Los ojos de Gabriela Montaño se mueven como las láminas de un caleidoscopio: siguen atentos el andar de una de sus hijas fuera del cuadro del zoom, se distraen levemente con los ladridos de un perro, se concentran reflexivos frente a quien pregunta, se deforman tras el humo del cigarrillo. Juraríamos que brillan cuando se la felicita por la parte que le toca en la victoria de Luis Arce en Bolivia. “Es una felicidad, sí, pero en alerta permanente” responde esta activista feminista, antiimperialista, médica, ministra de Salud, presidenta de la Cámara de Diputados y de Senadores durante el gobierno de Evo Morales, perseguida y refugiada en la Argentina tras el golpe de Estado de 2019, porque la vida sigue corriendo riesgos, y hay que restañar las heridas con lo puesto. Aunque la pesadilla vaya cediendo a la expectativa dulce del reencuentro con su compañerxs de militancia. “Estamos reiniciando la conducción de nuestros destinos, pero tenemos al frente una crisis económica muy cruda no sólo producto de la pandemia, sino de las malas decisiones que tomó el golpismo en Bolivia. Hay una gran población que ha vuelto a pasar hambre y sé que será la primera en ser rescatada por el gobierno de Luis Arce.”
¿Hablaste con Evo Morales?
-Sí, tenemos un diálogo permanente. Está muy feliz y fortalecido por el pueblo boliviano, por los resultados electorales y por todo el proceso para haber logrado llegar a esos resultados. Y también en alerta, por los contraataques que puedan venirle de la derecha y el golpismo.
¿Cuál creés que debería ser su rol en adelante?
-Evo va a jugar un papel importante ya no desde el gobierno o la administración pública, sino desde la dirigencia política en Bolivia y en la región. Es un líder indígena respetado y su voz puede ayudar a muchos sectores populares a cohesionarse y a fortalecerse para derrotar las fórmulas neoliberales de saqueo. Ha sido y va a seguir siendo muy respetuoso de Luis y de David Choquehuanca como cabezas de gobierno de Bolivia, no va a pugnar poder con nadie, y está dispuesto a ir a la base para consolidar el proyecto político.
Fue claro al hablar de seguir poniendo el cuerpo y la voz.
-El es muy claro sobre qué está yendo a hacer hoy a Bolivia. Su papel será de tejedor de fortalezas y de unidad, porque siempre ha sido un espectacular tejedor en ese entramado social. Nunca nadie antes había logrado cohesionar a la izquierda y a los movimientos sociales de la manera que lo hizo Evo Morales. Me parece una etapa maravillosa: Luis Arce tendrá a Evo, a Alvaro García Linera, dando todo lo que tengamos que dar.
¿Qué lectura hacés de este capítulo histórico en Bolivia?
-Estamos en el inicio de una nueva ola política de izquierda en la región, no sólo por el triunfo de Alberto Fernández y el de Luis Arce ahora, o por las enormes movilizaciones en Chile, sino porque en los pueblos se perciben procesos más acelerados por intentar reconducir sus destinos. Bolivia se convierte en un factor muy esperanzador en ese sentido, porque volvemos a ascender en la búsqueda de consolidación de derechos, de igualdad, de justicia social, de equidad. Pero debemos ser sólidos en nuestra capacidad de autocrítica, no dar un milímetro de espacio a los sectores conservadores y mantener la unidad y la solidaridad entre nosotres. Sin esa unidad no será posible.
Gabriela utiliza un plural continuo y potente, de ésos que se perciben transformadores de escenarios políticos y personales, capaces de hacer estallar en mil pedazos el gobierno de odio y muerte que encarnó Jeanine Áñez. Por qué entonces justo ahora, cuando todo parece invitar a un nuevo horizonte plurinacional, ella anuncia en una carta pública que es tiempo de sanar heridas y priorizar a las personas que ama y que durante mucho tiempo fueron lastimadas por el mismo sistema que aún la tiene en la mira. “No dejo el barco en aguas tempestuosas. Lo hago en tiempos de victoria popular. Tomo la mayor bocanada de aire que me sea posible del maravilloso triunfo del pueblo boliviano para sumergirme en otras aguas. Me lo debo a mí misma.”
¿Es el vértigo de estos años? En la carta decís que viviste más aceleradamente de lo que hubieras querido o imaginado cuando eras adolescente.
-Este fue uno de los años más extraños para todo el mundo desde hacía décadas, pero para nosotros además tenía la carga de todo lo que vivimos. De mucho vértigo, y también de aprendizaje y crecimiento. Escribí esa carta desde lo personal y político porque desde ahí siento, vivo y experimento. Cuando lo personal no es político, algo no anda bien. Es un parteaguas de una Gabriela que se proyecta hacia adelante de una manera diferente. Jamás busqué una función pública, una diputación, una senaduría como espacios de poder. Simplemente he sido una militante y activista permanente de mis convicciones y de mis ideas, y eso me puso en los lugares que me tocó desarrollar y acompañar. Hoy me veo en los espacios de lucha por los derechos de los pueblos indígenas, de las mujeres, de los colectivos lgbttiq+, que espero puedan volver a ser mi lugar de militancia y construcción.
Fuiste impulsora de leyes centrales para las mujeres, niñas y diversidades, pero aun así explicás que nunca buscaste ocupar puestos, como si tuvieras que justificar esa centralidad.
-Vivir lo que hemos vivido como persona y como colectivo, inclusive desde lo familiar, ha sido muy duro, y fueron catorce años de gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS). Casi una tercera parte de mi vida estuvo rodeada de presiones, y en las personas que amo, como mis hijas, significa más de la mitad. Hablo de sanar heridas en referencia a ese otro ámbito de la existencia que es tan esencial como el público. Cuando era muy joven me prometí que iba a asumir con la misma pasión la militancia política y el amor a mis seres queridos. Por eso digo que me lo debo a mí misma, y ahora intento cumplirlo.
Casi una definición de trama política feminista en clave de militancia, afectividades y cuidados.
-Gran parte de mi manera de militar viene de mi absoluta convicción feminista de comprender mi propia historia y la historia común. Y por supuesto que las facturas y las presiones que nos pasan a las mujeres en la política son diferentes de las que les llegan a los varones. Una mujer política se expone también a una sociedad patriarcal, donde siempre intentarán golpearla desde lo que pueda quebrarla emocionalmente. Pero es fundamental que haya mujeres militantes y mujeres en la política, porque de lo contrario no se hubieran generado tantos cambios en la historia de nuestra región.
¿Cómo se resignifica la tragedia del golpe de Estado en esta victoria popular y qué es lo que hay que reconstruir ahora?
-Fue muy rápido el proceso de recohesión de las organizaciones sociales, que permitieron esta victoria electoral, el primer paso de la recuperación de la democracia. Pero estamos frente a una grave crisis económica, no sólo producto de la pandemia sino de las malas decisiones que tomó el golpismo en Bolivia, con una lógica de privatización, de desestructuración de las empresas públicas, con cientos de actos de corrupción que minaron sus estructuras. Un gran sector de la población está pasando hambre, y eso no sucedía un año atrás, con el gobierno de Evo Morales. Es importante enfrentar esta crisis rescatando lo esencial del modelo económico que desarrollamos durante más de una década, pero debemos dar soluciones creativas. Hay que gestionar la crisis sanitaria, con la posibilidad de una segunda ola de coronavirus en la región, y cerrar el ciclo de la crisis política, porque en 2021 tendremos elecciones subnacionales, y ésa será la segunda fase de la vuelta a la institucionalidad democrática. Es una tarea titánica.
Volvamos a ese estado de alerta que mencionaste y a la ultraderecha conservadora, racista y translesbohomofóbica con la que habrá que seguir lidiando.
-Hay que vigilar el ámbito electoral pero sobre todo el ámbito político, para que no te haga más frágil en términos de protección de la democracia en sí misma. Preocupa esa derecha fascista, fundamentalista, en algunos casos con tintes de fanatismo religioso muy complejos. Hoy existen dos alas, pero también hay sesgos de identidad regional muy fuertes, que no se visibilizan desde el exterior. Por ejemplo, siempre se ve a Santa Cruz como una región opositora del MAS y de Evo Morales, y ahora de Luis Arce, y se sabe poco que allí el MAS ha ganado elecciones nacionales en otros años. En esta elección sacó el 36 por ciento. Sucede que es el único partido con presencia nacional y en todas las capas de la sociedad. En cambio la derecha tiene muy concentrado su apoyo electoral y político en ciudades capitales de departamento, y por sus características racistas no logra conquistar el respaldo de sectores populares de trabajadores, campesinos, indígenas. Su propuesta es volver al modelo de concentración de los recursos económicos en pocas manos.
El fundamentalismo religioso es un hilo común de esa derecha.
-En el caso de Luis Fernando Camacho es central en su accionar político y se convierte en su discurso permanente, cercano al de Jair Bolsonaro en Brasil, pero no tiene respaldo popular, salió tercero en las elecciones. Durante la campaña electoral, grupos violentos fueron a las puertas de los cuarteles a pedir un gobierno militar. Gente rezando de rodillas y diciendo que los códigos de seguridad impresos en las boletas del MAS eran imágenes diabólicas y que por eso se logró el triunfo. Es lo peligroso de estos sectores ultraconservadores, no hay razonamiento lógico posible.
¿Qué posibilitó recuperar ese estado de democracia anterior al golpe?
-Pesó mucho todo lo construido en términos sociales, económicos, de conciencia, de mejor calidad de vida, de acceso a derechos. La gente fue viendo que, en meses, todo lo que había construido en catorce años se estaba desmoronando ante sus ojos. Perdió el miedo y dijo No. La única salida era recuperar la democracia. Fue una hazaña gigantesca. Teníamos todo en contra, pero el pueblo boliviano fue más fuerte que la dictadura.
¿Cómo podrías caracterizar la velocidad con que ocurrieron el golpe y la toma del poder del régimen de Añez?
-El gobierno del MAS fue construyendo su fuerza desde la gestión del Estado, pero también desde la calle. Esa característica de movimiento de movimientos hizo que su estructura y su forma de gobernar haya sido diferente de todo lo anterior. Evo gobernó de la mano del partido político y de la mano de ese conglomerado de organizaciones sociales, y de ese equilibrio provenía su legitimidad. Pero hubo una excesiva confianza, dejamos un poco de lado la calle, hubo agotamiento y cierta burocratización de la energía del tejido social. Una enorme cantidad de cuadros políticos de las organizaciones sociales, de los colectivos rurales, urbanos, se convirtieron en funcionarios públicos, y es probable que en las bases no hubo la velocidad suficiente para el recambio. Entonces la derecha tomó las calles, y cuando la gente quiso salir a defender a su gobierno, el golpe ya estaba casi cerrado. No había muchas opciones.
Los medios de comunicación y las fuerzas represivas hicieron el resto.
-Los medios de comunicación y las redes sociales son un elemento de guerra brutal y una usina de información falsa. Un Estado como el boliviano no puede competir con las transnacionales de Internet, que tienen la posibilidad de generar una pauta gigantesca de información. Ese gran aparataje funcionó para el golpe en Bolivia y ha funcionado para todos los golpes de Estado en la región. Y respecto de la represión estatal, si las fuerzas llamadas a proteger a la población civil vuelcan sus armas en contra de esa población, el desequilibrio de fuerzas es monstruoso. Por eso Evo tomó la decisión junto con todo el gabinete, y ahora la historia muestra que tenía razón, de que no era posible enfrentar a las fuerzas del bloque popular contra la policía, las fuerzas armadas, los grupos parapoliciales y paramilitares. Hubo masacres y miles de personas detenidas, Estados Unidos y la OEA jugaron un rol estratégico. Se optó por un camino más largo, pero democrático y no por la vía de las armas.
Alguna vez dijiste que el racismo es el centro de todo este armado deshumanizante y de despojo.
-Sí, y lo expresaron durante todo este año. Devaluar al otro a través de los medios de comunicación, vaciarlo de su condición de ser humano que merezca derechos, protección del Estado, o hacer política. Les masistas éramos indias e indios salvajes, no teníamos alma, por lo tanto éramos seres inferiores a los que se nos podía desechar. Este es el elemento medular de esa articulación, porque al quitarle al otro su condición de ser humano, se merece que le hagan de todo. Ese enmarañado mundo que construye la derecha puede verse también en la Argentina, cuando se publica en un medio de comunicación la dirección de la Vicepresidenta para que la gente vaya a insultarla. Cuidado con la naturalización de estas construcciones, porque es parte de un proyecto desestabilizador que se va perfeccionando e introduciendo nuevos elementos. Con lo que no cuenta es con la memoria colectiva, con la potencia en la unidad del bloque popular como fortaleza vital de las acciones. Tampoco cuenta con nuestras certezas y con nuestra militancia. Porque militar no es solamente defender tus ideas, también es no quebrarte en estas situaciones. Que no te penetre el terrorismo de Estado, el acoso, la injusticia, el miedo.
¿No se toleró que una izquierda indígena conduciendo el Estado fuera uno de los ejemplos más exitosos de la región?
-Bolivia se había convertido en un ejemplo de lo que se puede hacer sin seguir el modelo económico ni las recetas del Banco Mundial y de las transnacionales, y de que era posible transformarse en un ejemplo de manejo económico teniendo a la cabeza a un hombre indígena no universitario, con claridad política y militancia. La derecha tuvo que utilizar todo lo aprendido en sus intentos de golpes en la región con la mayor dureza posible, para aplastarlo. Fueron bestiales las persecuciones, el terrorismo de Estado, el lawfare. Incluso el éxito que tuvo su campaña mediática para convencer a los pueblos de la región de que lo sucedido en Bolivia no fue un golpe de Estado.
El terrorismo de Estado materializó una crueldad específica sobre los cuerpos de las mujeres.
-Y se desplegó en tres fases, una fue la violencia física y psicológica. Me pasó a mí, a Eliana Salvatierra, a otras dirigentas sociales y políticas de barrios y comunidades, y a las mujeres de pollera, que eran violentadas y golpeadas en las calles por las fuerzas represivas. En los primeros días del golpe publicaron nuestros teléfonos en redes sociales convocando a que nos insultaran, nos amenazaran las 24 horas. Una segunda fase es el ataque violento y sistemático a ti y a tu familia publicando la dirección y la foto de tu casa. Rato después llegan hordas arrojando artefactos explosivos y destruyendo todo. Y una tercera fase es de agresión directa, en la que toman de rehenes a familiares de autoridades. Al presidente de la Cámara de Diputados le tomaron de rehén a su hermano, lo llevaron a la plaza de Potosí y lo amenazaron con que iban a quemarlo vivo si no presentaba la renuncia por escrito. Ese cúmulo de acciones operan sobre mentes y cuerpos. En el caso de las mujeres, hay un ataque específico a las personas que amamos. Salimos del país porque corrían peligro nuestras vidas. Había información de que iban a asesinar a Evo, a Alvaro y a muchos de nosotros.
Hubo una judicialización de la política y una destrucción de la imagen pública de cada unx de ustedes.
-El lawfare hizo que muchas compañeras y compañeros fueran a la cárcel injustamente, sin que hubiera un solo elemento dentro del procedimiento penal que se ajustase a derecho. El caso de la ex jefa de Gabinete, Patricia Hermosa, es dolorosísimo. Sufrió detención ilegal, un aborto y acoso carcelario. No puedo imaginar qué siente una mujer joven, embarazada, que en la cárcel empieza a tener una hemorragia y por no recibir atención pierde el embarazo y probablemente podría haber perdido la vida. Hicimos una campaña pública para pedir asistencia médica y evitar esa desgracia. Al mismo tiempo ves que hablan de la defensa de la vida, de la protección de la familia. Claro, las vidas de cinco familias. Si es el embarazo de una mujer que estuvo con Evo Morales, o simplemente fue una militante de izquierda, esa vida no importa. Son los valores distorsionados que maneja la derecha en su odio tan profundo.
La incapacidad de gestionar frente a la pandemia desnudó la crisis política y económica, y ubicó a Bolivia como el segundo país de América Latina, después de Perú, con más muertes por millón de habitantes.
-Meses antes de las elecciones de 2019, cuando era ministra de Salud, apareció un brote epidémico de un nuevo tipo de arenavirus, que se transmitía por roedores silvestres, y era letal. Este país que muchos consideran tan chiquito, en el corazón de Sudamérica, logró controlar ese brote, que sólo cobró las vidas de tres personas. Me pregunto cómo es que un año después llega el coronavirus a Bolivia, mueren miles de personas y terminan recogiendo cadáveres de las calles porque sus familias no tienen dónde depositarlos. Sin embargo, ningún investigador ni medio de comunicación comparó estas dos situaciones ocurridas en el mismo país y con la misma estructura sanitaria. El golpismo priorizó armar el discurso político de que en catorce años Evo Morales no había hecho nada por la salud, y para fundamentar esa mentira no inauguraron once hospitales con infraestructura lista. Sólo pusieron a funcionar dos por presión de la gente. No se hizo vigilancia epidemiológica activa, ni atención primaria de la salud, ni se siguió inicialmente a los pacientes. Hay procesos penales en curso contra los propios ministros de Añez por corrupción con recursos del Estado para la compra de ventiladores mecánicos y material de bioseguridad para el personal de salud. Además se utilizó la pandemia como razón para postergar las elecciones, prorrogarse en el poder y continuar con la ruptura del orden constitucional. Todo esto duele, pero no es nuevo. No creo que a las grandes empresas transnacionales que pugnan por nuestros recursos naturales como el litio, los hidrocarburos, el agua, los bosques, les haya interesado nunca cuántas personas tienen que morir para quedarse ellos con esas riquezas.
Antes que finalice el año, el gobierno argentino enviaría al Congreso el proyecto de legalización del aborto, y en ese sentido ustedes estuvieron a punto de dar un paso fundamental que te tuvo como protagonista.
-Fue la aprobación de un nuevo Código Penal y un nuevo Código de Procedimiento Penal, que reorganizaba todo ese sistema jurídico, pero lastimosamente no pudo consolidarse por la violenta campaña en contra que generaron los sectores conservadores. Estuve muy involucrada porque me tocó ser presidenta de la Cámara de Diputados y de la Cámara de Senadores en todo ese proceso. Junto con muchísimas organizaciones de mujeres y de otros colectivos, se logró empujar un Código Penal que era importante en el camino de la despenalización total del aborto. Establecía nuevas causales, como el proyecto de vida, y ampliaba los tiempos en el que un embarazo podía ser interrumpido, sin significar penalización para la mujer. En términos de procedimientos era un Código maravilloso, incorporaba la lógica de que el sistema tuviera mecanismos, no para castigar la pobreza, sino para reconstruir el tejido social de una manera adecuada y para que las víctimas pudieran recomponer aquello que había sido dañado. Como era una modificación integral, abordaba el problema estructural de la violencia contra las mujeres de una manera revolucionaria, porque establecía procedimientos de avanzada para juzgar y procesar los hechos, y articulaba con la Ley integral para una vida libre de violencia para las mujeres, vigente hace años pero mal aplicada. El 60 por ciento de los casos en el ámbito penal son por violencias contra las mujeres, niñas y adolescentes, y por delitos de odio. Creo que Bolivia necesita una reforma profunda de la Justicia y espero que se recupere el trabajo realizado.
¿Cómo se van a retomar estas banderas en una estructura social patriarcal y al mismo tiempo con un gran activismo social y de los feminismos?
-Saco algunas lecciones del proceso vivido en Bolivia un año antes del golpe. Creo que cuando un gobierno se juega de la manera que lo hicieron Evo Morales y el MAS para enfrentar a los sectores conservadores de la sociedad, tiene que haber un acompañamiento del bloque popular y de esas multiplicidades de identidades feministas. Porque si se deja al gobierno o al partido solo, se corre el riesgo no sólo de perder la pulseada, sino de retroceder. Por eso es importantísima la unidad, que significa ser capaces el Estado y los espacios de comprenderse entre sí. Si se genera un tensionamiento innecesario, le estás abriendo la puerta al sector más conservador. Y ojo que la contraofensiva conservadora de nuestra región tuvo mucho éxito en los últimos años, y además apuesta a redoblar esfuerzos con un fundamentalismo denso. Por supuesto que en esos ámbitos incidirá ahora la derrota de Donald Trump, porque se debilitan estas tendencias no en términos de ideología sino de financiamientos y programas de apoyo.
Podemos tener entonces la esperanza de que no resulte una odisea seguir avanzando en derechos.
-La lucha por los derechos siempre es una odisea. Nunca le vas a arrancar al sistema un derecho despatriarcalizador, descolonizador o antiimperialista sin odiseas de por medio. La ventaja hoy es que podemos tener gobiernos que comparten con nosotras los ideales de vida, en términos de derechos. Uno no se da cuenta hasta que lo pierde. Muchas veces, desde ciertos sectores del feminismo se es muy crítico con gobiernos de izquierda y absolutamente acrítico con gobiernos de derecha o golpistas como en Bolivia. Tener un gobierno, una asamblea, mayoritariamente de tu lado, es invalorable, pero no hay que perder de vista que los sectores conservadores en la sociedad también están dispuestos a pelearla para evitar que se avance en esos derechos. Y lo van a hacer en la región. No tengo ninguna duda.