para ver qué hacíamos. Orestes Sotomayor tenía el dominio de nuestra página web a su nombre, decidió que iba a irse del país. Tenía todo planificado, y horas antes aparecen en un operativo sorpresa en su casa y en las oficinas. Lo detienen ilegalmente, y también a nuestra compañera Alejandra Salinas. ¿Por qué a ella? Porque la policía pide celulares y empieza a revisar quienes tenían visitas a la pagina La Resistencia, sólo por eso. No había cargos, los “invitaban” a la fiscalía, pero en realidad salieron manillados. A Alejandra le dieron domiciliaria, Orestes pasó un mes en la cárcel de San Pedro".
Además de recibir amenazas, al igual que sus padres y su hermana menor, Christian pudo averiguar que su nombre figuraba en una “lista negra” de jóvenes activistas digitales, acusados de integrar una “red de adoctrinamiento comunista”. “Puse en una mochila un poco de ropa y esa misma noche del 3 de enero me fui al aeropuerto, pude hacerlo porque todavía no tenía causa abierta”. Al llegar a la Argentina, fueron abogados de Madres de Plaza de Mayo que había conocido en la visita de ellos a Bolivia, los que le dieron una primera acogida, en sus propias casas.
“Ahora voy a volver con la caravana, y eso me emociona. Voy a volver a abrazar a mis dos hijos, que tuve que dejar allá. Este año con la pandemia falleció gente muy querida, la incertidumbre fue muy dura, dejé todo de un día al otro, y la preocupación por pensar cómo estaban ellos allá", repasa Christian. "En Argentina yo he encontrado otra patria, aquí han asumido el golpe de Estado como propio. Fue mucha la generosidad, se ha armado una red con diferentes organizaciones, las Madres de Plaza de Mayo me abrieron las puertas... Se creó una familia de compañeros, estoy muy agradecido".
Terrorista mediático
Iván Canelas Lizárraga ahora puede reírse cuando recuerda que le inventaron un cargo especialmente para él: “terrorismo mediático”, un delito que no existe en el código penal boliviano. Trabajaba en una oficina de comunicación estatal, “me tenían en la mira porque ocupé el cargo de redes sociales del gobierno, un espacio que siempre quiere manipular la derecha”, analiza.
"Ha sido una decisión muy dura asumir que tenía que salir de Bolivia dejando mi familia, mi casa, la ciudad, todo lo que quiero y con lo que estoy comprometido. Pero lo decidí cuando tuve la certeza de que buscaban encarcelarme, o tal vez algo peor". "A mis compañeros y a mí nos armaron esa causa por un delito inexistente, empezaron a perseguirnos, corríamos real peligro. Al principio mi idea era quedarme en Bolivia y estar en la clandestinidad, pero no tomaba en cuenta la preocupación de mi familia", recuerda.
Iván también prepara sus cosas para volver con la caravana que acompañará a Evo Morales. "Además de un privilegio, esto es una señal para nosotros, las cosas no se dan por casualidad, es un logro en nuestras vidas que nos define y nos enseña. Este capítulo culmina de una manera épica, es el retorno después del golpe, el exilio y la pandemia. Esa trilogía nos ha marcado", analiza. También él estuvo viviendo en el hotel cedido por ATE, el mismo donde Evo daba sus conferencias de prensa. “Siento que la Argentina se ha convertido en mi segunda patria y que tengo una deuda impagable. Este país me ha acogido y me ha salvado la vida dos veces: del exilio y de la pandemia. Solo me voy un poco triste por los amigos que dejo, pero llevo a la Argentina en mi corazón”.