“Antiguamente una modelo no era más que una modelo; se pasaba horas y horas en el estrado, callada, mientras el pintor medía sus planos e iba trasladándola al lienzo para el salón de otoño (…) Pero los tiempos han cambiado. La modelo ya no es monopolio del experto en colores”, escribió Djuna Barnes en su entrevista a Kiki de Montparnasse. Y como los tiempos siguen cambiando, algunas modelos de ahora, como Mama Cax, suben a la pasarela la discusión sobre el cuerpo y la inclusión.
"Empecé a usar las redes sociales para hablar sobre las inseguridades de mi cuerpo después de que el cáncer infantil me dejara un millón de cicatrices (en su mayoría emocionales) y una pierna amputada", escribió Mama Cax en su Instagram un mes antes de morir. Tenía treinta años, había nacido en New York, criado en Haití y en Montreal y se llamaba Cacsmy Brutus. Fue imagen publicitaria de marcas reconocidas, tapa de Teen Vogue, desfiló en la Casa Blanca, en la Semana de la Moda de Nueva York y en el show de lencería de Savage x Fenty de Rihanna. Verla posar es inventarse citas, escenas y vestuarios propios que nos hacen olvidar vagabundeos insomnes de estilos repetidos mientras nos convertimos en nuestro propio modelo, un museo instantáneo con un despliegue de colorida gestualidad personal.
Le gustaba contar que después de recorrer el mundo, desde Costa Rica hasta el sudeste asiático, y de escribir en su blog experiencias de viaje, supo que tenía una misión y que esa misión era “infiltrarse en la industria de la belleza y luchar contra los estándares de belleza convencionales, (…) cuando voy por la calle con muletas y una pierna protésica la gente me dice: ¡Tranquila, todavía eres hermosa! ¿Todavía? … Soy hermosa y estoy aquí para mostrarte lo hermosa que soy por dentro y por fuera”.
En las redes, mientras daba consejos de moda y lucía sus cambios de prótesis que decoraba de acuerdo al outfit elegido (hay flores, colores, transparencias, encajes, redes y más) les contaba a sus seguidores que había sido surrealista saber que había un espacio para ella en la belleza y que cuando lo supo, supo que tenía que salir a romper barreras. La cyborg biónica (como solía nombrarse) representaba a una comunidad que siempre es tergiversada o simplemente invisible, “era muy buena educando a la gente no solo sobre su capacidad diferente, sino también sobre cómo podés ser un aliadx en una comunidad”, dijeron sus amigas en la despedida a la que se sumó a un tuit de Rihanna que el recuerdo repite: “Descansa en el poder, hermana”.
Tenía catorce años cuando le dijeron que iba a morir en tres semanas porque tenía osteosarcoma, un cáncer que estaba atacando sus huesos y sus pulmones. Un tratamiento con medicina experimental, un reemplazo de cadera y una cirugía no lograron frenar la amputación pero sí la muerte, quienes la conocieron dijeron que ese freno solo fue obra de su valentía. En diciembre de 2019 estaba en Londres haciendo una sesión de fotos (posaba con la prótesis, con una sola pierna y también mostrando su muñón) cuando descubrió coágulos de sangre en el muslo, en el abdomen y cerca de un filtro que tenía desde su adolescencia colocado en sus pulmones, y murió unos días después, el 16 de diciembre, en el hospital desde donde escribió sus últimas historias de Instagram. El cuerpo sangrante, como los corazones que crea Daria Krotova, pulverizó la fragilidad amenazadora para permanecer resistente trasformado en ícono eterno de una nueva ceremonia de belleza. No estará solo, los autorretratos de Mari Katayama y de tantxs otrxs lo acompañan.