Los relatos minuciosos de Adriana Calvo y María Cristina Gioglio inauguraron la etapa de testimonios del juicio oral y público contra 18 represores ex integrantes del Ejército y la Policía Bonaerense involucrados en los crímenes de lesa humanidad que tuvieron lugar en las Brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús. Fueron reproducidos los testimonios que ambas ofrecieron, años atrás, en diferentes juicios por los delitos del terrorismo de Estado. Es que ambas, sobrevivientes de aquellos campos de concentración --como ellas mismas llamaban a los centros clandestinos del circuito Camps-- e impulsoras primordiales de la búsqueda de justicia, por la memoria y la verdad, fallecieron aguardando el debate que comenzó a fines del mes pasado.

El primer testimonio que se reprodujo durante la audiencia fue el de Adriana Calvo, quien fue secuestrada en febrero de 1977 en Tolosa, cuando estaba embarazada de 6 meses. La mantuvieron encerrada en la Brigada de Investigaciones de La Plata, en Arana, en la Comisaría 5ta. de La Plata y finalmente en el Pozo de Banfield.

A través de la pantalla de la computadora se ve cómo, de a poco, las partes intervinientes en el juicio oral por los crímenes de Banfield, Quilmes y Lanús comienzan a conectarse. Mientras personal técnico del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata ajustaba detalles, el presidente habilitó a los participantes a apagar sus cámaras “en pos de mantener la conectividad”. No bien la imagen mostró a Calvo ingresar a la sala de audiencias de La Plata, en el juicio contra Miguel Etchecolatz por crímenes de lesa humanidad en 2006, muchas de las conexiones de los represores se apagaron y quedaron en negro. Tal vez ellos se quedaron viendo cómo Calvo detalló de manera minuciosa no solo lo que vivió como detenida desaparecida, sino también el trabajo que junto con otros militantes de la Asociación de ex Detenidos Desaparecidos desarrollaron mucho antes que la Justicia para reconstruir la red de centros clandestinos del Circuito Camps, el funcionamiento de cada campo de concentración, la cantidad de personas que por allí pasaron, la cantidad que sobrevivieron, los bebés que nacieron en cautiverio. Los que nunca aparecieron. Lo que no se pudo fue ver sus reacciones.

Lo primero que hizo Calvo, aquel día de 2006, fue explicarle al presidente de aquella integración del tribunal que su interés en ese juicio era que “se haga justicia”. En primera fila la escuchaban María Cristina Gioglio y Cachito Fuckman, entre otros compañeros suyos de la AEED. Desde la mesa de las querellas, la seguía antena otra referente de aquel colectivo, Nilda Eloy.

Calvo se paró y explicó con la ayuda de diapositivas las disposiciones físicas y detalles de algunos de los 29 centros clandestinos que integraron el Circuito Camps. Luego, describió su calvario, que comenzó en febrero de 1977, cuando la secuestraron, y culminó a fines de abril de ese año, cuando la liberaron junto con su hija Teresa, nacida en cautiverio.

Calvo la parió en el auto en el que la trasladaban de la Comisaría 5ta de La Plata al Pozo de Banfield, a la vera del Camino General Belgrano. Llegó a ese último centro clandestino en el que estuvo encerrada, el médico policial y genocida ya condenado Antonio Bergés, a quien ya había visto en la 5ta, cortó el cordón umbilical y se llevó a la beba. A Calvo la obligaron a recoger la placenta del piso y a limpiar la camilla. Luego le devolvieron a la beba, con quien estuvo encerrada 13 días “absolutamente desnuda, sin pañales, sin abrigo, sin nada”.

Durante su testimonio, Calvo mencionó con nombre y apellido, y con la seguridad de quien mantuvo en un espacio sagrado de su memoria toda esa información, a cada persona con la que compartió cautiverio. Agradeció “la inmensa, indescriptible y enorme solidaridad” de las mujeres con las que compartió días de infierno en Banfield.

La imagen y la voz de Gioglio fue recuperada del testimonio que brindó en el marco del juicio por los crímenes del Circuito Camps que se llevó a cabo en 2012. Ella fue secuestrada en diciembre de 1977 y llevada a la Brigada de Quilmes. De allí, trasladada al Pozo de Arana, donde estuvo cuatro meses y fue la última en ser “liberada”: pasó los siguientes años en la cárcel de Devoto.

La claridad y vigencia del testimonio de Gioglio también apabulló durante la tercera audiencia en el juicio por los delitos de lesa humanidad sucedidos en las brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús. Ella era docente y militante del PCML. Frente al Tribunal Oral Federal 1 de La Plata, recordó que cuando llegó a Quilmes la dejaron “sentada en el piso” y que “no paraba de entrar gente". “Me dejaron sentada en el piso esperando para el interrogatorio. Éramos 14. Los voy a nombrar” y los recordó uno por uno.

Gioglio también nombró a los represores que la mantuvieron a ella y a quienes pasaron por Pozo de Arana y Quilmes encerrados, los torturaron, los secuestraron. Con apellidos, con nombres y también con apodos. Luego, afirmó: “Algunos están acá, otros están muertos. Y otros no están ni muertos ni imputados y eso es lo que todavía no entiendo”