Banquete Coutinho 7 puntos
Brasil, 2019
Dirección: Josafá Veloso
Duración: 74 minutos
Intérprete: Eduardo Coutinho
Estreno en la plataforma Mubi
En su homenaje al cineasta brasileño Eduardo Coutinho, el realizador Josafá Veloso (ver entrevista aparte) da vuelta el tablero. Ahora es Coutinho, cuya obra entera estuvo dedicada a filmar el habla del otro, quien tiene la palabra. Como Boca de lixo, Santo Forte o Edificio Master, no se trata de una entrevista sino de una conversación, en la que el cineasta da los “pies” para que el otro, el “actor” (ya se verá más adelante el sentido del término) se explaye. En la vereda de enfrente del documental televisivo, el “actor” o “personaje” de A Treat of Coutinho (el propio Coutinho) no representa otra cosa que a sí mismo, no da testimonio de nada que no sean sus verdades más íntimas. No se le pide opinión sino relato. Relato de su experiencia, de su vivencia, de su yo. Documental subjetivo, pero no de la subjetividad del realizador sino del individuo capturado en ese momento preciso y único. A lo que se apunta es a filmar “la verdad” del otro en el instante en que la cámara lo filma. Aunque esa verdad sea una mentira o una representación. Es verdad porque expresa lo que el otro siente, piensa o vive. O lo que quiere mostrar de sí mismo en esa circunstancia inefable.
“Hoy estoy deprimido”, confiesa Coutinho de entrada, y su rostro y su lenguaje corporal lo confirman. Siguiendo la ética Coutinho, que no buscaba el escándalo ni la “revelación” -en el sentido amarillista de la palabra, aunque sí en buena medida en el epifánico-, Veloso no pide a su interlocutor que devele nada que no sea lo que quiere develar. Titulada en el original Banquete Coutinho, y presentada ahora por la plataforma Mubi con el título A Treat of Coutinho (“treat”, como sustantivo, quiere decir “placer”, tanto como el que proporciona un banquete) se grabó en 2012. A esa altura el realizador, por entonces de 78 años, había completado su magistral trilogía final, integrada por Jogo de Cena (2007), Moscú (2009) y As cançoês. Faltaba la que redondearía una tetralogía, Últimas conversas, finalizada póstumamente por su amigo Joâo Moreira Salles y estrenada en 2015, un año después de su trágica muerte.
Como en las últimas películas mencionadas, la puesta en escena de Banquete Coutinho se reduce al mínimo: el estudio del personaje, su escritorio, su sillón. Y su palabra, que es lo que más importa. En realidad, Coutinho, en procura de reducir por completo la película al habla, había terminado por filmar decorados absolutamente despojados, que podían no “decir nada” (un estudio reducido a dos sillas en Últimas conversas) o completar un sentido. Como los escenarios teatrales de Jogo de Cena, Moscú y As cançoes, que hacían alusión al tema de la representación y la máscara, tratado (y filmado) en ellas. Es por esa máscara, que inevitablemente el individuo filmado asume ante la presencia de la cámara, que Coutinho los consideraba personajes y no personas. Actores. En A Treat of Coutinho el realizador de Cabra marcado para morrer (1962/1984) da, sin subirse a ningún estrado, una lección de cine. De ética cinematográfica, sobre todo. Y de mirada. “Sólo existo a los ojos del otro”, “trato de dejar en la película la marca del otro”, “no tiene sentido filmar una película contra algo” y “fuimos a filmar una película sin ninguna idea previa” son algunas de las piedras basales del credo, siempre llevado a la praxis, de este notable teórico salvaje.
A los 78 años, y tal vez adivinando el futuro cercano del realizador, uno de los temas más insistentes de la conversación es el de la muerte (la propia, la ajena). Banquete Coutinho no es un documental del todo coutinhiano, ya que Veloso interrumpe los grandes bloques de charla con un segundo discurso, en el que intenta dar “pruebas” sobre la clase de cine que hacía el realizador. Para esto muestra pasajes de algunas de sus películas, que vuelven a A Treat of Coutinho un documental de a ratos más convencional, en su combinación de declaraciones de un entrevistado con fragmentos de archivo.