Del mismo tamaño que Europa Occidental, la República Democrática del Congo podría ser uno de los países más ricos del mundo. El colonialismo, la esclavitud y la corrupción han hecho, sin embargo, que la mayor parte de su población viva en la pobreza. Durante la Segunda Guerra del Congo –entre 1998 y 2003– murieron más de cinco millones de personas. Además, otros millones contrajeron enfermedades y muchas mujeres y niñas fueron violadas. Sin necesidad de exhibir ninguno de estos datos, More, more, more... future, del coreógrafo y bailarín congoleño Faustin Linyekula, transmite con danza, música y teatro la dolorosa historia de un país. Con dos únicas funciones, la obra abrió la temporada del Centro de Experimentación y Creación del Teatro Argentino de La Plata (Tacec).
En Obilo –pequeño pueblo de este país sometido durante 75 años al dominio de Bélgica– creció Linyekula, coreógrafo considerado actualmente de los más importantes de Africa y del mundo. Ha dicho que su primer recuerdo sobre la danza se remonta a aquella aldea, donde la comunidad bailaba para celebrar eventos. Cuando terminó el secundario en los noventa, las universidades estaban cerradas por la inestabilidad política y decidió dejar el país. Partió a Kenya para desarrollar su teatro pero se reencontró con la danza, esta vez profesionalmente. Terminó su formación en Francia y en Austria. En 2001, en plena guerra, visitó la República Democrática del Congo para ofrecer un workshop. Y se quedó. En Kinshasa fundó la compañía Studios Kabako, en homenaje a un amigo de su juventud que había muerto de peste cuando viajaba a Kenya para encontrarse con él.
El miércoles por la noche, terminada la segunda función –la primera había sido el martes–, el público platense aplaudió de pie y mostró su respeto a una cultura lejana que durante una hora y media resultó cercana. Suerte de ritual, de celebración, fiesta popular o concierto performático, More, more, more... future es tan punzante como alegre, y es, sobre todo, una obra de fuerte contenido político, en la que los cuerpos son territorio donde los mensajes se plasman. Será por esto que en 2005 Linyekula aseguró que su único país era ése, su cuerpo: fue cuando se dio cuenta de que Zaire ya no existía. “Pensar cómo puedes usar tu cuerpo para construir conexiones con otra gente y con otros cuerpos es, en cierto modo, fundar otro país”, ha expresado el bailarín.
En More, more, more... future danzas tradicionales de la República Democrática del Congo conviven con el ndombolo, versión rápida del soukous, que se popularizó en este siglo en distintas partes del continente. Por sus sugerentes movimientos de cadera fue tildada de obscena e indecente, al punto de que, en 2000, quisieron censurarla de las radios y la televisión (también se llama así un género musical, mezcla de rumba, pop y funk). El ndombolo es la danza de los bares, a la que invita el pop congoleño que le canta al poder, los autos lujosos, las mujeres hermosas. Es recurrente en las obras de Linyekula, que en este caso generó una poderosa fusión: se baila, en parte, ndombolo, pero se escucha pop rock, rock y punk y se cantan textos fuertemente políticos. Desarrollan las escenas tres bailarines (entre ellos, el mismo Linyekula), tres músicos (bajo, guitarra y batería) y dos cantantes. Todos hermanados en la misma rabia y en el mismo deseo. El deseo de un futuro.
No hay escenografía. Los textos de las canciones se proyectan subtitulados. Son de Antoine Vumilia Muhindo, prisionero político de Kinshasa, y hablan de “democracias maquilladas”, “ciudades sin esperanza”, “la muerte de las ideologías”. Reclaman “un futuro más allá de la estadística y la política” y que se devuelva “la dignidad, no el dinero”. Instan a mirar “cuán bajo hemos caído” y se preguntan: “¿Nacerá un futuro?”. El título de la obra y su contenido pueden ser interpretados como una respuesta al discurso que lanzan para Africa gobiernos y fundaciones, sobre darle un futuro, crearle uno. Inspirado en el movimiento punk, Linyekula parece buscar su respuesta o, al menos, plantear la pregunta con este espectáculo: “Difícil es para nosotros negar un futuro que nunca hemos tenido; más difícil es romper nuestras ruinas. Tener los pies sobre la tierra y construir sobre las ruinas un poco de futuro”. La dirección musical es de Flamme Kapaya; los músicos son Patou “Tempëte” Kayembre, Pépé Le Coq, Pasnas Mafutala y Zing Kapaya; y los bailarines, Dinozord, Papy Ebotani y Linyekula.
“La Argentina, por su tradición, tiene una mirada muy enfocada en Europa. No sólo en el mercado europeo, sino que también tiende a prestar atención a ciertos movimientos artísticos cuando ya fueron consagrados o legitimados por los mercados centrales. Al mismo tiempo, la historia y el arte de los países que fueron colonias, y la historia del post colonialismo, tiene mucho para decirnos. Hay una gran cantidad de conflictos que vistos a través del arte, nos permiten pensar nuevos problemas y nuevos desafíos. Hay algo muy vivo en eso”, expresó la escritora y docente Cynthia Edul, directora del Tacec. La programación del espacio continuará a lo largo del año con la obra escénica–performance Caravana, de Juan Onofri Barbato y Amparo González Sola; un nuevo proyecto de danza de Luis Garay; la mini–ópera Atravesar el universo con un hilo, de Marina de Caro; la ópera comisionada por el Tacec Las chanchas, basada en la novela homónima de Félix Bruzzone, con composición de Fabià Santocvsky, libreto y régie de Emilio García Wehbi; y el espectáculo de teatro, performance y danza Super Premium Soft Double Vanilla Rich, con dramaturgia y dirección del artista japonés Toshiki Okada.