Por algo de la sutileza estética es ciertamente posible imaginar a Carlos Casella liderando una banda de rock. Es de una coherencia de postal imaginarlo en ese plan adolescente: un cantante histriónico, un look divino, un efecto de estar escuchando mucho a Talking Heads y a Virus. Por eso, en un homenaje a la cronología de lo viable, una noche del año 86, Carlos Casella debutaba con la banda Modelo Blanco. Aquella primera versión de sí mismo en un escenario del under fue también la vez en que descubrió de qué se iba a tratar todo lo que vendría después.
Justamente, ahí nomás en el tiempo, en los pasajes finales de la década del 80, se alió con Ana Frenkel, su hermana en la vida, su par en lo artístico. Eran una burbuja creativa que militaba la exploración en la danza con sus improntas rebeldes: bailar desde las tripas, ser contestatarixs contra lo establecido. Así fue que crearon Rojo Paso y en el año 1989 la mostraron en la Primera Bienal de Arte Joven, conformando aquella mítica grilla junto con Batato Barea, Alejandro Urdapilleta, Gaby Bunader, Sergio De Loof, Andrés Baños.
Después, también con Ana Frenkel, pero esta vez tomando clases con Margarita Bali, conocieron a Gabriela Barberio, Mayra Bonard, María Ucedo. La química y la conexión de época lxs llevó a lugares celebratorios de la experimentación, y entonces, como por el arte del encuentro fundaron El Descueve. Y aquí comienza toda la historia de los ’90, arranca la creación en grupo, la explosión del romance del teatro con la danza, y viceversa.
El Descueve se convirtió en el emblema de una etapa clave. La mezcla exacta de lenguajes y la creación colectiva formuló la esencia del grupo, que sacudió la escena apenas adentrada la nueva década. Fueron 17 años de trabajo exclusivo, de sortear crisis de todos los colores, de sostener la independencia, buscar las nuevas formas y los nuevos lenguajes. “Era difícil definirnos. Sosteníamos nuestra indefinición como una definición. Para la gente de danza éramos como demasiados teatrales, y para la gente del teatro éramos demasiado de danza. Finalmente terminamos entendiendo que éramos El Descueve, que esa era nuestra definición. Y con el tiempo quedó así, como un grupo que marcó un estilo sin defender ningún estilo”, dice Casella.
Después de ese tiempo, en el que también trabajó con el grupo De la Guarda, Carlos Casella sintió la posibilidad de explorar. Como una oportunidad del destino para diversificar, empezó un periodo largo de búsqueda independiente. Como coreógrafo, fue haciendo creaciones para el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín y para el Teatro Argentino de La Plata, al tiempo que fue moviendo y concretando sus proyectos personales con obras que montó en el circuito independiente. Hasta que conoció a Alfredo Arias. Con él se acercó a un mundo diferente, lo llevó a un género distinto, a trabajar en Francia, al teatro musical abordado desde una perspectiva, hasta entonces, ajena. Hicieron cinco obras y van por más. Dirá Carlos que el trabajo con Alfredo lo agarra estos últimos 10 años “como muy mixto en mi abordaje artístico, ya mestizo”.
Carlos Casella es un coreógrafo, un bailarín que actúa, canta y escribe, que hace sus proyectos musicales, sus obras teatrales desde hace realmente mucho tiempo. El próximo jueves 12 de noviembre estrena el espectáculo Puto y Orquesta. Acompañado por los músicos Pedro Onetto y Nicolás Rainone, reincide en la canción. Para promocionar el concierto Carlos escribió puto con su dedo en las gráficas: un acto reivindicativo a las marcas de la existencia marica -subtituladas con un número de teléfono-, a los sellos caligráficos en los espejos o en las puertas de los baños públicos, a la gestión del teje a base de códigos.
Puto y Orquesta es un show sobre el amor y sobre la masculinidad. Pero también podría ser una celebración de bodas porque Carlos Casella se está por casar. Va a entablar matrimonio con uno de sus amigxs y lo hacen para protegerse mutuamente. Para usar al mundo, burlar las burocracias, contener, quizás, las vulnerabilidades que una pandemia consiguió evidenciar.
Luego de tu espectáculo ¡Babooshka! Canciones de mujer, ¿había quedado este nuevo show Puto y Orquesta como pendiente?
En realidad, después de todo ese repertorio femenino cantado por mí, se me cruzó hacer un repertorio como “de varones”. Pero no me identificaba mucho con esa idea. Entonces pensé que lo que yo tengo que hacer es un reportorio de puto. Pero no un repertorio que sume todos autores o intérpretes putos, sino un repertorio que yo sienta que me da entidad cultural. ¿Qué masculinidad me armo? ¿Con qué música armo a mi masculinidad? ¿De dónde la saco? ¿Qué colores tiene? Lo tiene tanto Ney Matogrosso como también lo tiene Roberto Carlos, o Caetano, Pasolini…
Claro, desde hace un tiempo venías procesando este espectáculo.
Estaba esperando a que llegara el momento y me pareció que ahora con todo el parate de si teatro sí teatro no, que era un buen momento para pegar un cachetazo con este título, y jugar con la reivindicación de la palabra. Porque sigue siendo una palabra extraña, vulgar, es un insulto. Es una palabra que puede estar pegada a lo doloroso, a la discriminación. Y un poco la idea es vaciar las palabras y volver a llenarlas. A la gráfica la escribí con un dedo. Y abajo me puse desnudo totalmente. Tal cual quiero que me miren, que me vean.
La imagen de la gráfica te muestra desarmándote, pero también armándote.
Los collages son un poco así: armarme y desarmarme. Y volver a armar. Y volverme a desarmar. Como quizás ese es el juego más divertido de ser yo: no pretender ser alguien. Esto que decíamos de El Descueve: una indefinición a veces puede ser una definición. Y algo así me gustaría un proyecto conmigo. Quizás puedo indefinirme y esa es la mayor definición para mí. Cuando más desarmado, o más flexible pueda estar, quizás más Carlitos Casella pueda ser. Si hombre soy muchos, también como puto soy muchos: en público, en la intimidad. Y eso también está bueno. Este reportorio que voy a mostrar es un poco así.
¿Por eso decís que armaste un repertorio ecléctico?
Es recontra ecléctico. Este show empezó estructurándose sobre otro repertorio, otro show mío que estaba armando y se llamaba Eros Boleros. Era un show de boleros eróticos, que hablan de cosas que se pueden usar para el lado de lo erótico. Empecé a estructurarlo con boleros que me gustaban cantar y después empecé como a romper eso. Me pasa que las canciones un poco empiezan a pedirme. A mí me gusta armar un repertorio de contrastes, que me permita viajar por diferentes estados de ánimos y que me dé la pauta de decir cosas muy distintas durante el show.
El repertorio también garantiza la teatralidad…
Claro, totalmente. Las canciones son como el instrumento que más me logra expresar ahora: la voz y cantar. Interpretar poesías sobre música. O músicas que hacen viajar palabras. Mi voz es lo que más me expresa ahora. Pero a la música también la uso de esa manera, como excusa para también interpretar un cierto personaje teatral. Y poder jugar con eso. Las canciones son escenas distintas, son como episodios. Como si fuese una miniserie o una serie y cada canción puede ser un episodio distinto. Pero el protagonista sigue siempre el mismo.
Me imagino, intuyo, que en simultáneo ya estás craneando, armando, nuevos proyectos.
Después de este espectáculo voy a hacer un contenido para el Coliseo que está haciendo una serie de capítulos con diferentes artistas y va a hacer un episodio conmigo que se llama Belleza. Y para el año que viene tengo pautado hacer una creación nuevamente para el Ballet del San Martín, pero con un signo de interrogación en cómo se llevará a cabo, en qué formato. Por un lado eso, y por otro lado un proyecto con Alfredo Arias, una obra que escribió él para que hagamos en teatro con Mayra Bonard, pero me parece que también va a tener una versión cinematográfica y semipresencial.
Qué bueno que se puedan ir moviendo proyectos a pesar de esta época.
También estoy escribiendo un proyecto para el año que viene. Sobre Federico Klemm.
¿Casella sobre Federico Klemm?
Estoy muy entusiasmado. El proyecto que se llama Ser Klemm. Tiene muchos lados alucinantes y hay demasiado material. Lo estoy trabajando desde lo escénico, con contenido musical, como una obra musical, viendo ahora en dónde se puede alojar el año que viene, si es que hay posibilidades de alojar.
Carlos Casella se presenta el jueves 12 de noviembre a las 22 horas, en vivo por streaming desde el Teatro Picadero. Localidades en venta por Plateanet.com.